La psicología explica que es el tiempo el que va desarrollando los hábitos criminales en las personas. Hay casos, sin embargo, en los que pareciera que el criminal viene dañado desde la cuna. Cabe aquí la frase de Thomas Hobbes que decía que el hombre es malo por naturaleza. Un claro ejemplo de ello es Cayetano Santos Godino, un joven argentino que con 15 años de edad mató a un niño.
El prontuario de Santos Godino, conocido después como el ‘Petizo orejudo’, incluye el homicidio de 4 niños, el intento de asesinato de otros 7 y el incendio de 7 edificios.
El camino a la locura
Fiore y Lucia Godino, padres de Cayetano llegaron a Argentina en 1884. Eran inmigrantes italianos que llegaron a Suramérica buscando un mejor futuro. Quizás por las penurias económicas o simplemente porque sí, Fiore era un tipo borracho, violento, que había contraído sífilis y que trató muy mal a Cayetano.
En ese sentido, criminalistas, investigadores y periodistas han dicho que la personalidad psicópata del muchacho se debe a varios elementos: los efectos de la pobreza, la explotación laboral, la violencia intrafamiliar y el acoso de las instituciones públicas que pretendían vigilarlos.
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El mal ejemplo de su padre y el tiempo que paso en la calle, vagando, llevaron a que Cayetano interiorizar la violencia, la agresión; además de que lo hacía incapaz de diferenciar lo que estaba bien de lo que estaba mal.
Rodolfo Palacios, periodista y escritor, dijo que “el caso del Petizo Orejudo trascendió la frontera del crimen. Se convirtió en una leyenda. Una huella que perdurará en el tiempo. También refleja una época. Por entonces, el asesino era demonizado hasta el extremo: a Santos Godino lo llamaron hiena, sátiro y bestia imbécil”.
Los delitos
Desde que tenía 7 años, el ‘Petizo Orejudo’ ya mostraba indicios de su personalidad violenta. Entonces, bajo engaños, se llevó a Miguel Deapoli, de dos años y lo golpeó para luego arrojarlo sobre un arbusto de espinas.
Un año después atacó a una niña de 18 meses. No fue detenido por su corta edad. El primer asesinato fue el de María Rosa Face, de 3 años, y a quien golpeó y luego enterró vida en un baldío.
En aquellos días fue su mismo padre quien lo intentó internar luego de que notara que le gustaba martirizar pájaros, cuyos cadáveres fueron hallados en el cuarto de Santos Gondino. No había cumplido 10 años cuando fue por primera vez a prisión. Estuvo en una correccional por dos meses. Cuando salió intentó asesinar a dos niños más. Por eso fue condenado a pasar 3 años en la Colonia de Menores Marcos Paz.
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Cuando salió libre, en 1912, se entregó a su “otro placer”: incendiar edificios. En esa ocasión le prendió fuego a una bodega. Le dijo a las autoridades que lo había hecho porque le gustaba ver trabajar a los bomberos. “Es lindo verlos caer en el fuego”, dijo.
Arturo Laurora, de 13 años fue encontrado muerto, golpeado, con una soga alrededor del cuello. Reyna Bonita Vaíncoff murió en un hospital por quemaduras de primer grado. Roberto Russo, de 2 años, murió ahorcado. El último crimen de ‘El petizo orejudo’ fue el de Gesualdo Giordano, un niño de 2 años a quien, por engaños, llevó a un local desierto. Primero intenta ahorcarlo con una cuerda, pero como el pequeño se resiste, le incrusta un clavo en la cabeza. Una vez cumplida su espantosa tarea, cubre el cadáver con una lámina de zinc.
Cayetano cayó por culpa de la curiosidad. El día del velorio de su víctima se acercó para ver si aún tenía el clavo en la cabeza. Dos policías que estaban en el lugar ataron cabos con los otros asesinatos, y esa misma noche allanaron la casa de los Godino. En los bolsillos del muchacho encontraron la copia de un artículo que hablaba del crimen, y pedazos de la cuerda con la que había ahorcado a Gesualdo Giordano.
La condena en la ‘Cárcel del Fin del mundo’
Sin remordimientos, sin protocolos, Cayetano Santos Godino confesó los 4 crímenes. Como en esos días no había una cárcel para menores acorde a la condición de ‘El Petizo’, lo enviaron por tiempo indeterminado a la Penitenciaria de Las Heras. Allí estuvo 10 años.
En 1923 fue llevado al Penal de Ushuaia, conocida, por su ubicación como ‘La Cárcel del fin del mundo’. De acuerdo a los médicos del penal la maldad del joven radicaba en sus prominentes orejas, así que le efectuaron una operación. Después, en 1936, ‘El Petizo’ pidió su libertad pero se la negaron. Se sabía que seguía siendo un maniático porque, estado preso, mató al gato mascota de los presos. En aquella ocasión le dieron una golpiza de la que tardó más de un mes en recuperarse.
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No se sabe, aún, cuál fue la causa de la muerte del criminal, ocurrida en 1944. Se dice que fue a causa de una hemorragia interna por golpes. Otras hipótesis dicen que falleció a manos de los otros presos, luego de que matara al gato.
El criminalista argentino Raúl Torre comentó que “Fue hallado sin vida en su celda, la nº 90, el 15 de noviembre de 1944. Y se llevó tras él la curiosidad de su sórdida historia... quedaron el mito, el paradigma y unas preguntas que tal vez hoy tengan una adecuada respuesta. ¿Era imputable? ¿Debía ser recluido en una prisión para delincuentes comunes? ¿Cuál fue el origen de su peligrosidad? Consecuentemente... ¿se hizo justicia?”.