Santiago Rojas contra el estrés

Vie, 06/05/2011 - 07:30
Santiago Rojas Posada es uno de los autores más vendidos de Editorial Norma. Es médico colombiano que reside en Bogotá. Es especialista en cuidados paliativos oncológicos y ha estudiado además ho
Santiago Rojas Posada es uno de los autores más vendidos de Editorial Norma. Es médico colombiano que reside en Bogotá. Es especialista en cuidados paliativos oncológicos y ha estudiado además homeopatía, esencias florales con el grupo PHI en Francia y la Escuela de Terapeutas Florales Edward Bach de Buenos Aires, Argentina. Ha dado conferencias sobre crecimiento personal, apoyo al paciente terminal y el duelo y sobre el empleo de terapias alternativas y complementarias en varios países, entre los que se encuentran Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, Panamá, Costa Rica, España, Alemania, Polonia y Perú. Ha publicado El manejo del duelo, La estrategia del Ave Fénix, La armonía de las formas y Dos mundos, todos publicados por Editorial Norma. Estrés La libertad es para soñarla. Carmen Martín Gaite Aunque es una condición que acompaña al ser humano desde sus orígenes y a todos los reinos de la naturaleza en diferente manera, el término “estrés” (del inglés stress) se empezó a acuñar en el siglo XIV a partir de la palabra de origen griego stringere que significa provocar tensión. Sin embargo, fue solo hasta la primera mitad del siglo pasado que Hans Selye, quien lo estudió a profundidad, enmarcó los molestos síntomas físicos y psíquicos que se presentan ante diversas situaciones generadoras de tensión, dentro de lo que llamó el síndrome general de adaptación. Selye descubrió que todos los enfermos, sin importar el padecimiento que tuvieran, presentaban síntomas similares tales como cansancio, pérdida del apetito, baja de peso, debilidad, a lo que bautizó como el “Síndrome de estar enfermo”. Luego se dio cuenta de que la gente, frente a las dificultades, presentaba una actitud más o menos similar, y después de observar a muchas personas lo empezó a llamar el síndrome general de adaptación o respuesta adaptativa del organismo ante los diversos estresores, que desde 1936 se acepta como la descripción del estrés. Además, Selye explicó que el estrés es la respuesta inespecífica del organismo ante cualquier tipo de demanda y definió que el estresor es el estímulo o situación que provoca la respuesta de estrés: “El estrés es lo que uno nota cuando reacciona a la presión, sea del mundo exterior; sea del interior o sea de uno mismo. El estrés es una reacción normal de la vida de las personas de cualquier edad. Está producido por el instinto del organismo de protegerse de las presiones físicas o emocionales o, en situaciones extremas, del peligro”. Entonces, el estrés es una respuesta automática y natural de nuestro cuerpo ante cualquier situación que resulte amenazadora o desafiante, mediante la cual se prepara para enfrentarla. Es generado por el propio instinto de supervivencia que tiene el organismo como medio de protección, lo que, sin duda, lo libra en situaciones de emergencia. Por lo tanto, no es “malo” en sí mismo, pues facilita disponer de recursos para enfrentarse a situaciones que se suponen excepcionales. En ese estado se aumenta la percepción, se procesa más rápido la información, se puede tener mejor búsqueda de soluciones y se escoge la conducta adecuada frente a la necesidad, preparando al organismo para actuar de una forma más rápida y vigorosa. Sin embargo, si persiste mucho tiempo, es muy intenso o se desencadena ante estímulos que no lo requieren, afecta la salud y el bienestar, personal, laboral y relacional. La reacción general de adaptación al estrés tiene tres fases fundamentales. La primera es la fase de alarma, durante la cual todo el organismo queda en actividad, preparado para lo que pueda pasar sin que en realidad exista una alteración. Si el estrés persiste por un largo periodo, el organismo se habitúa y entra en la segunda fase que es la de resistencia. Si el estrés se mantiene o es muy intenso, se puede llegar a la tercera fase, la de agotamiento, donde el órgano que resiste o la función que el organismo le interpone al estrés se vence hasta quedar exhausto. Sin embargo, es importante resaltar que se necesita un poco de estrés para hacer mejor ciertas actividades como el deporte, la música, el trabajo, el estudio, así como tener profundas relaciones interpersonales, entre otras. Sin este, la mayoría de personas no se levantaría temprano en la mañana, ni se esforzaría para llegar al trabajo o al estudio a tiempo; tampoco terminaría sus proyectos, no cumpliría sus compromisos frente a otros, ni afrontaría la gran mayoría de sus problemas. Como el estrés no es solo una consecuencia de lo que ocurre en el exterior sino que, en realidad, es más un proceso de interacción entre los eventos externos y las respuestas a nivel de la mente, la emoción y el cuerpo, son muy importantes las características de la persona frente a las demandas del medio. Se considera que una persona está en una situación estresante o bajo un agente estresor cuando debe enfrentar situaciones en las que tiene que realizar alguna actividad muy difícil de poner en práctica o de