Santiago Rojas Posada es uno de los autores más vendidos de Editorial Norma. Es médico colombiano que reside en Bogotá. Es especialista en cuidados paliativos oncológicos y ha estudiado además homeopatía, esencias florales con el grupo PHI en Francia y la Escuela de Terapeutas Florales Edward Bach de Buenos Aires, Argentina. Ha dado conferencias sobre crecimiento personal, apoyo al paciente terminal y el duelo y sobre el empleo de terapias alternativas y complementarias en varios países, entre los que se encuentran Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, Panamá, Costa Rica, España, Alemania, Polonia y Perú. Ha publicado El manejo del duelo, La estrategia del Ave Fénix, La armonía de las formas y Dos mundos, todos publicados por Editorial Norma.
Estrés
La libertad es para soñarla.
Carmen Martín Gaite
Aunque es una condición que acompaña al ser humano
desde sus orígenes y a todos los reinos de la
naturaleza en diferente manera, el término “estrés”
(del inglés stress) se empezó a acuñar en el siglo XIV
a partir de la palabra de origen griego stringere que
significa provocar tensión. Sin embargo, fue solo
hasta la primera mitad del siglo pasado que Hans
Selye, quien lo estudió a profundidad, enmarcó los
molestos síntomas físicos y psíquicos que se presentan
ante diversas situaciones generadoras de
tensión, dentro de lo que llamó el síndrome general
de adaptación. Selye descubrió que todos los enfermos,
sin importar el padecimiento que tuvieran,
presentaban síntomas similares tales como cansancio,
pérdida del apetito, baja de peso, debilidad, a lo
que bautizó como el “Síndrome de estar enfermo”.
Luego se dio cuenta de que la gente, frente a las
dificultades, presentaba una actitud más o menos
similar, y después de observar a muchas personas
lo empezó a llamar el síndrome general de adaptación
o respuesta adaptativa del organismo ante los
diversos estresores, que desde 1936 se acepta como
la descripción del estrés.
Además, Selye explicó que el estrés es la respuesta
inespecífica del organismo ante cualquier tipo de
demanda y definió que el estresor es el estímulo o
situación que provoca la respuesta de estrés:
“El estrés es lo que uno nota cuando reacciona a
la presión, sea del mundo exterior; sea del interior o
sea de uno mismo. El estrés es una reacción normal
de la vida de las personas de cualquier edad. Está
producido por el instinto del organismo de protegerse
de las presiones físicas o emocionales o, en
situaciones extremas, del peligro”.
Entonces, el estrés es una respuesta automática
y natural de nuestro cuerpo ante cualquier situación
que resulte amenazadora o desafiante, mediante la
cual se prepara para enfrentarla. Es generado por el
propio instinto de supervivencia que tiene el organismo
como medio de protección, lo que, sin duda,
lo libra en situaciones de emergencia. Por lo tanto,
no es “malo” en sí mismo, pues facilita disponer de
recursos para enfrentarse a situaciones que se suponen
excepcionales. En ese estado se aumenta la
percepción, se procesa más rápido la información,
se puede tener mejor búsqueda de soluciones y se
escoge la conducta adecuada frente a la necesidad,
preparando al organismo para actuar de una forma
más rápida y vigorosa. Sin embargo, si persiste mucho
tiempo, es muy intenso o se desencadena ante
estímulos que no lo requieren, afecta la salud y el
bienestar, personal, laboral y relacional.
La reacción general de adaptación al estrés tiene
tres fases fundamentales. La primera es la fase de
alarma, durante la cual todo el organismo queda en
actividad, preparado para lo que pueda pasar sin que
en realidad exista una alteración. Si el estrés persiste
por un largo periodo, el organismo se habitúa y
entra en la segunda fase que es la de resistencia. Si
el estrés se mantiene o es muy intenso, se puede
llegar a la tercera fase, la de agotamiento, donde el
órgano que resiste o la función que el organismo le
interpone al estrés se vence hasta quedar exhausto.
Sin embargo, es importante resaltar que se necesita
un poco de estrés para hacer mejor ciertas
actividades como el deporte, la música, el trabajo,
el estudio, así como tener profundas relaciones interpersonales,
entre otras. Sin este, la mayoría de
personas no se levantaría temprano en la mañana,
ni se esforzaría para llegar al trabajo o al estudio
a tiempo; tampoco terminaría sus proyectos, no
cumpliría sus compromisos frente a otros, ni afrontaría
la gran mayoría de sus problemas.
Como el estrés no es solo una consecuencia de
lo que ocurre en el exterior sino que, en realidad,
es más un proceso de interacción entre los eventos
externos y las respuestas a nivel de la mente,
la emoción y el cuerpo, son muy importantes las
características de la persona frente a las demandas
del medio. Se considera que una persona está en
una situación estresante o bajo un agente estresor
cuando debe enfrentar situaciones en las que tiene
que realizar alguna actividad muy difícil de poner en
práctica o de cumplir.
Además de las demandas externas, también importan
los recursos propios para enfrentarse a ellas
y, cuando no hay equilibrio, el resultado es inadecuado.
