
El presidente Gustavo Petro logró congregar una multitud en el Paseo de Bolívar de Barranquilla, durante su primer cabildo abierto realizado el martes 20 de mayo de 2025. Las imágenes del evento mostraban una plaza llena, gritos de respaldo y banderas ondeando al ritmo de las intervenciones políticas. Pero tras el entusiasmo oficial, surgieron preguntas clave: ¿Cómo logró llenar la plaza el mandatario? ¿Fue una movilización espontánea o hubo una logística organizada detrás?
Desde las primeras horas del miércoles, comenzaron a circular en redes sociales varios videos que revelaban parte de la estrategia: filas de buses trasladando personas hacia el centro de la ciudad, muchos de ellos provenientes de distintos barrios de Barranquilla y municipios vecinos. Además, se denunció la supuesta entrega de mercados a quienes asistieron, lo que desató una oleada de críticas sobre la autenticidad de la convocatoria presidencial.
Una de las voces más críticas fue la de la periodista y precandidata presidencial Vicky Dávila, quien escribió en su cuenta de X: “Gobierno corrupto: a punta de buses y mercados llevaron a los más pobres a ver a Petro al Paseo Bolívar en Barranquilla. Lo mismo hicieron en campaña, a punta de fajos de billetes. Lo confesó Nicolás Petro”.
Además, el abogado barranquillero Carlos Manjarrés expresó su indignación en redes sociales: “Le quitó a Barranquilla los Juegos Panamericanos, la Fórmula 1, el proyecto Arena del Río y el presupuesto para obras. Les impuso una valorización, y hoy, con cinco horas de retraso, realizó un triste evento financiado con el dinero de los contribuyentes: buses transportando gente como ganado, almuerzos repartidos al estilo del politiquero tradicional que tanto critica”.
Pese a la polémica, el evento se desarrolló con normalidad y mostró una importante convocatoria. La llegada del presidente, no obstante, se dio hacia las 7:00 p.m., cuando algunos de los asistentes ya acumulaban más de ocho horas de espera en la plaza.
Una de las imágenes que más ruido generó en redes fue la de un grupo de influenciadores petristas que habría viajado a Barranquilla en un avión de la Policía, en medio de cuestionamientos por el uso de recursos públicos con fines proselitistas.
Desde la tarima, Petro no se refirió a la logística del evento. En cambio, pronunció un discurso lleno de mensajes políticos y personales, incluyendo una negativa tajante sobre su intención de reelegirse: “No me sueño reelegido y no quiero volverme drogadicto del poder porque me volvería asesino, eso no es para mí”.
También aprovechó el espacio para lanzar críticas directas a senadores del Caribe colombiano que, según él, traicionaron a su electorado al votar en contra de la consulta popular que promueve su gobierno. Con nombres propios, señaló a Antonio Zabaraín, Mauricio Gómez Amín, Carlos Meisel, Honorio Enríquez, Carlos Mauricio Farelo y Efraín Cepeda, presidente del Senado.
Sobre Cepeda fue más allá, asegurando que “se ilusionó con ser presidente”, tras creer que Petro caería políticamente.
El ministro del Interior, Armando Benedetti, también participó del evento y reforzó las acusaciones al Congreso, recordando nombres de legisladores que no apoyaron al Ejecutivo en sus reformas, en lo que fue leído como una advertencia para las próximas elecciones.
Los cierres viales generados por el evento también tuvieron efectos colaterales. Varias audiencias judiciales, como la preparatoria del juicio contra Nicolás Petro, tuvieron que realizarse de forma virtual. El juez del caso ordenó retomar las diligencias de forma presencial al día siguiente.
La magnitud del evento, el despliegue logístico, los tiempos de espera y las denuncias sobre incentivos materiales para asistir abren de nuevo el debate sobre las prácticas de movilización política en Colombia. Mientras el gobierno celebra el respaldo ciudadano, sus opositores advierten sobre un uso clientelista de los recursos del Estado.
Con el cabildo abierto de Barranquilla, Petro no solo midió fuerzas en una de las principales ciudades del país, sino que también dejó en evidencia cómo se juega la política en las calles: con discursos, aplausos, nombres propios y, también, buses.