
Augusto Salas, padre del pintor Carlos Salas Silva columnista de Kienyke.com, falleció este 17 de abril de 2018 en la ciudad de Bogotá. Grandes amigos, familiares y personalidades que lo conocieron dieron a conocer, desde su punto de vista, quién fue este gran hombre.
Augusto, campeón del amor y casi tan humilde como San José. Pero todo en él fue don de Dios, todo lo bueno que había en él, le fue regalado. A Dios todo el honor, la gloria y el mérito. Augusto simplemente fue dócil a la Gracia, al "Poder Creador de Dios", quien en Augusto hizo una obra maestra.
Como Jesús, pasó por el mundo haciendo el bien y ahora nos toca a nosotros imitar su ejemplo de docilidad a la Gracia. Así como Augustico se dejó hacer por Dios, se dejó llenar de tan altas virtudes y las recibió y ejercitó con humildad, dejémonos nosotros hacer también por Aquel que lo es todo, lo llena todo, lo crea todo, lo transforma todo.
Ahora a encomendarnos a San Augusto Salazar Bendito, para eso está ahora en el cielo, para ayudarnos desde allí en nuestro caminar hacia Dios, para ayudarnos en el proceso de transformación en Jesucristo.
Dios nos siga bendiciendo.
Había que conocerlo, al menos intuirlo, para saber que
la obra artística de su hijo justificaba plenamente su vida.
La veía sorprendido y cautivado,
la celebraba en silencio.
Lucía deslumbrado por sus exposiciones,
por lo que decían revistas y periódicos,
por la película que le hizo, Ana, su nieta, a su padre.
Lo recuerdo embelesado frente al libro que hicimos con Carlos.
¿Intuía él lo importante que fue para su hijo,
sobre todo después de la muerte de su esposa y madre?
¿Sabía el valor que tenía para el artista, su compañía, sus diálogos,
sus recuerdos, su presencia cada vez más constante?
Carlos hablaba con él sin descanso de su obra,
de su infancia, de sus tres hijas,
del pasado, de Pitalito, de la vida diaria,
de sus columna de opinión, de Colombia,
de la política, en la cual coincidían sin fractura.
Se querían.
Don Augusto fue un gran ser humano,
un enorme Señor.

Antonio Nicolás Briceño, analista Político venezolano
En la vida muy pocas veces se presenta la oportunidad de conocer un ser excepcional. Yo tuve la inmensa alegría de conocer a Augusto Salas. Desde el primer momento en que nos vimos, inclusive sin hablarnos, una corriente de afinidad espiritual se hizo presente que nos acompañó durante todo el tiempo que nos conocimos y nos tratamos en el corto espacio que esta vida nos brindó. Don Augusto, un espíritu iluminado, un hombre de bien, un ejemplo para todos: la encarnación del amor en acción. Sé que donde quiera que esté su espíritu nos continuará ayudando a elevar el estado de consciencia de la humanidad. Don Augusto por su ejemplo, gracias por existir. Gracias por su amistad.Morir es desaparecer de la memoria - Profesor Manuel Elkin Patarroyo M., MD. Drs. Hon. Causa
Recuerdo en don Carlos Augusto Salas la figura bondadosa, generosa y jovial de los campesinos de nuestra tierra (como mis padres), con la piel curtida por el sol ardiente del Tolima Grande, sabios en sus ideas congruentes y consecuentes con sus principios, valores y actitudes los cuales inculcaron a sus hijos (el maestro Carlos uno de ellos) fundamento y razón de la idiosincrasia de nuestras gentes y nuestros pueblos. Don Carlos Augusto quería (como mis padres) que sus hijos fueran personas “distinguidas” por su talento, inteligencia, bondad, principios, valores y actitudes (rectitud, honestidad, honorabilidad, generosidad, solidaridad, etc.) más que por sus riquezas o poder. ¡Qué admirable que esas sean las principales virtudes y cualidades de nuestras gentes y nuestros pueblos! Pero igualmente ¡qué triste es ver que al igual que don Carlos Augusto también estén desapareciendo! Siempre he sostenido que morir es desaparecer de la memoria y ni don Carlos Augusto ni lo que ellos representan pueden morir jamás. Es a nosotros, las nuevas generaciones a quienes nos corresponde mantenerlos vivos para siempre. Solo basados en esos principios, valores, actitudes y su ejemplo podrá la especie humana sobrevivir sobre la faz de la tierra.Padre Pedro N. Delgado, Misionero Vicentino
