A los 78 años, Gerardo Vianco secretario del narcotraficante José Gonzalo Rodríguez Gacha, alias ‘el Mexicano’, no alcanza a tomarse una botella de Old Parr completa porque se queda dormido. Separado y casado en segundas nupcias, este paisa que vivió de cerca las aventuras del narcotraficante sabe, cada día que abre los ojos, que tiene que generar tres millones de pesos para cumplir sus compromisos como exitoso empresario hotelero.
Gerardo extiende la mirada al mar de Coveñas, que se descompone en intensos arreboles cuando el sol se oculta tras los límites del agua de plata y un cielo azul oscuro estalla en el horizonte, sobre la silueta de un barco que se diluye, como si acabara de incendiarse en el mar.
–Aquí durmió su última noche el mexicano –dice.
El hombre, sentado bajo una palmera que se siluetea en la orilla del mar, mueve la mirada como una cámara de televisión, haciendo un lento paneo hacia la izquierda. Allí, en una entrada de arena limpia y fina que se extiende hasta el otro costado de la carretera, están las cabañas El Tesoro, hoy apacibles, después de la alta temporada en que estuvieron copadas, principalmente de antioqueños. Son casas-cabañas construidas en concreto con techo de tejas, puertas de anjeo, camas de madera rústica multifuncionales, aire acondicionado convencionales y corredores de cemento. En los pasillos hay hamacas y muchas palmeras. El comedor es de palma, tiene un televisor con muebles antiguos, mesas para los comensales, una mesa de billar, una de buchacara y otra de tenis. Aquí el tiempo se detuvo.
Aunque en la época de ‘El Mexicano’ fueron quizás las mejores cabañas de Coveñas, ahora son parte del pasado. A su alrededor hay construcciones más modernas. Después del Comando de La Policía, en la carretera que conduce de Tolú a San Antero, está el conjunto residencial Los Almendros y luego un portón con un aviso amarillo con azul y un cartel que dice: “No se admiten vendedores ambulantes”. Es la entrada de la finca El Tesoro, un camino enmarcado de palmeras que recorrió Rodríguez Gacha, por entonces el segundo hombre más buscado del mundo, en una camioneta Ford roja que luego fue interceptada por un helicóptero artillado. Unos dicen que el narcotraficante se suicidó cuando estaba acorralado detrás de una mata de plátano; otros aseguran que fue ametrallado.
Ocurrió el 15 de noviembre de 1989. El gobierno del presidente Virgilio Barco había anunciado una recompensa de 260 millones de pesos. La revista Forbes, que había señalado a Gacha como uno de los hombres más ricos del mundo, calculó su fortuna en mil millones de dólares, la mayoría representados en fincas e inmuebles. El Tesoro era una de sus propiedades preferidas. La cabaña principal, de dos niveles, con mosaicos de madera, está casi intacta. Allí pasó su última moche. Un informante lo ubicó en Cartagena, desde donde se inició su persecución. Lo acompañaban su hijo Fredy y algunos guardaespaldas. La Policía había interceptado la lancha en que llegó y sus tripulantes delataron el lugar.
Aquí, en la cabaña número uno, una de las pocas construidas en dos pisos, durmió su última noche José Gonzalo Rodríguez Gacha, dado de baja desde un helicóptero cuando escapaba en una caravana de vehículos entre Tolú y Sincelejo, después de ser detectado por La Policía. Era su lugar favorito para descansar y orquestar sus actos delictivos. El Caribe ha sido la puerta de embarque de la cocaína que se manda al exterior. También el lugar apetecido para invertir de artistas, potentados y narcotraficantes. Juanes tiene sus cabañas en El Golfo de Morrosquillo, al igual que otros empresarios pudientes.
Aunque Gerardo no quiere hablar mucho de ese pasado, recuerda que Gacha, precursor del paramilitarismo en el país, era un gran jugador en los casinos de Miami. Alguna vez se pusieron a jugar y perdieron una fortuna. Su última noche vivo, Rodríguez Gacha mandó traer varios millones en un vuelo privado a Medellín. Pero no pudo apostar como hubiera querido.
Las cabañas siguen siendo de la familia Rodríguez. Su hijo mayor lleva una vida normal y ha sabido administrar la fortuna que su padre le dejó. El famoso maletín negro del que tanto se especuló y los lingotes de oro enterrados en alguna finca jamás aparecieron. Se dijo alguna vez que la familia de 'El Mexicano' había negociado con el gobierno de los Estados Unidos y que habría pagado 60 millones de dólares para estar tranquilos. La paz que se respira en el Tesoro es absoluta y su atractivo secreto radica en que el pasado es eso, simplemente pasado.