Él ha cumplido el sueño de muchos seres humanos: volar. Puede, entonces, que los momentos más memorables de su vida los haya pasado en el cielo. En cuanto a los que ha estado con los pies en la Tierra, si hablamos de “momentos memorables”, son sin duda, los que le ha dedicado a la Fuerza Aérea Colombiana, y también a su familia. Además, se le tiene que dar esa misma categoría a los días que ha pasado en la presidencia de SATENA.
El Mayor General Pedro Ignacio Lozano Quinche ha dedicado más de 30 años a servir en la Fuerza Aérea Colombiana. Es un hombre alto, con algunas canas en su pelo, y que viste con elegancia su impecable uniforme de oficial, con los tres soles en las presillas de su guerrera. Su otro orgullo es haber sido parte del renacimiento de SATENA.
Cuando terminó el bachillerato, el General Lozano se enfrentó a la pregunta que se hace la mayoría de jóvenes a esa edad ¿Y ahora qué? Tenía dos opciones: la medicina y la Escuela Militar de Aviación. Se inscribió a las dos, y por “cosas del destino”, pasó a la segunda. Un 14 de enero de 1980, cuando tenía 17 años, entró a la escuela militar de aviación.
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No cualquiera logra el derecho de sentarse en la cabina de un avión. Toma tiempo, porque para volar –dice el general–, más que para ninguna otra profesión, lo que se necesita es experiencia. Pero la experiencia empieza de algún punto, porque nadie nace aprendido, y cuando el entonces Teniente Lozano se subió a un Cessna 172, sintió una emoción que, a pesar de los años, no sabe cómo describir.
También ha puesto en riesgo su vida. Una vez, a bordo de un DC3, tuvo que hacer una maniobra más que arriesgada, casi imposible, en el complicado y estrecho aeropuerto de La Chorrera, en el Amazonas. “El avión tuvo problemas en los frenos –narra el General con calma–. Yo llevaba ocho años volando el avión. Tenía que hacer un ‘caballito’, o sea hacer que el avión gire 180º cuando ya no hay más pista. Ese día aterrizamos y el avión no paraba; entonces nos tocó hacer esa maniobra. En la escuela la enseñan, pero es casi que la última salida. Si no nos hubiera salido, habríamos terminado en un barranco”.
“Durante mi carrera en la Fuerza Aérea he tenido la oportunidad de asumir todo tipo de retos, vivir en carne propia las épocas más difíciles del conflicto armado en Colombia dejó en mí todo tipo de emociones, pero fueron el empeño y el compromiso los que permitieron que prevalecieran los recuerdos gratos sobre los tristes. Con seguridad puedo contarles que cuando miro atrás y pienso en todas las veces que comandé una aeronave para llevar algún enfermo, algún herido, alimentos o cualquier tipo de apoyo, siento una enorme alegría, siento la satisfacción del deber cumplido”.
“Durante mi carrera en la Fuerza Aérea he tenido la oportunidad de asumir todo tipo de retos, vivir en carne propia las épocas más difíciles del conflicto armado en Colombia dejó en mí todo tipo de emociones, pero fueron el empeño y el compromiso los que permitieron que prevalecieran los recuerdos gratos sobre los tristes. Con seguridad puedo contarles que cuando miro atrás y pienso en todas las veces que comandé una aeronave para llevar algún enfermo, algún herido, alimentos o cualquier tipo de apoyo, siento una enorme alegría, siento la satisfacción del deber cumplido”.
