¿La emergencia del coronavirus eclipsará a la crisis climática?

Lun, 11/05/2020 - 14:59
Se proyecta que la economía europea caiga un 7,4 % este año. Así que, para muchos, las preocupaciones sobre el clima pueden parecer menos importantes ahora.
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Alessandro Grassani/The New York Times

Con la parálisis global inducida por el coronavirus, los niveles de contaminación y emisiones de carbono están disminuyendo en todas partes, lo que ha dejado cielos más azules, montañas visibles y espléndidas flores silvestres. Incluso los canales célebremente turbios de Venecia están aclarándose.

Tras décadas de medidas tibias en torno al problema del clima por parte de la industria y el gobierno, para algunos se trata de una prueba de que la acción eficaz puede lograrse.

 

 

Sin embargo, revivir la naturaleza ha tenido un costo enorme, pues se proyecta que la economía europea caiga un 7,4 por ciento este año. Así que, para muchos, como los que de pronto ya no tienen empleo, las preocupaciones sobre el clima —que parecían urgentes hace tan solo unos meses— pueden parecer menos importantes ahora.

Esos asuntos opuestos ahora son parte del debate acerca de cómo y qué reconstruir, entre los que quieren que la economía se mueva de nuevo, sin importar cómo, y los que argumentan que la crisis es una oportunidad para acelerar la transición a una economía más limpia.

Jean Pisani-Ferry, economista y exasesor del presidente francés Emmanuel Macron, lo describió como la lucha que “definirá al mundo pospandemia”.

Para los militantes ecológicos, el virus “solo refuerza la necesidad urgente de tomar medidas a favor del clima”, escribió hace poco. “Sin embargo, los miembros acérrimos del sector industrial están igualmente convencidos: no debe haber mayor prioridad que reparar la economía afectada, posponiendo regulaciones medioambientales más estrictas, de ser necesario. La batalla ha comenzado”.

Conforme los gobiernos europeos riñen amargamente acerca de un fondo de recuperación del virus y el siguiente presupuesto de siete años, este asunto es el protagonista.

La Unión Europea comenzó este año a promover un plan para una transformación rápida de la economía hacia un futuro neutro en carbono —“el pacto verde”— como su tema distintivo y motor para un crecimiento renovado.

Los líderes europeos insisten en que alguna versión de ese pacto seguirá teniendo prioridad, pero el nuevo coronavirus ha complicado el asunto.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea —la burocracia importante de la Unión Europea— dijo a finales de este mes que los objetivos ecológicos del bloque deben ser “el motor de la recuperación”. Tiene el importante apoyo de Macron y de la canciller alemana, Angela Merkel.

La pregunta es qué tan lejos están dispuestos a ir ahora que los líderes políticos de todo el continente enfrentan presión de los ciudadanos para que haya un alivio económico y de las industrias desesperadas por hacer que sus viejas fábricas funcionen de nuevo.

El bloque está debatiendo una ley para aplicar la neutralidad de carbono para 2050, pero muchos quieren endurecer los objetivos para 2030, pasando de una reducción propuesta del 40 por ciento de los niveles de 1990 en la próxima década hasta un 55 por ciento. Argumentaron que la pandemia es una oportunidad para usar nuevos fondos con el fin de acelerar la transición para alejarse del carbono.

Los ministros europeos en materia del clima y el medioambiente provenientes de diecisiete países firmaron una declaración mediante la que instaron a los gobiernos a “hacer que la recuperación de la Unión Europea sea un pacto verde” y “reconstruir el puente entre el combate de la COVID-19, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático”.

Sin embargo, incluso el primer vicepresidente de la comisión y el hombre a cargo del pacto verde, Frans Timmermans, está preocupado.

 

 

“La crisis climática que enfrentábamos antes de la crisis del coronavirus aún está ahí y no es menos urgente”, comentó. “Sin embargo, en el futuro próximo ya no será el problema número uno en la lista de prioridades de las personas. Su importancia decaerá”.

