
Colombia ha sido elegida para ocupar un asiento como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para el período 2026-2027. Este anuncio, más allá del simbolismo diplomático, representa un paso estratégico con implicaciones clave en política exterior, liderazgo regional y responsabilidades internacionales.
El Consejo de Seguridad es el órgano más poderoso del sistema de Naciones Unidas. Tiene la responsabilidad principal del mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, y sus decisiones —como la imposición de sanciones o el envío de misiones de paz— tienen carácter vinculante. Aunque solo cinco países (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido) tienen poder de veto, los diez miembros no permanentes también tienen voto y voz activa en las decisiones.
Un mayor protagonismo global
Para Colombia, esta elección significa ocupar un lugar privilegiado en la mesa donde se toman las decisiones más importantes del planeta. Tendrá la posibilidad de incidir en temas de alto impacto global como guerras, crisis humanitarias, intervenciones armadas, terrorismo o conflictos regionales. Aunque los países sin veto no definen por sí solos el rumbo de las resoluciones, su papel en las negociaciones puede ser determinante.
Además, estar en el Consejo implica participar en sesiones cerradas y discusiones de alto nivel, donde se delibera sobre las amenazas más serias a la paz mundial. Esto posiciona a Colombia como un actor de relevancia en la agenda internacional, más allá de sus fronteras inmediatas.
Fortalecimiento de la política exterior
Este nuevo rol también representa un respaldo al cuerpo diplomático colombiano y a su trayectoria en el escenario multilateral. Colombia ha buscado consolidarse como una voz moderada y constructiva en asuntos globales, y esta elección refuerza esa imagen.
El reto, sin embargo, será mantener una postura coherente frente a conflictos complejos y evitar contradicciones entre el discurso y las acciones. El mundo estará observando cómo Colombia vota, qué tipo de resoluciones impulsa y cómo construye consensos en medio de un escenario marcado por tensiones geopolíticas crecientes, como las guerras en Ucrania y Gaza, la crisis en Sudán, o las fricciones en América Latina.
Vocera regional y referente latinoamericano
Como único país de América del Sur que estará en el Consejo durante este periodo, Colombia tendrá una oportunidad única para ejercer liderazgo regional. Podrá canalizar las inquietudes de América Latina y el Caribe en temas clave como el cambio climático, la migración, el tráfico de armas, los derechos humanos y el narcotráfico.
Este rol también conlleva una expectativa de actuar como puente entre los intereses del sur global y las potencias tradicionales, promoviendo una agenda más equitativa y representativa.
Entre la visibilidad y la responsabilidad
Estar en el Consejo no es un simple honor diplomático: es una responsabilidad de alto nivel. Colombia deberá demostrar capacidad técnica, preparación política y una visión estratégica clara. La participación en este organismo exige una diplomacia profesional, bien asesorada y con autonomía suficiente para actuar con criterio frente a las grandes potencias.
Además, tendrá que manejar con inteligencia las tensiones entre su política exterior y las dinámicas internas del gobierno. La forma en que Colombia se comporte en el Consejo puede fortalecer —o debilitar— su imagen internacional y su credibilidad como actor confiable.
Un reto y una oportunidad
La elección de Colombia como miembro no permanente del Consejo de Seguridad es, sin duda, una oportunidad histórica. Pero también un desafío enorme. No se trata solo de estar en la mesa: se trata de tener algo que decir, de decirlo con claridad, y de hacerlo con coherencia.
El país tiene ante sí la posibilidad de demostrar que puede ejercer liderazgo global desde América Latina. Ahora, el verdadero examen será cómo lo ejerce.