Deseo expresar mis sentimientos de pesar por la partida de Augusto, al mismo tiempo la alegría de saber que está vivo en el cielo y la gratitud de haberlo conocido y tenido como mi hermano del alma, mi amigo y maestro de vida. San Augusto Salas Salazar Bendito, como lo yo lo llamaba cariñosamente, fue un gran regalo de Dios para la humanidad, para la Iglesia Católica, para su familia, para sus amigos. Uno de los hombres más inteligentes que yo haya conocido en mi vida, con una memoria prodigiosa, todo lo que leía se le quedaba registrado en su cerebro. Pero mas admirable que su inteligencia prodigiosa, era su capacidad de amar. Amó a la manera de Jesús, porque sentía a Cristo Resucitado dentro de él, amando con Él, por Él y en Él. Para mí, Augusto Salas, fue una aparición de Jesús Resucitado, verlo, era ver a Cristo y escucharlo era escuchar Palabra de Dios. ¡Qué hombre tan sabio!. Augusto estaba lleno del amor de Dios. El único Doctorado que obtuvo en la vida fue el de "Doctor en el amor" después de hacer el Máster en Amistad. Amó a Dios y a Jesucristo, fue experto en Espíritu Santo, gran devoto de la Santísima Virgen. amaba y defendía con fervor a la Iglesia Católica, de la que se sentía hijo fiel y predilecto. hombre de oración y caridad, de Misa y Comunión diaria, gran lector de la vida de los santos. Amó a Beatriz, su esposa, la única mujer de su vida, con un amor extraordinario, con la que tuvo nueve inteligentes hijos y luego nietos geniales. Excelente papá y abuelo. [single-related post_id="859064"] Dios, quien lo coronó de maravillosos talentos, le dio la cualidad estrella de saber ser buen amigo. "El mejor amigo es aquel que te acerque a Dios" y Augustico acercaba a Dios a todos sus amigos, era imposible escucharlo sin sentir el contagio de su maravillosa fe en Dios, en la Virgen, y en la Iglesia Católica. Por eso aprovechaba el apostolado de las fotocopias. Sacaba fotocopias de todo lo que le pareciera bello, noble, decente, culto, religioso, o moral, para con ellas enseñar a sus hijos, nietos y amigos. Recopilador infatigable de escritos edificantes. Pero quiero destacar por último, su humildad profunda. No hay santidad sin humildad, por eso Augusto está en el cielo, porque consideraba siempre, que cualquier cosa buena que hubiera en él, era pura Gracia de Dios, que vivía en él. "Solo Dios es Santo, y fuente de toda santidad ".
Horacio Moscoso, economista
Catalina Calderón, traductora de Ruyard Kipling (Nobel, 1907) nos dice que éste creía firmemente que un genio guiaba sus escritos y él simplemente se dejaba conducir, yendo a la deriva, esperando y obedeciendo, sin pensar demasiado, pero ayudándolo con esfuerzo y disciplina para llevar a buen fin el trabajo. Augusto Salas afirmó siempre que el Espíritu Santo le enseñó a leer y a escribir (nunca fue a la escuela); que su magnífica y prolífica escritura fue dictada por El. De sus virtudes decía que se dejaba guiar por esa Tercera Persona y por María. Devoción, maestría al escribir, don de consejo, amor a su familia, amistad incondicional, la mayor discreción conocida, hizo sentir a cada uno que era el más cercano a su corazón. Cada quien sentía que a nadie estimaba como a él. Anteayer nos antecedió en la Partida. Nos faltaron adjetivos y lágrimas por su paso a la derecha del Padre. Pero su recuerdo siempre nos hará sonreír. ¡¡ LÁGRIMAS EN LA TIERRA. FIESTA EN EL CIELO A SU LLEGADA!!Luis Fernando Salas, hijo
“En el año 2007 viajamos con Bibiana, Jaime y mi papá a Nueva York, esto fue un mes después de la muerte de mi mamá. El día que llegamos a Manhattan lo primero que hicimos fue ir a conocer el hotel Waldorf Astoria porque mi papá siempre que hablaba de Nueva York mencionaba este hotel; como no nos íbamos a quedar lo máximo que podríamos hacer sería visitar el vestíbulo y recorrer la primera planta del hotel. Decidimos hablar con alguien de la administración y la persona que nos atendió fue el sommelier del hotel de nombre José quién de manera muy atenta accedió a llevarnos a conocer una de las habitaciones del hotel. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando llegamos a la planta donde se encuentra ubicada la Suite Presidencial de uno de los hoteles más famosos de los Estado Unidos y el mundo. La suite está custodiada 24 horas al día por un guardia de seguridad; al llegar a la suite, José nos invitó a recorrerla para conocer cada rincón de la habitación; después de eso bajamos al vestíbulo y José tomó una flor de un arreglo floral gigantesco que se encontraba en el pasillo del hotel, “por esto puedo perder el empleo” nos dijo, y se la entregó a mi papá para que la llevara en memoria de su amada Beatriz, fue uno de los únicos momentos del viaje a Nueva York en el cual vimos a mi papá sonreír. Mi papá nos dijo que la experiencia que vivió fue mejor que haber pagado por una habitación. Siempre se sintió muy orgulloso y feliz de haber vivido ese momento.”José Hernández, periodista
Lo conocí un tiempo después de haber iniciado la amistad con Carlos. En su casa, en Bogotá, por allá en 1988. Lo vi muchas veces, en su casa o en el taller de Carlos. Siempre igual: sencillo, discreto, agudo y directo. De un calor humano infinito: un gran Señor. Augusto Salas fue un hombre jovial, afable, mesurado y sensible. Pero fue sobre todo un padre dedicado y hondamente orgulloso de su hijo. Él era su primer admirador y, quién sabe, si el motor recóndito más significativo para Carlos.
