Por estos días se adelanta en la ciudad escocesa de Glasgow la Cumbre Climática Mundial, COP 26, en la que líderes mundiales de las principales potencias y de los países en vías de desarrollo se dan cita para hablar de sus objetivos ambientales de cara a la lucha contra el cambio climático, la deforestación acelerada, la reducción de las emisiones de carbono, entre otras materias.
Solo por raspar la superficie, en estos diálogos participan los presidentes de Estados Unidos, Reino Unido, de gran parte de las naciones de la Unión Europea, América Latina y el Caribe, Asia, África y Oceanía; siendo el escenario en el que año tras año, desde 1994, estos líderes se dan cita para hablar de medio ambiente y trazar la línea de acción a corto, medio y largo plazo. Iniciativa para la que se cuenta con grandes metas comunes para el 2030 y 2050.
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Hace un año, por temas de covid, no fue posible celebrar la Cumbre Climática, por lo que este 2021 llega recargada con un mensaje que ha logrado calar en lo más profundo de los discursos de los mandatarios globales: es ahora o nunca… Es momento de tomar acción para recobrar el rumbo del futuro del planeta.
La importancia de dicho llamado quedó en evidencia nada más y nada menos que en el discurso de apertura del propio director de las Naciones Unidas, Antonio Guterres: “Basta de maltratar la biodiversidad. Basta de matarnos a nosotros mismos con el carbono. Basta de tratar a la naturaleza como un retrete. Basta de quemas, perforaciones y minas cada vez más profundas. Estamos cavando nuestra propia tumba".
Por su parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente tiene dentro de su agenda en esta COP 26 varios objetivos principales: aumentar la ambición de las naciones y estimular la acción inmediata, cumplir la promesa de 100 mil millones de dólares en apoyo para los países en desarrollo, estimular la financiación privada a gran escala necesaria para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París y promover soluciones que permitan reducir la emisión de gases de efecto invernadero.
Frente a dicha labor, países como Colombia, por ejemplo, han avanzado significativamente, o por lo menos eso se puede concluir de la gran cantidad de felicitaciones que se ha llevado el Gobierno en los pocos días de cumbre, así como la obtención de millonarias donaciones y créditos que llegarán para ser inyectados en la lucha contra la deforestación y diferentes labores de acción climática.
Además, el Gobierno Duque ha reiterado su compromiso con convertir el 30% del territorio nacional en área ambiental protegida y plantar 180 millones de árboles de acá al 2022, que se suman a sus previos anuncios de intentar velar por una ganadería sostenible, asegurar incentivos para la movilidad eléctrica y garantizar una política nacional de economía circular.
Cabe recordar que hay varios acuerdos y extensiones que enmarcan los compromisos ambientales de los países: La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992, que trata sobre la reducción de gases invernadero; el Protocolo de Kioto de 1997, que definió los límites de emisiones de los países desarrollados; y el Acuerdo de París, adoptado en 2015, en el que varios países acordaron aumentar sus esfuerzos para limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados por encima de los niveles de la era preindustrial.
En esta COP 26 esos temas siguen sobre la mesa y naciones de todo el mundo, algunas más avanzadas que otras en sus objetivos, se aventuran a imponer nuevas metas o ratificar las ya existentes. Luchar contra la ganadería extensiva, la deforestación, apostarle a las energías limpias, reducir las emisiones de carbono, aumentar las áreas naturales protegidas, proteger a las comunidades vulnerables y defensores del medio ambiente, son algunas de las propuestas que se apropian de los discursos en esta ocasión.
Queda por esperar entonces los resultados finales de la COP 26, que ya deja compromisos de gran importancia como el realizado por 80 países para reducir las emisiones de carbono. No obstante, como los distintos informes ambientales de la propia ONU y las experiencias previas de otras Cumbres Climáticas lo demuestran, más valen las acciones que las palabras. Los Estados deben, por lo tanto, aplicar todas estas lecciones de cooperación y unión que ha dejado la pandemia y trabajar juntos para ralentizar el reloj del apocalipsis que avanza a pasos agigantados.
