Hasta la fecha no hay estudios que respalden la infidelidad como causa genética. Sin embargo, investigaciones evidencian que este comportamiento es aprendido. Tiene relación con causas, aspectos y comportamientos sociales.
A pesar de que el adulterio es rechazado en diferentes culturas, se cree científicamente que el ser humano, en el caso de los hombres, debe crear una diferencia entre los demás. Debe ser fuerte, social, rudo y tener varias parejas con el fin de subsistir. Al menos así sucedía millones de años atrás.
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La infidelidad nace cuando se idealiza a una persona y cuando la pareja no responde a esta idealización llega la frustración, los celos, la ira, el desencanto y la decepción.
Al no responder a estos ideales, se presenta la infidelidad. La persona busca por otros medios a alguien que sí responda a ellos.
Son varios factores los que llevan a que las personas se alejen de su pareja estable e inicien una aventura con otra. Uno de ellos es la rigidez, el poderío dentro de la relación, falta de libertad y comunicación, asfixia emocional y, considerado como el peor de todo, la monotonía que a fin de cuentas está formada por los factores mencionados con anterioridad.
Más allá de los elementos que la componen, es el resultado de no poder resolver y afrontar las crisis cotidianas. Es una forma de comunicación que muestra una falta de compromiso.
Y cuando esta se presenta, causa daños en la persona que fue afectada. Su autoestima, seguridad y confianza bajan.La vacuna para este mal es explicada por los expertos como una dosis de amor. En ella debe haber comunicación, respeto, aceptación, valores, humildad y honestidad. Como dato adicional, existen casos en el que los hijos son infieles porque vieron como uno de sus padres lo era. Lo ven, en el subconsciente, como algo normal.