Es como si la velocidad del mundo interno
y el externo de un conductor en una vía no fueran
semejantes. Así, el conductor de un automóvil veloz
quiere ir más rápido de lo que la vía le permite, tal
como ocurre permanentemente en los atascos de
tráfico en las ciudades, pero también puede ser que
el conductor desee avanzar a una velocidad menor
en una autopista dispuesta para gran velocidad.
En ambos casos, las condiciones del mundo interno
que generarían bienestar están en desequilibrio
con respecto a la realidad externa, y como no se
logra una adaptación adecuada, como respuesta a la
desadaptación, se produce la tensión.
Eustrés y distrés
A partir de este momento y a lo largo de toda la obra
haré la diferenciación de las dos formas en que se
puede manifestar el estrés en nosotros. En su forma
favorable o eustrés y su lado desfavorable o distrés,
tal cual como fue descrito por el mismo Selye. Considero
esencial poder abordar el tema desde esta
perspectiva para poder modificar la forma en la que
nos acercamos a él, su comprensión y, por supuesto,
su manejo. Selye lo describió así:
“El estrés es la respuesta inespecífica del cuerpo
a cualquier demanda, ya sea causada por condiciones
agradables o desagradables. Durante ambos,
eustrés (‘buen estrés’) y distrés (‘mal estrés’) el cuerpo
experimenta en la práctica las mismas respuestas
inespecíficas a los diversos estímulos positivos o
negativos que actúan sobre él. Sin embargo, el hecho
de que el eustrés cause mucho menos daño que
el distrés demuestra gráficamente que es el ‘cómo
te lo tomes’ lo que determina, en último término, si
uno puede adaptarse al cambio de forma exitosa”.
El uso de eustrés y distrés (formas castellanizadas
de eustress y distress) es algo que se tiende a obviar de
forma consciente cuando se habla del tema –lo que
considero un error– pues se convirtieron en sinónimos
del aspecto favorable y el desfavorable. Hoy
en día, la gran mayoría de investigadores –y ni qué
decir de la población en general–, emplea el término
estrés solo con la connotación de distrés, como desadaptación,
con las importantes consecuencias negativas
para el organismo que las sufre, impidiendo
que desde el mismo término se pueda comprender
lo esencial que es adaptarse para vivir en equilibrio.
Saber que existe el eustrés cuando el ser tiene
respuestas adecuadas frente a las demandas externas,
generando una adaptación en la que el organismo
funciona de manera armónica con respecto
a lo que ocurre externamente, es fundamental
para abordar este tema. Gracias al eustrés la persona
responde de manera creativa, positiva y afirmativa,
así que resuelve de manera objetiva las dificultades
que se le presentan y desarrolla sus capacidades y
destrezas al tiempo que adquiere experiencia. Esto
es diferente a la otra cara de la moneda o distrés,
que ocurre cuando se supera la capacidad de resistencia
del organismo sin que exista una adecuada
adaptación, generando tensión física y psíquica que,
de persistir, altera la salud general y puede llevar al
“quemamiento” (burnout). Esta consecuencia última
del estrés, en la que el organismo no logra adaptarse,
se relaciona con cansancio emocional, despersonalización
con irritabilidad y pérdida de motivación.
Esto lleva además a la falta de realización personal
con una valoración negativa de sí mismo y del trabajo.
Así, ante una demanda externa o interna, cualquiera
que sea, aparece el estrés. Si nos adaptamos
experimentaremos eustrés, y si no lo logramos, se sufrirá
el distrés. Ambos son respuestas naturales y automáticas,
o sea, reacciones que pueden ser modificadas
mediante diferentes estrategias que iremos
viendo en el transcurso de este libro.
El estrés no es algo que está en nuestro medio
ambiente que nos ataca, o algo de lo que somos víctimas
indefensas. El estrés experimentado por una
persona se debe a su interpretación de la situación
que enfrenta, basándose en sus habilidades y su
propia historia. Por lo tanto, las personas tienen un
papel activo con respecto a su estrés. En realidad,
este no tiene poder propio para lesionar, solo se nutre
de la propia condición de cada ser y siempre es
posible vivirlo como eustrés.
El eustrés puede llegar a su máximo beneficio de
armonía y rendimiento cuando se produce la integración,
así como el distrés lleva a la tensión y puede
degenerar en quemamiento con todo tipo de alteraciones
mentales, emocionales y físicas.
Investigaciones recientes nos muestran que llegar
a cien años de edad en condiciones adecuadas
puede depender, en buena parte, de la personalidad
del individuo. Los sucesos decisivos en la vida
de cada individuo y su historia personal, junto con
su capacidad de adaptarse a las situaciones estresantes
y el modo de afrontarlas, son fundamentales
para lograr esa longevidad. Al enfrentarse a una
situación estresante puede encontrar una solución
rápida, sencilla y acorde con los hechos, sin darle
más vueltas al problema y quedarse atrapado en él,
lo que significa una buena adaptación y el camino
inequívoco al eustrés.
Santiago Rojas contra el estrés
Vie, 06/05/2011 - 07:30
Santiago Rojas Posada es uno de los autores más vendidos de Editorial Norma. Es médico colombiano que reside en Bogotá. Es especialista en cuidados paliativos oncológicos y ha estudiado además ho