Muchas de ellas comenzaron como secretarias, pero una vez se involucraron como funcionarias del servicio secreto lograron cosas imposibles: evitar atentados contra embajadas estadounidenses, detectar agentes de la inteligencia soviética y ayudar a liberar rehenes de territorios islámicos.
Todas estas historias sorprendentes de las versiones femeninas de James Bond quedan al descubierto en una colección de 120 documentos que fueron desclasificados este mes por la CIA, en un esfuerzo por analizar la situación laboral de las mujeres en la entidad desde 1947 hasta hoy.
En los papeles revelados se cuenta la vida de Meredith, quien se unió a la Agencia Central de Inteligencia en 1979. Iba detrás de su marido, más que pensando en una opción profesional. No lo veía casi en casa y entonces su esposo le comentó que buscaban en la CIA a una secretaria que fuera una persona de entera confianza. El sueldo era muy malo y las jornadas extensas, pero aún así estaba al lado de James Olson, su amado jefe de contrainteligencia.
Conoció los secretos de su marido y los cuidó con el mayor recelo durante los 31 años que estuvieron vinculados a la CIA. En todo momento mostraron ante el resto del mundo varias mentiras que jamás dejaron al descubierto sus labores con la seguridad estadounidense.
Por la confianza adquirida en su oficina, Meredith fue nombrada agente de contrainteligencia. Su misión era neutralizar actividades de espionaje del enemigo y encontró en su cuidadoso ojo detallista una ventaja que nadie más tenía. “Tenía un buen ojo para la ropa de lujo. Esto me permitió saber cómo vestían las personas por las que debería sospechar”, confiesa.
“Siempre he dicho que si alguna vez escribo un libro, me gustaría empezarlo con esta frase: Se notaba que eran espías por sus calcetines”, describió la agente cuyo aprecio por la moda le valió la clave para cumplir con su tarea, mejor que cualquier otro funcionario de la CIA.
“Siempre reconocía a los espías en su momento por los calcetines y por sus zapatos. Saltaban a la vista por lo que usaban y cómo lo usaban”.
Carla, otra agente de la CIA, comenzó en 1965 siendo mecanógrafa. Su llamativa belleza le sirvió para ganarse un puesto de espía tratando de seducir al enemigo. Tuvo éxito. Hacerse notar como una mujer poco brillante fue su arma letal.
Resultó involucrada con un agente enemigo, quien la subestimaba. “Sólo eres una mujer que no parece muy lista”, comentaba el oficial que tenía por plan hacer estallar una embajada estadounidense en África.
“De cualquier modo para él yo era ‘una mujer tonta’ y así lo mantuve para sobrevivir. Recuerdo que me encasillaba en muletillas como ‘¡oh! Dios mío’ o ‘vaya, es increíble’. Con eso me tomó toda confianza y me buscaba para hablar”.
El enemigo consideró a Carla una confidente inofensiva. “Me encanta charlar contigo, porque no eres muy brillante”, le decía su objetivo. “Y funcionó. Él me confesó todo sobre un complot para atacar con bombas la embajada. Entonces avisé, lo arrestamos a él y a su banda de hombres ‘listos’ tratando de cruzar la frontera”, confiesa la espía ‘poco brillante’ que se convirtió en jefe Adjunto de la División de África de la CIA.
Las mujeres inicialmente fueron contratadas como secretarias y mecanógrafas. Luego, muchas de ellas, se convirtieron en agentes secretos.
Distinciones también obtuvo Patty, otra agente que ingresó a la CIA en los 70 como asistente, para luego ser adalid de contrainteligencia. “Cuando entrábamos las mujeres, éramos esclavas del contrato. Sólo creían que servíamos para cumplir las funciones básicas”, dijo en una entrevista desclasificada.
En el 2004, Patty fue premiada con la Medalla de una Carrera Distinguida en Inteligencia de la CIA, y sus logros se debieron a lo que ella llama el “sexto sentido” de las mujeres. “Las mujeres nos distinguimos por ser más sensibles sobre lo que está cerca de nuestros espacios y somos capaces de identificar los detalles que parecen más insignificantes”. Su secreto como agente de contrainteligencia fue visitar constantemente centros comerciales. Allí detectaba al enemigo, cuando trataba de ir de compras simulando serenidad. “Un espía extranjero simplemente no podía fingir en las tiendas”.
