
La administración del presidente Gustavo Petro atraviesa una crisis institucional sin precedentes que no solo ha sacudido a su gabinete con renuncias en serie, sino que ha provocado una estampida de exfuncionarios que hoy se desmarcan del proyecto del Pacto Histórico y se posicionan como aspirantes presidenciales para las elecciones de 2026.
Cinco ministros y dos altos funcionarios han salido del Gobierno denunciando presiones e interferencias. Un fenómeno que, lejos de ser anecdótico, empieza a formar un patrón preocupante: exfuncionarios que, tras abandonar la Casa de Nariño, revelan una serie de presuntas injerencias que ponen en duda la autonomía y legalidad de sus gestiones.
El caso más reciente es el de la exministra de Justicia, Ángela María Buitrago, quien acusó directamente al ministro del Interior, Armando Benedetti, y a la directora del DAPRE, Angie Rodríguez, de intentar manipular decisiones como la remoción del director de la Uspec y el manejo del sistema penitenciario. En su renuncia, Buitrago aseguró haber puesto en conocimiento del presidente Petro estas presiones, pero recibió, según ella, indiferencia institucional. Petro, por su parte, ha negado tajantemente tales acusaciones.
Renuncias con ventilador
A esta denuncia se suman los testimonios de otros exministros como Luis Carlos Reyes (Comercio), Cecilia López (Agricultura), y María Constanza García (Transporte), quienes han expuesto situaciones similares. Reyes incluso involucró al hijo del presidente, Nicolás Petro, y a la suegra de Benedetti en una presunta red de clientelismo dentro de la DIAN y la Polfa. La salida de Jairo Villabona, su sucesor en la DIAN, también estuvo marcada por presiones para imponer metas de recaudo “irrealizables”, según denunció.
La tensión se agudizó con la controversia por la licitación de pasaportes, que derivó en la salida del excanciller Álvaro Leyva y de la directora de la Agencia Jurídica del Estado, Martha Lucía Zamora, tras acusaciones cruzadas que apuntaban a manejos irregulares e intereses privados.
En Hacienda, la historia se repitió. Diego Guevara renunció luego de que su plan de recorte presupuestal fuera desautorizado por el presidente, quien calificó a su equipo económico como “uribista”, pese a que intentaban evitar un colapso financiero.
De ministros a presidenciables
Este clima tóxico ha tenido una consecuencia política clara: varios de los exfuncionarios de mayor confianza de Petro han comenzado a tomar distancia del Gobierno para preparar su camino hacia las elecciones presidenciales de 2026. Roy Barreras, Mauricio Lizcano, Juan Fernando Cristo y Luis Gilberto Murillo ya se mueven en las regiones, buscando apoyos con un discurso reformista pero crítico frente a la gestión de Petro.
Barreras, quien fue embajador en Reino Unido, ha dicho públicamente que la “paz total fracasó por falta de método”. Lizcano, exministro TIC, ha criticado el debilitamiento del Estado frente a grupos ilegales y la mala implementación del cese al fuego. Cristo cuestionó la ingenuidad de creer que actores armados actuales tienen propósitos políticos. Murillo, por su parte, intenta sacudirse la etiqueta petrista, afirmando que es un “candidato de la gente”.
Paradójicamente, estos líderes fueron figuras clave en la victoria del Pacto Histórico en 2022, celebraron las reformas que hoy denuncian y defendieron públicamente decisiones que más tarde cuestionarían. Ahora buscan agruparse en una eventual alianza de centro, que podría enfrentar tanto al oficialismo como a la derecha tradicional en una elección marcada por la decepción ciudadana y el desgaste del proyecto de gobierno.
Un gabinete fracturado y el “poder detrás del poder”
La salida en bloque de funcionarios que han denunciado una “mano invisible” tras las decisiones en Palacio fortalece la narrativa de un gobierno centralista, donde figuras como Armando Benedetti y Laura Sarabia habrían concentrado un poder desproporcionado. La idea de un “poder detrás del poder” ha ganado tracción, pese a los intentos del presidente por desvirtuarla.
En paralelo, el Pacto Histórico enfrenta una crisis de liderazgo, con candidaturas divididas entre los “puros” como Gustavo Bolívar, María José Pizarro o Carolina Corcho, y los moderados que buscan una reconfiguración del progresismo sin Petro a la cabeza.
El desgaste prematuro del Gobierno, sumado a las fracturas internas, allana el terreno para una campaña presidencial donde los exaliados serán también los principales opositores. La historia ya ha comenzado a escribirse en plazas públicas y redes sociales: el “pospetroismo” ya no es un horizonte lejano, sino un presente en plena construcción.