cumplir. Además de las demandas externas, también importan los recursos propios para enfrentarse a ellas y, cuando no hay equilibrio, el resultado es inadecuado. Es como si la velocidad del mundo interno y el externo de un conductor en una vía no fueran semejantes. Así, el conductor de un automóvil veloz quiere ir más rápido de lo que la vía le permite, tal como ocurre permanentemente en los atascos de tráfico en las ciudades, pero también puede ser que el conductor desee avanzar a una velocidad menor en una autopista dispuesta para gran velocidad. En ambos casos, las condiciones del mundo interno que generarían bienestar están en desequilibrio con respecto a la realidad externa, y como no se logra una adaptación adecuada, como respuesta a la desadaptación, se produce la tensión. Eustrés y distrés A partir de este momento y a lo largo de toda la obra haré la diferenciación de las dos formas en que se puede manifestar el estrés en nosotros. En su forma favorable o eustrés y su lado desfavorable o distrés, tal cual como fue descrito por el mismo Selye. Considero esencial poder abordar el tema desde esta perspectiva para poder modificar la forma en la que nos acercamos a él, su comprensión y, por supuesto, su manejo. Selye lo describió así: “El estrés es la respuesta inespecífica del cuerpo a cualquier demanda, ya sea causada por condiciones agradables o desagradables. Durante ambos, eustrés (‘buen estrés’) y distrés (‘mal estrés’) el cuerpo experimenta en la práctica las mismas respuestas inespecíficas a los diversos estímulos positivos o negativos que actúan sobre él. Sin embargo, el hecho de que el eustrés cause mucho menos daño que el distrés demuestra gráficamente que es el ‘cómo te lo tomes’ lo que determina, en último término, si uno puede adaptarse al cambio de forma exitosa”. El uso de eustrés y distrés (formas castellanizadas de eustress y distress) es algo que se tiende a obviar de forma consciente cuando se habla del tema –lo que considero un error– pues se convirtieron en sinónimos del aspecto favorable y el desfavorable. Hoy en día, la gran mayoría de investigadores –y ni qué decir de la población en general–, emplea el término estrés solo con la connotación de distrés, como desadaptación, con las importantes consecuencias negativas para el organismo que las sufre, impidiendo que desde el mismo término se pueda comprender lo esencial que es adaptarse para vivir en equilibrio. Saber que existe el eustrés cuando el ser tiene respuestas adecuadas frente a las demandas externas, generando una adaptación en la que el organismo funciona de manera armónica con respecto a lo que ocurre externamente, es fundamental para abordar este tema. Gracias al eustrés la persona responde de manera creativa, positiva y afirmativa, así que resuelve de manera objetiva las dificultades que se le presentan y desarrolla sus capacidades y destrezas al tiempo que adquiere experiencia. Esto es diferente a la otra cara de la moneda o distrés, que ocurre cuando se supera la capacidad de resistencia del organismo sin que exista una adecuada adaptación, generando tensión física y psíquica que, de persistir, altera la salud general y puede llevar al “quemamiento” (burnout). Esta consecuencia última del estrés, en la que el organismo no logra adaptarse, se relaciona con cansancio emocional, despersonalización con irritabilidad y pérdida de motivación. Esto lleva además a la falta de realización personal con una valoración negativa de sí mismo y del trabajo. Así, ante una demanda externa o interna, cualquiera que sea, aparece el estrés. Si nos adaptamos experimentaremos eustrés, y si no lo logramos, se sufrirá el distrés. Ambos son respuestas naturales y automáticas, o sea, reacciones que pueden ser modificadas mediante diferentes estrategias que iremos viendo en el transcurso de este libro. El estrés no es algo que está en nuestro medio ambiente que nos ataca, o algo de lo que somos víctimas indefensas. El estrés experimentado por una persona se debe a su interpretación de la situación que enfrenta, basándose en sus habilidades y su propia historia. Por lo tanto, las personas tienen un papel activo con respecto a su estrés. En realidad, este no tiene poder propio para lesionar, solo se nutre de la propia condición de cada ser y siempre es posible vivirlo como eustrés. El eustrés puede llegar a su máximo beneficio de armonía y rendimiento cuando se produce la integración, así como el distrés lleva a la tensión y puede degenerar en quemamiento con todo tipo de alteraciones mentales, emocionales y físicas. Investigaciones recientes nos muestran que llegar a cien años de edad en condiciones adecuadas puede depender, en buena parte, de la personalidad del individuo. Los sucesos decisivos en la vida de cada individuo y su historia personal, junto con su capacidad de adaptarse a las situaciones estresantes y el modo de afrontarlas, son fundamentales para lograr esa longevidad. Al enfrentarse a una situación estresante puede encontrar una solución rápida, sencilla y acorde con los hechos, sin darle más vueltas al problema y quedarse atrapado en él, lo que significa una buena adaptación y el camino inequívoco al eustrés.
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