Mario Javier Pacheco, historiador
Pocas personas me impactaron tanto como Augusto Salas, en quien se hizo cristal aquello de la elocuencia del silencio, porque fue traslúcido, transparente y discreto, pero con una brillantez sonora que inspiraba respeto, cada vez que opinaba y que consideraba necesario que se le escuchara. Lo conocí durante algún desayuno de trabajo político/cultural en el taller de Carlos Salas Silva, tu taller, mi admirado pintor y amigo, adonde acudimos como conjurados quienes nos preocupamos por el país, y luchamos para liberarlo de la garra del peor gobierno que ha conocido Colombia desde la colonia. En la mesa del taller, entre las empanadas y los huevos de codorniz, siempre estaba el Aleph, la esfera de 3 centímetros donde reposa la eternidad y que no entiendo cómo es que está en tu taller y no el museo de Borges. De ella bebimos, junto a diplomáticos chinos, el ex presidente Belisario Betancur y Manuel Elkin Patarroyo que lucubra continentes sanos y el futuro presidente Iván Duque y Paloma Valencia y Miguel Santamaría y Antonio Nicolás Briceño y Pacho Santos, en fin innumerables amigos del arte y de la política. En medio del chocolate con el aderezo de la clandestinidad, Augusto nos escuchaba las peroratas, uno a uno, a veces asintiendo y a veces rechazando, hasta que un fogonazo se producía en sus ojos. Un relámpago fugaz, pero clarísimo, que le iluminaba las pupilas cada vez que eras tú quien increpaba –Tu no hablas, increpas- y en el rostro augusto de Augusto se explayaba la admiración hacía tí. Cuánto te amaba. El amor filial jamás faltó a la mesa, al lado de las uvas, junto al vino y las eternidades que Borges le pintó al Aleph. Carlos, la trinchera de la patria nos amistó en la pluma y al irse tu padre, queda ese fusil ideológico en tus manos. Mi abrazo de siempre, esta vez con el afecto en pedazos. El amor por tu padre, ese pincel, siempre le dará azul a tus magentas. Toda mi solidaridad. Extensiva a tu familia y en especial a tus hijas.Ana Salas, nieta
¿Quiénes eran todas esas personas que llenaron la iglesia en la misa del abuelito Augusto? Sus hermanos con sus familias, sus hijos con sus esposas y esposos, sus nietos, sus bisnietos. Sus consuegros con sus familias, amigos, primos y familiares, amigos de sus hijos y de sus nietos, empleados de sus hijos… Con contadas excepciones, mi abuelito tenía una relación con cada uno de ellos. Cada uno lo recordaba como un ser especial, que le brindó apoyo, consuelo, le dio consejo, lo abrazó o saludó con amor, respeto, admiración, en algún momento de sus vidas. En estos días, pensaba que no imaginaba un mejor abuelo que el abuelito Augusto. Siempre tan amoroso, tan atento, tan orgulloso de los suyos, tan tierno y sabio a la vez. Estaba presente en todas las ocasiones importantes y en cada momento de nuestras vidas. Cuando mi abuelito murió, mi papá dijo: “Fue un regalo de dios, este padre”. Fue un regalo de la vida, este abuelo. Carta a un nieto escrita por Augusto Salas (qepd)