El helado de leche materna sabe a queso de cabra

Mar, 01/03/2011 - 09:00
El helado de chicle siempre me pareció un atentado a la gastronomía. Lo mismo que el de ron con pasas. Yo no había digerido la noticia de que en Japón tienen helados de pescado, papa e incluso lec
El helado de chicle siempre me pareció un atentado a la gastronomía. Lo mismo que el de ron con pasas. Yo no había digerido la noticia de que en Japón tienen helados de pescado, papa e incluso lechuga, y ahora me salen con que hay un helado, acá en Londres, de leche materna. No pude contenerme: tuve que ir a probarlo. Pero todo salió mal. Primero me dijeron que el helado estaba agotado. Y, acto seguido, salió la noticia de que un juez de la Corte Real acababa de confiscar toda la leche materna que tenía la heladería para hacer sus helados. Al juez le llegaron dos quejas de gente que se había enfermado, ordenó hacerle una serie de pruebas y, el lunes por la noche, dictó que agua de tu madre no beberás. Me quedé con las ganas, afortunadamente. Todavía no se sabe si le van a imponer alguna multa a The Icecreamest, la heladería que salió en gran parte de la prensa mundial desde la semana pasada gracias a su excéntrico invento. El mismo día del lanzamiento, la gente hizo fila en la sede del barrio Covent Garden para probarlo y pagar $50.000 por una copa. Se lo acabaron en cuatro horas. La crítica de restaurantes de The Guardian, sin embargo, sí tuvo la oportunidad de saborear tan apetecido bocado: “al principio sabe al clásico helado de vainilla, hasta que un sabor que te cubre la boca empieza a sentirse: es un delgado sabor a queso de cabra”. La primera mamá que trabajó como proveedora de su leche fue Victoria Hiley, de 35 años. Su leche sirvió para hacer las primeras cincuenta copas de helado. Ya habían sido quince las mujeres que hicieron parte de este invento, y tenían una fila de 35 listas para vender su leche. Lactanban desde sus casas y la mandaban por correo, como la leche normal, salvo que a ellas les pagaron quince libras ‒casi 50 mil pesos‒ por cada 300 milímetros de leche materna. La receta mezclaba la leche con vainilla traída de Madagascar y ralladura de limón. Al invento le pusieron Baby Gaga, referencia a la cantante que se viste con vestidos de carne cruda, Lady Gaga. La temática de la heladería es el sexo: las meseras están vestidas como policías o stripers y la decoración es como la de un cabaret: luz tenue, cueros rosados y espejos. Una mujer en cueros blancos con pompones en la punta de los senos era la elegida para servirle el helado de leche materna. Lo servían en una copa de martini y con una galleta. Según la heladería, para mantener los estándares más altos de higiene y salubridad, los controles sanitarios para las mujeres lactantes que se usaron para hacer este helado fueron los mismos que usa el Ministerio de Salud Británico (NHS) para los donadores de sangre. Victoria, la primera donante, dijo en su momento “si los adultos supieran los beneficios que tiene la leche materna, este helado se habría inventado hace años”. Según ella, así sonara inapropiado, no hay algo más saludable que darle un helado de estos a un niño, porque están llenos de calcio y vitaminas. Ella también sostuvo, según le dijo al Daily Mail, que esta es una práctica humana, natural, que rescata los atributos de la maternidad. Así sea servido en un restaurante con cara de burdel, ella cree que es una celebración de la maternidad. Algo parecido sostuvo Matt O'Connor, el gordo de pelo pintado que es propietario de la heladería, cuando lanzaron el producto: "la lactancia materna tiene miles de beneficios para los bebés, y por eso debe ser consumida por adultos también. Además, hace al menos cien años que nadie innovaba en el campo de los helados". Pero todo les salió mal. La gente se quejó y se los confiscaron. Hace poco me enteré de que una discoteca en Berlín –de aquellas donde la gente tiene sexo en vivo y demás prácticas de esta sociedad recatada del siglo XXI– vende colombinas con sabor a excremento. Así es el mundo donde vivimos: uno donde el helado de leche materna se vende en cuatro horas. Pero el mismo mundo les confiscó semejante escoria de producto. Es decir, la humanidad sí tiene remedio. Empecemos por confiscar, también, todas las raciones de helado de chicle habidas y por haber. ¡Qué lo confisquen!
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