
En Colombia, no se combate la pobreza: se gestiona. Millones de ciudadanos sobreviven con subsidios que no sacan a nadie del hueco, pero sí aseguran votos, clientelas y la fantasía de un Estado presente. ¿Hasta cuándo la limosna será política pública?
Mientras medio país hace fila para recibir 80 mil pesos del gobierno, el otro medio se pelea por el poder que mantiene a la gente ahí: pobre, dependiente, agradecida. En Colombia, los subsidios no empoderan. Calman el hambre un día… y extienden la pobreza toda una vida.
-
Lea también: La estafa a la salud mental
El “Estado social” terminó siendo el “Estado limosnero”. En lugar de garantizar educación, empleo y oportunidades, ofrece dádivas que maquillan el fracaso. No hay transformación productiva, ni movilidad social, ni desarrollo real. Solo hay bonos, apps, listas de espera… y silencio.
Cada cuatro años cambian los nombres: Familias en Acción, Ingreso Solidario, Renta Ciudadana. Pero la estrategia es la misma: sostener la pobreza como activo electoral. Porque el que tiene hambre no protesta. Y el que espera un giro, no se va a la marcha.
El gobierno de Gustavo Petro prometió justicia social, pero hasta ahora administra la miseria con discursos románticos y soluciones circulares. Dicen que los subsidios son “puentes hacia la dignidad”. Pero ¿a qué tierra conducen esos puentes si no hay empleo, ni tierra, ni educación?
Colombia está llena de jóvenes atrapados entre dos tragedias: o depender del giro mensual… o caer en la economía criminal. Nadie les ofrece un camino distinto. Solo el mensaje tácito de siempre: “sobreviva como pueda”.
El subsidio es necesario, sí. Pero cuando se vuelve permanente, se convierte en la coartada perfecta para no cambiar nada. Ni el sistema, ni la estructura, ni la realidad. Solo las cifras del DANE y el relato de un país que no se atreve a sacudirse de verdad.
⸻
Y la reflexión final:
La pobreza en Colombia no es una emergencia. Es una estrategia.
Y mientras eso no cambie, el Estado seguirá administrando la necesidad… en lugar de erradicarla.