
La vitamina A, muchas veces pasada por alto frente a otros nutrientes más populares, es una aliada fundamental para la salud integral del cuerpo humano. Más allá de su rol en el sistema inmunológico y la visión, esta vitamina liposoluble también ha ganado protagonismo en el mundo de la belleza por sus poderosos efectos sobre la piel y el cabello.
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¿Qué es la vitamina A?
Se trata de una vitamina liposoluble, es decir, que se almacena en el hígado y se libera al organismo según sus necesidades. Esto significa que, con una alimentación adecuada, es posible mantener una reserva suficiente que garantice su disponibilidad en momentos clave.
Entre sus múltiples funciones, la vitamina A destaca por:
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Proteger la salud visual, especialmente en condiciones de poca luz, gracias a su papel en la función de la retina.
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Fortalecer el sistema inmunológico, al promover la producción de glóbulos blancos y proteger al cuerpo frente a infecciones.
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Regenerar tejidos, siendo esencial para la renovación celular de la piel, mucosas y otras estructuras epiteliales.
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Cuidar la piel y el cabello, ayudando a prevenir problemas como el acné, la sequedad cutánea, la caída del cabello y la pérdida de brillo.
¿Qué beneficios tiene su consumo?
En el ámbito de la estética, la vitamina A se ha convertido en un ingrediente estrella de muchos tratamientos dermatológicos y cosméticos. Su poder antioxidante ayuda a:
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Reducir arrugas y manchas.
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Mejorar la textura de la piel.
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Estimular la producción de sebo, manteniendo la piel hidratada y protegida.
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Prevenir la caída del cabello, fortaleciendo el cuero cabelludo y favoreciendo el crecimiento saludable del pelo.
No en vano, el retinol (una de las formas activas de la vitamina A) es uno de los compuestos más utilizados en cremas antiedad y tratamientos para el acné.
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¿Qué alimentos son ricos en vitamina A?
La vitamina A puede obtenerse de fuentes animales y vegetales. En los alimentos de origen animal está presente como retinol, su forma activa, fácilmente absorbible por el organismo. En los vegetales, está en forma de carotenoides, que el cuerpo convierte en vitamina A según sus necesidades.
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Hígado (especialmente de ternera o pollo)
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Productos lácteos (leche, queso, mantequilla)
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Huevos (especialmente la yema)
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Salmón
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Atún
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Zanahorias
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Calabaza
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Espinacas
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Col rizada (kale)
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Pimientos rojos
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Boniatos (batatas)
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Acelgas
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Col
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Albaricoques
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Melocotones