En los documentos desclasificados de la CIA está la historia de una espía extranjera. Susan nació en Irán pero rechazó desde siempre las doctrinas islámicas. Nunca se imaginó trabajando para la CIA y mucho menos como pieza clave en una de las misiones más grandes que tuvo la inteligencia norteamericana el siglo pasado en la nación persa.
A finales de los 70 su marido le ayudó a ingresar a la Central de Inteligencia como traductora. Tenía por tarea ir dos días a la semana a instruir a agentes en persa y ocasionalmente traducir documentación. En 1979, cuando sucedió la toma de rehenes en la embajada estadounidense en Teherán, fue llamada ya no como traductora ordinaria, sino como agente especial responsable de la documentación clasificada que llegara en idioma persa.
“Para entonces no había traductores y casi nadie sabía árabe ni persa. Tuve que traducir todo lo que los iraníes nos enviaban respecto a los rehenes y yo era la única que podía conocer esa documentación que enviábamos al Departamento de Estado”. Fue una operación de sumo cuidado: era ella el eslabón para las conversaciones entre Washington y el ascendiente poder ayatolá.
Grandes logros, poco reconocimiento
Los documentos desclasificados no sólo cuentan las historias de algunas sobresalientes agentes. También echa un vistazo al interior de la institución que hace varias décadas despreció a las mujeres entre sus tareas más importantes. A menudo, las mujeres sólo eran consideradas para tareas de mecanografía, recepción, o acaso para labores mecánicas de telecomunicaciones.
La CIA reconoce que en los 50, a través de un estudio interno llamado ‘The Panel Petticoat’, las mujeres representaban casi el 40% de la nómina de la agencia, pero solo una quinta parte de ellas estaban por encima del nivel GS-7, que es un rango salarial estatal en el que GS-18 es el más alto. En contraste, el 70% de los hombres dentro de la organización superaban el GS-10 y un 10 de ellos el GS-14, una calificación que no obtuvo ninguna mujer durante la posguerra ni los inicios de la Guerra Fría.
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La CIA explicó que fabricó accesorios con chips de comunicaciones y códigos en los espejos, además de disponer en los vestuarios algunas conexiones con micrófonos ocultos.
Dentro de los secretos develados por la CIA hay una carta enviada por un jefe de inteligencia europea a la CIA en 1962. En ésta se manifiesta la reserva en los servicios secretos de los aliados en el viejo continente para considerar a mujeres dentro de sus agentes. “Tuve que considerarlas como elementos poco fiables e inseguros en la organización”, asegura el directivo que no es identificado.
“Un agente debe ser tranquilo – detalla el funcionario-, sin ostentación, y reticente. Las mujeres son emocionales, vanidosas, locuaces. Se enamoran con facilidad. Son impacientes con los estrictos requisitos de las medidas de seguridad. Ellas soportan las penurias pobremente. Por otra parte, tienden a ser incluso menos capaces físicamente y mentalmente. Estoy hablando de las mujeres europeas, por supuesto. Las mujeres estadounidenses pueden ser muy diferentes, por lo que sé”.
El agente reconoce una tarea que ha sido asignada con éxito a algunas europeas interesadas en trabajar para los servicios de inteligencia: “Pueden ser mensajeras”. Agrega: la “única agente mujer que ha tenido éxito”. Fue la esposa de un obrero y vivía con su bebé. Vivían en Alemania Occidental y le fue asignada la misión de llevar mensajes al lado socialista y esperar las respuestas. “Ella los ponía en el pañal del bebé y los guardias de aduanas no molestaban al niño. Así se prolongó esta estrategia durante casi un año hasta que ‘la fuente del otro lado se secó’. Ella fue una mujer excepcional”, escribió.
La desclasificación documental de la CIA incluye descripciones de la indumentaria de las agentes femeninas: micrófonos incrustados en trajes de noche, espejos con chips compactos para grabaciones y compartimientos para esconder armamento en sus accesorios.
En la actualidad al menos la mitad de la fuerza de inteligencia y contrainteligencia de la CIA es femenina. Incluso como hazaña reciente, la película Zero Dark Thirty, que relata el operativo que ultimó a Osama Bin Laden, está inspirado en el trabajo de una agente de la CIA que fue clave para dar con el paradero del líder de Al-qaeda y terrorista más buscado del mundo.
De secretarias a agentes de la CIA
Jue, 14/11/2013 - 10:57
Muchas de ellas comenzaron como secretarias, pero una vez se involucraron como funcionarias del servicio secreto lograron cosas imposibles: evitar atentados contra embajadas estadounidenses, detectar