La organización Save the Children cumple 40 años en Colombia, un periodo marcado por emergencias humanitarias, migración, violencia armada y profundas transformaciones del país. Para comprender este recorrido, conversamos con Felipe Cortés, director de incidencia, quien repasa los momentos más emblemáticos y los desafíos actuales para la protección de la niñez colombiana
Armero: el origen de una misión en territorio
Save the Children llegó al país durante la tragedia de Armero. En ese entonces, la organización era apenas un equipo de cinco personas ubicado en Teusaquillo, pero la emergencia movilizó a toda la red internacional, presente en más de 110 países.
Durante la reconstrucción del nuevo Armero en Guayabal, Save the Children acompañó procesos de autoconstrucción que dieron origen a la Ciudadela Nuevo Horizonte, donde hoy viven más de cuatro generaciones. Cortés recuerda casos que revelan la magnitud del impacto, como el de Eduardo, hoy conductor del equipo en el Valle, quien fue uno de los niños sobrevivientes atendidos en aquella época.
Otra historia reciente proviene de una colega que, durante un evento por el aniversario, reveló ser “una niña de Armero”. Ella relató cómo escuchaba hablar del “libro rojo”, un documento donde se registraban los nombres de los niños y sus familias para evitar pérdidas de identidad y adopciones irregulares, un tema crítico en aquel momento.
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Migración venezolana y protección internacional
Décadas después, esa experiencia sirvió de base para enfrentar otra crisis: la migración proveniente de Venezuela, cuando más de 2.000 niños estaban en el sistema de protección colombiano. Ante la intención del gobierno venezolano de repatriarlos masivamente, Colombia aplicó el principio del interés superior del niño, evaluando condiciones familiares y de protección antes de permitir cualquier traslado.
Finalmente, la repatriación no se realizó y hoy se reconoce como una buena práctica internacional.
Desplazamiento, conflicto y reclutamiento
Cortés explica que cada época ha traído retos distintos. Desde el impulso a los derechos de la niñez en la Constitución de 1991, hasta el recrudecimiento del conflicto armado en los 2000, cuando el desplazamiento alcanzó niveles inéditos: Colombia cuenta hoy con más de 9 millones de víctimas, de las cuales el 22 % son niños, niñas y adolescentes —casi 2 millones.
A pesar de la Ley de Víctimas de 2011, solo un 8 % ha sido indemnizado, una deuda que podría tardar 25 años más en saldarse.
La crisis continúa. En el Catatumbo, por ejemplo, en el último gran desplazamiento masivo, madres huyeron con sus hijos para evitar su reclutamiento, solo para encontrarse en Cúcuta con nuevas condiciones de pobreza y riesgos.
Según la Defensoría del Pueblo, más de 600 casos de reclutamiento se registran cada año. El Secretario General de la ONU ubica a Colombia como el séptimo país del mundo con más reclutamiento infantil y como el cuarto con mayor número de ataques a la educación, según la Coalición Global para Proteger la Educación de Ataques.
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Redes sociales y fragmentación de grupos armados
Hoy, la competencia entre más de 21.000 integrantes de grupos y bandas armadas ha intensificado el reclutamiento y la violencia contra escuelas y docentes. Además, surgió una modalidad más silenciosa: el reclutamiento digital, que opera a través de redes sociales.
Save the Children lidera hoy un espacio multiactor para entender estas dinámicas, fortalecer el control parental y diseñar medidas preventivas.
Más financiamiento y una protección integral
El reto se agudiza con una reducción del 40 % en la cooperación internacional, mientras aumentan los gastos militares globales. Para proteger efectivamente a la niñez, Colombia requiere invertir 18 billones de pesos anuales hasta 2030, articulando educación, salud, nutrición, transporte escolar y salud mental. Aunque existe un trazador presupuestal para infancia, aún falta coordinación interinstitucional.
Tres metas para la niñez en los próximos 5 años
Cortés plantea tres prioridades:
- Mejor acceso a servicios básicos: agua potable, nutrición, salud y educación desde la primera infancia.
- Entornos seguros frente al reclutamiento, violencia digital, violencia de género y ataques a la educación.
- Participación real de los niños y niñas: incluir sus voces en políticas ambientales, de desarrollo y de protección.
“Sin su voz, nada”, concluye.
