Alexa Rochi: Así fue ser mujer en las filas de las FARC

Dom, 06/07/2025 - 08:00
La guerra tenía una estructura masculina y vertical, incluso cuando miles de mujeres sostenían la retaguardia, la logística y la vida.
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Alexa Rochi recuerda con precisión lo que era ser mujer en la guerra. No habla de forma abstracta. No teoriza. Habla desde la experiencia de haber cargado un fusil y al mismo tiempo, haber escondido su deseo por las mujeres como si fuera una amenaza, porque en el contexto de la guerra, lo era.

“Para mí era normal, porque era la familia que había escogido. El lugar que me había cuidado y protegido en medio de las circunstancias que me obligaron a irme a la guerrilla de las FARC”, dice. Pero la normalidad, en ese contexto, era otra forma de obediencia.

La guerra no es ciega al género. Tiene jerarquías, roles definidos, castigos implícitos y explícitos. Alexa lo explica sin rodeos: “Según el informe de la ONU, el 40% del componente de las FARC éramos mujeres. Pero era profundamente patriarcal, machista”. No es una contradicción menor. En una organización que se proclamaba revolucionaria, la estructura interna replicaba muchos de los mismos patrones que las mujeres combaten hoy afuera.

“En el Estado Mayor Central, ni en el Secretariado, nunca hubo una mujer. Siempre fueron los hombres. Y la guerra siempre la han hecho y dirigido los hombres”. La estructura vertical no era solo militar: era también de género.

Dentro de los campamentos, el cuerpo femenino era un territorio regulado. La autonomía corporal no era una posibilidad: “La planificación era obligatoria. No era como que, como tú eres adolescente, vamos a ver qué método te conviene. No. Lo que hubiera. Era: lleve la aguja”. No se trataba solo de evitar embarazos; se trataba de controlar el tiempo, el deseo, las consecuencias. Las reglas no admitían discusión. “Era una orden”.

Las relaciones afectivas también tenían límites tajantes. “Tenían que ser heterosexuales, cisgénero. Dentro de las FARC no había espacio para las diversidades. Decían que eso era parte de la descomposición social”. Alexa, que descubrió su atracción por las mujeres en medio de la guerra, vivió ese descubrimiento como una amenaza. “Después de los 23 fue entender que tenía una atracción por las mujeres… fue echarle una patica a la incertidumbre, por el miedo al fusilamiento”.

Nunca lo dijo en voz alta. Guardó silencio. Escondió afectos, algo que ha cambiado con su vida lejos de aquel pasado: “Hoy digo que soy lesbiana. En esa época no sabía lo que era", dice reflexionando que lo que no se podía nombrar no existía. Y lo que no existía, podía ser eliminado.

A pesar de todo, dentro de las FARC también encontró referentes. Mujeres que no solo sobrevivían a la estructura, sino que abrían espacio dentro de ella. Una de ellas fue Rocío, comandante y jefa de explosivos de la que viene su sobrenombre 'Rochi': “Esos cargos casi siempre se los daban a los hombres. Pero Rocío estaba ahí, y lo hacía bien. Y, sobre todo, formaba mujeres”.

No desde la retórica. Desde la práctica. “Decían: si nosotras pudimos, ustedes también pueden. Éramos muchas. Todas estábamos entre los 20 y 21. Y nos formaban como cuadros, como líderes, no solo como combatientes”.

De hecho fue Rocío quien la empujó a formarse como fotógrafa. “Me dijo: queremos que usted se vaya a aprender. Y eso, en las FARC, era raro. Porque normalmente no te preguntaban nada. Te mandaban. Pero ella me dijo: aprenda, porque donde uno vaya, siempre va a haber gente buena y los mejores. Y nosotras tenemos que estar entre los mejores de los mejores”.

Después de la firma del acuerdo de paz, Alexa comenzó a hablar en voz alta. A usar palabras que durante años le estuvieron prohibidas: lesbiana, feminista, género. “La palabra lesbiana y feminista es como el coco en algunos diccionarios. Pensé que eso me iba a traer problemas. Pero lo que no se nombra, no existe”.

Salió del partido político formado por excombatientes. Lo hizo por dignidad, por hartazgo, por cansancio de seguir reproduciendo estructuras que ya no le decían nada. “Mucha gente hoy no ha pagado su chip de guerrillero. Se creen comandantes de saco y corbata. Pero lo que nos hacía guerrilleros era el fusil. Y ya lo entregamos”.

Después de haber trabajado en la presidencia, de graduarse con honore, publicó un fotolibro llamado Disparos x disparos, donde recoge 11 años de imágenes tomadas durante su paso por la guerrilla. Fotos de vida cotidiana, de naturaleza, de humanidad en medio de la guerra.

Hablar de cómo fue ser mujer en las FARC no es contar una sola historia. Es abrir una caja de múltiples verdades, muchas veces incómodas. Alexa Rochi lo sabe. 

Porque hablar, como lo ha hecho Alexa es una forma de reapropiarse de la historia. Y nombrarse: lesbiana, feminista, fotógrafa, excombatiente, es también desafiar los márgenes que alguna vez quisieron trazar por ella.

Alexa no busca redención ni absolución. Busca sentido. Y lo construye a pulso: con cada imagen que captura, con cada palabra que ahora puede decir, con cada espacio que habita sin pedir permiso. La guerra ya no la define. Pero la memoria, esa que se nombra, que se documenta, que se muestra sin miedo, sí.

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