BEMOLES – Sin aplausos termina concierto

Lun, 10/01/2011 - 08:34
capilla del hotel Santa Teresa, con programas variados entre mañana y noche. No es descriptible la sensación de un oyente cuando a pedido de los organizadores se solicita evitar los aplausos despué
capilla del hotel Santa Teresa, con programas variados entre mañana y noche. No es descriptible la sensación de un oyente cuando a pedido de los organizadores se solicita evitar los aplausos después  de una interpretación. Esto sucedió en la segunda parte del concierto nocturno cuando se escucharon el contrapunctus XVIII de El arte de la fuga de Bach y una obra que debe ser estreno en Colombia de la compositora checa Sylvie Bodorova nacida en 1954, El Terezin Ghetto Requiem escrito para cuarteto de cuerdas y barítono en 1998, como tributo a miles de artistas sacrificados por los nazis en Terezin un pueblo al norte de Praga. La obra en tres movimientos marcó instantes de meditación y hasta de dramatismo por la calidad de la música interpretada por el cuarteto Brentano invitado este año al festival de Cartagena. Se inició escuchando  la tenue voz del barítono Nomura, que fluía desde el altar como si fuera una sonido fantasmal que acompañaba una música elemental con la belleza de las cosas sencillas, conformando el “Lacrimosa”. Después disonancias del chelo marcaron el contraste para el “Dies Irae” de un dramatismo en el cual la compositora vuelca su sentimiento de rechazo a la tragedia. Finalmente en el Libera Me el cantante con gran volumen parece tratar de zafarse o liberarse literalmente de la intrincada polifonía de las cuerdas, para dar paso a un final tranquilo con el hermoso y quedo sonido de los armónicos de los cuatro instrumentos. Silencio que llegó al alma de los presentes durante bastantes segundos, reflexión, respeto y hasta recuerdo de nuestra propia tragedia de violencia inentendible tan grave como la aludida en la composición, como le escuché a una bella dama. Poco antes habíamos escuchado el mejor ejemplo de lo que es una fuga de Bach bien interpretada cuyo final también en silencio, permitió  recalcar la perfección técnica de la música con unos instrumentistas que supieron transmitir ese mensaje de música para la contemplación y no para el aplauso. La chelista Kristina Reiko Cooper, ofreció una interpretación del Kol Nidrei op.47 de Max Bruch que no dudamos en calificar la mejor del día. Con un instrumento antiguo de un sonido profundo y maravilloso, demostró por qué ha sido invitada de nuevo al quinto festival. El vibrato y la afinación complementados con su presencia escénica, mezcla de picardía y conocimiento la obligaron a saludar varias veces al público Quienes conocemos la forma de tocar el piano del director del festival Stephen Prutsman nos extrañamos de verlo programado en el trío en la menor junto con la señora Cooper  y el violinista Sussmann, pues su estilo no es para música íntima de cámara como esta obra de Saint Saens. En el tercer movimiento no aguantó más  y opacó totalmente a sus compañeros de grupo con su fortísimo final. En la audición de la mañana, a Mark Steinberg el primer violín del cuarteto Brentano no le salió del todo limpia su versión de la sonata No. 2 BWV 1003 para violín solo de Bach. Prutsman (piano) y Allifranchini en el violín tocaron la sonata de Ottorino Respighi   una obra poco conocida de este músico bien denominado en las notas de mano como el Debussy italiano. La debutante canadiense Ángela Cheng nos ofreció una versión apasionada de la polonesa-fantasía óp. 61 de Chopin como final de la jornada matinal.
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