
Mientras los amiguitos de Taylor Wilson jugaban a inflar bombas de látex, él construía, con una botella de píldoras y productos químicos de hogar, una bomba molotov. Un año después, el niño comenzaría a probar con uranio y plutonio comprados en pequeñas muestras por Internet. Sus padres se enteraron de los experimentos de su hijo cuando a los 14 años construyó un reactor atómico de fusión. Taylor perfeccionó su invento, lo patentó y lo presentó en La Feria Internacional de Ingeniería de Intel, compitiendo contra 1.500 científicos experimentados. El joven ganó los 50 mil dólares del primer puesto y ahora trabaja con la Agencia Norteamericana de Energía Atómica.