La “gran pregunta”, dijo Timmermans en una entrevista, es “¿Acaso los políticos seguirán el mismo camino y mantendrán la mirada en la crisis a largo plazo o habrá consideraciones electorales a corto plazo?”.

Si la recuperación es lenta, “entonces las personas estarán en la calle y los políticos comenzarán a darles dinero a los negocios para que se mantengan a flote, sin importar si estos son solventes o no, ecológicos o no”, comentó. “Por eso propongo una participación social más grande” por parte de los jóvenes enfocados en el futuro.

No obstante, con las negociaciones climáticas globales conocidas como COP-26 ya pospuestas, hay un escepticismo importante.

“Sospecho que el siguiente enfrentamiento de valor en la política será entre el medioambientalismo y los que están a favor del crecimiento económico, y temo que la economía será la ganadora”, dijo Anand Menon, profesor de Política Europea del King’s College de Londres. “Habrá grandes deudas, y tengo el presentimiento de que todo se verá eclipsado por el argumento económico”.

El argumento presentado por Timmermans y líderes nacionales como Merkel y Macron es bastante sencillo: usar el nuevo dinero no para restaurar el viejo mundo, sino para ayudar a crear uno nuevo.

“Asegurémonos de que la inversión que hagamos nos lleve a la nueva economía”, le dijo Timmermans al Parlamento Europeo.

Para los funcionarios europeos, algunas respuestas son evidentes: ayudar a que la industria automotriz se recupere, pero vincular el apoyo a la producción de autos eléctricos y mejores baterías. Ayudar a que la industria de la energía opte por la energía renovable y el hidrógeno.

Poner a la gente a trabajar instalando estaciones de carga eléctrica, paneles solares en los techos, mejor aislamiento en las casas, medidores inteligentes, así como ventanas y calentadores más eficaces. Regular para asegurar nuevos edificios que ahorren energía.

Sin embargo, algunos asuntos son menos claros, como el futuro del transporte masivo y grandes complejos de apartamentos, especialmente en las grandes ciudades, sin mencionar el futuro de las aerolíneas. Macron ha vinculados los nuevos financiamientos para Air France-KLM con la reducción de carbono.

Como exfuncionario del bloque, Stefan Lehne señala: “Todos los días llegan a la comisión cartas de organizaciones industriales poderosas, desde las industrias del cemento y el plástico hasta la automotriz; en ellas señalan que necesitamos relajar los estándares de las emisiones y las regulaciones”.

Hay “un gran conflicto”, dijo, entre “salvar los empleos de las compañías que están al borde de la bancarrota e invertir en nuevos empleos”. Además, agregó: “Habrá mucha presión para respaldar el “statu quo" tanto como sea posible”.

 

 

Los países de Europa central y del Este ya están preocupados por las afectaciones de una transición ecológica. Además, los países más pobres del sur, con deudas más grandes para empezar y menos espacio para más, temen más desigualdad, conforme países más grandes y más ricos como Alemania y Francia puedan subsidiar sus industrias de manera mucho más espléndida.

Los países más adinerados rechazan la deuda colectiva para ayudar a los más endeudados. Sin embargo, promover más gastos como una medida ecológica será políticamente más aceptable, dijo Jacob Funk Kierkegaard del Instituto Peterson para la Economía Internacional.

Mujtaba Rahman, principal analista europeo del Eurasia Group, también se muestra más optimista.

“El pacto verde básicamente se trata del dinero, y es un gran lubricante, incluso en Europa central y del Este”, dijo. “Si un porcentaje importante del presupuesto se destina al gasto climático, eso servirá de incentivo para que se involucren”, a pesar de sus dudas acerca de la transición energética y las preguntas en torno a la repartición de la carga.

 

Por: Steven Erlanger

Creado Por
The New York Times
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