Cómo comprar arte sin equivocarse

Lun, 15/11/2010 - 03:00
A los hijos de Charles Saatchi, quizá el coleccionista de arte más poderoso del mundo, no les importa mucho el arte. Quizá por eso decidió donar al gobierno britán

A los hijos de Charles Saatchi, quizá el coleccionista de arte más poderoso del mundo, no les importa mucho el arte. Quizá por eso decidió donar al gobierno británico su galería, The Saatchi Gallery, para ampliar el Museum of Contemporary Art for London (Moca London). O quizá fue un impulso de un hombre que, quizá, no es tan mezquino, como lo han querido mostrar el mundo del arte y la prensa. Quizá donó doscientas de sus obras más importantes –entre ellas la sangrienta y sucia My Bed, de Tracey Emin, y la instalación Tragic Anatomies de los hermanos Chapman– porque, como siempre se lo ha dicho a la misma prensa que lo ha satanizado, el arte es para mostrarlo.

Quizá es la palabra correcta para usar varias veces si se habla de Charles Saatchi. Porque este publicista, creador de las prestigiosas agencias Saatchi & Saatchi y M&C Saatchi –con 600 oficinas alrededor del mundo y campañas tan famosas como la de Margaret Thatcher, cigarrillos Silk Cut y British Airways– es todo un misterio. En este libro, Me llamo Charles Saatchi y soy un artehólico (Phaidon), tampoco queda nada claro. Está hecho a base de preguntas que le hizo la prensa, en sus dos únicas entrevistas, y varios periodistas y críticos de arte.

El subtítulo del libro es Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el arte, la publicidad, la vida, Dios y otros misterios y no temió preguntar. Sin embargo, pocas respuestas dejan algo en claro, y muchas sólo ayudan a engrandecer el misterio de un millonario tan raro, quizá, como Michael Jackson: casado con un ícono de la buena mesa, la periodista gastronómica Nigella Lawson, se declara amante de Starbucks, y ha pagado millones de libras por tiburones en formol o una cama sucia de alcohol, calzones sucios y sangre. Es un bicho raro, un judío nacido en Bagdad, un hombre que no se lava las manos después de hacer pipí, sino antes, que de coleccionar revistas porno se enamoró del arte al ver a Jackson Pollock en acción en el MoMa, y se convirtió en el coleccionista más poderoso del mundo.

Lo único cierto que se puede saber de Charles Saatchi es que todas las obras que compra sufren un crecimiento de ceros a la derecha. Aquí van algunos de los trucos para coleccionar arte que se revelan en el libro.

Sé muy poco de arte contemporáneo pero tengo mil libras para invertir. ¿Algún consejo?

Obligaciones del Estado. El arte no es una inversión a no ser que tengas muchísima suerte y le ganes a los profesionales en su juego. Compre algo que de verdad le guste y que, con el tiempo, le dé un placer equivalente a las mil libras. Y tómese su tiempo para buscar algo realmente especial: mirar es parte del juego.

¿Qué busca cuando compra una obra de arte?

No hay reglas, que yo sepa.

¿Cómo puede distinguir un buen Picasso de un mal Picasso? Llegados a este punto, ¿cómo puede distinguir un buen Damien Hirst de un mal Damien Hirst?

Si no puedes distinguir un buen Picasso de uno flojo, o un buen Hirst de uno poco cuidado, tus días de coleccionista van a darte pocas satisfacciones. En definitiva, ahí radica todo el placer de elegir arte para uno mismo. La clave es tener un gusto muy flexible, como yo. Aunque sé que el Picasso de la izquierda es una maravilla, una verdadera joya que adornaría cualquier chimenea, tengo la misma debilidad por el extraño cuadro de la derecha, tan natural y potente.

¿Cómo sabe si algo vale mil libras o diez mil cuando se trata de un artista desconocido?

Podría preguntarle al 99% de la gente por qué uno de esos cuadros recientes se vendió por 3.500 libras y el otro por 433.600 dólares, y no lo sabrían. Podría hacerle la misma pregunta al 99% de la gente del mundo del arte, y tampoco lo sabrían […]. El talento por sí solo no es garantía de éxito, ni la explicación de por qué algunos artistas mediocres consiguen estar de rabiosa actualidad durante un tiempo, mientras que otros mejores se pudren esperando una llamada que nunca llegará.

¿Por quién, si es que hay alguien, se deja aconsejar cuando compra arte?

Nadie puede aconsejarte cuando llevas ya un tiempo coleccionando arte. Si no disfrutas tomando tus propias decisiones, nunca llegarás a ser un buen coleccionista.

¿Alguna vez compra arte que admira técnicamente, y al que le ve algún futuro, pero que en realidad le disgusta?

No.

¿Cómo elige lo que compra? ¿Se guía por lo que le gusta o compra cosas que no le gustan, como inversión?

Cuanto más te gusta el arte, más arte te gusta. Así que me resulta fácil comprar mucho arte. Ver el arte como una inversión le quitaría toda la diversión.

¿Es mejor invertir en cuadros que en tiburones en formol? El tiburón de Hirst está envejeciendo mal, pero un lienzo de Peter Doig seguirá estupendo dentro de diez años y será mucho más fácil de restaurar.

No hay reglas para invertir. Los tiburones a veces están bien. Y los excrementos de los artistas. Y el óleo sobre lienzo. Hay un ejército de conservadores ahí afuera dispuesto a defender que el arte es todo lo que un artista decide que lo es.

¿No resulta vulgar gastar en una obra de arte diez veces más de lo que vale para asegurarse de que no se le va de las manos?

Es muy vulgar. Me gustaría tener una forma más refinada, y barata, de conseguir los cuadros que quiero. Pero normalmente pertenecen a gente muy rica, y los ricos suelen ser insaciables.

¿Cree que las ferias de arte son una buena idea? ¿Buena para los artistas? ¿Para los coleccionistas? ¿Para los marchantes?

Ya no voy a la Feria de Arte de Basilea, aunque antes me gustaba mucho. Me cuesta quitarme de la cabeza que los puestos de la Feria de Arte de Basilea, tan llenos de arte “brillante”, estarán en la siguiente feria llenos de reluciente maquinaria agrícola, o en la posterior llenos de suministros médicos de la Feria de Farmacia de Basilea. En cierto sentido, me hacen avergonzarme de ser un coleccionista de arte. Siempre he creído que es importante mantener a los artistas alejados de las feria de arte, no vaya a ser que el desencanto de sentirse parte de un mercadeo de carne los traumatice tanto como para que decidan abandonar los pinceles.

¿Cree que le ha arruinado la vida a alguien al deshacerse de toda su obra?

No compro arte para hacer felices a los artistas, ni tampoco pretendo entristecerlos cuando vendo su obra. ¿No cree que se está poniendo un poco melodramático?

¿Simboliza Por el amor de Dios, la calavera incrustada de diamantes de Damien Hirst, el vacío del arte moderno? ¿El dinero importa más que el mensaje?

Querido, el dinero es el mensaje.

¿Cuál es su museo favorito del mundo?

El Prado, en Madrid. Siento debilidad por Goya, pero el museo en sí mismo es tan poco pretencioso… Es evidente que le encanta mostrar sus obras de la forma más natural posible. Cada visita refuerza mi fe en la perdurabilidad del arte.

¿Para qué sirve el arte?

Para evitar que nuestros globos oculares se derritan por culpa de toda la televisión basura y películas malas que vemos alegremente el resto del tiempo.

¿Realmente, qué le gustaría poder comprar?

Mi plaza en el cielo.

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