3 historias que sobreviven al Mónaco

Vie, 22/02/2019 - 13:53
Pasadas las 11:50 de la mañana una nube de polvo entre blancuzco y amarillento se precipitó sobre las cabezas de cientos de personas que se encontraban reunidas en el Club Campestre de Medellín. La
Pasadas las 11:50 de la mañana una nube de polvo entre blancuzco y amarillento se precipitó sobre las cabezas de cientos de personas que se encontraban reunidas en el Club Campestre de Medellín. Las partículas de escombros pertenecían al edificio Mónaco, una de las propiedades más célebres de Pablo Escobar, y muchas de las personas que presenciaban esta implosión habían sido afectadas por la sevicia de su más famoso dueño. Por momentos, esas piezas mínimas de edificio demolido se cruzaron con las lágrimas que salían de los ojos de estos personajes que fueron presentados como el centro del acto debido a su condición de testigos dobles: del dolor de la violencia y de una caída nombrada como un nuevo comienzo.

El sobreviviente

Guillermo León Puerta Patiño era uno de los sobrevivientes del narcotráfico que estaban allí. Según cuenta, en enero de 1988, él también estuvo en el Mónaco cuando el Cartel de Cali detonó el primer carro bomba, de los muchos que llegaron luego, con el fin de matar a Escobar. Puerta estuvo allí porque en ese entonces trabajaba en el equipo de antiexplosivos de la Policía Metropolitana y tenía como misión llegar a los lugares donde se reportaban explosivos para desactivarlos, en caso de que no hubiera sido demasiado tarde. O dar un parte técnico dela carga detonada y sus formas. [single-related post_id="1040111"] Más de treinta años después de ese primer impacto de terror, el expolicía Puerta miró el acto con un optimismo que en ese entonces no tenía: “estoy viviendo otra etapa de mi vida y yo creo que de la sociedad porque al menos están reconociendo las víctimas”. Celebra no haber caído como tantos de esos compañeros suyos a los que le tocó auxiliar y llorar.

Un héroe

Quién no contó con la misma fortuna fue el juez Tulio Manuel Castro Gil, el encargado de resolver el asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla y que tuvo la valentía de vincular a Pablo Escobar en sus investigaciones. A mediados de 1985, el juez fue acribillado por sicarios y Aurora Rocha de Castro, quedó con el dolor de la ausencia y la responsabilidad de levantar sin su esposo a sus cinco hijas. Luego de que la señora Rocha hubiera visto el edificio caer, se quedó con una reflexión: “ojalá que así como fue tan rápida esa implosión, nuestra querida Colombia saliera de ese flagelo que es el narcotráfico” . Ella agradeció su presencia en el evento porque piensa que fue “un rescate a la memoria de las personas ya que todo va quedando en el olvido“. En el interior de Rocha de Castro se cruzaron varios sentimientos propios de quien recuerda un pasado doloroso personal y socialmente, pero sabe que existe el propósito de empezar a escribir a futuro una historia diferente.

Un amenazado

En medio del acto, cuando el alcalde daba su discurso, habló de la importancia de que las nuevas generaciones vivieran en una ciudad diferente y pudieran repasar la historia pensando en quienes no pudieron vivir con total tranquilidad, como es el caso de Ramón Marulanda, el hijo del político Iván Marulanda. Por los intentos de asesinato de su padre y las muertes que se presentaron en contra de otros líderes del Nuevo Liberalismo, un entonces Ramón Marulanda de ocho años, tuvo que salir del país a esconderse de las amenazas. [single-related post_id="1038693"] Esos años en los que nadie podía contestar al teléfono, la familia no se podía despegar de sus guardaespaldas y caían con frecuencia compañeros de su padre, Ramón los recuerda como una “locura” y asegura: “Yo soñé con violencia muchos años. Yo tuve pesadillas con violencia durante muchos años. Digamos que son dolores que cuando uno los revive ahí están”. A la entrada del evento estaba dispuesto un falso muro blanco con la ciudad diagramada. Los asistentes al lugar pasaban por allí dejando literalmente su huella mientras leían la frase “Medellín abraza su historia: de la cicatriz a la huella”. Aunque algunas de las heridas que dejó el narcotráfico en la sociedad medellinense todavía no han sanado. La caída de este símbolo lleva a las autoridades a decir que es un punto de partida para que las más de 46.000 víctimas de este flagelo en la ciudad, puedan ser más reconocidas que sus victimarios y así evitar que las historias de Puerta, Rocha, Marulanda y otros muchos más, se repitan.
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