
Ariel Montes es campesino del norte de Córdoba. Vive en la vereda El Pantano del municipio de Puerto Escondido. Ariel tiene cuatro hijos y años atrás no tenía ni cómo ni dónde mantenerlos. Su poder adquisitivo era tan precario que en su mesa la carne, el pollo y el pescado estaban ausentes, era más común la yuca limpia con agua salada.
Cuando la mujer de José, otro campesino de la misma zona, quedó embarazada, él pensó en irse de la vereda a buscar futuro en la capital del departamento o en otra parte del país para tal vez nunca volver al lado de su familia, como lo hacen miles de padres pensó en abandonar a los suyos, entre otras, por miedo a no poder responder por su familia, comportamiento que en Córdoba puede ser castigado con la muerte a manos del padre de la mujer. Lea también: Confesiones de un asesino de las ‘casas de pique’ de Buenaventura.
Las vidas de Ariel y José cambiaron hace unos años. Los dos campesinos, pobres desde antes de nacer, recibieron un regalo, el bien más preciado para un campesino: tierra. Con la tierra les llegó trabajo, comida y estabilidad.
Aunque las familias de Ariel y José, y otras más, no pagaron un solo peso por las 3,5 hectáreas de tierra fértil que recibieron, esta no fue gratis. Lea también: Así se hacen las peleas ilegales y clandestinas.
Los campesinos de Puerto Escondido y de Moñitos, veredas de Córdoba, tuvieron que hacer un sacrificio: dejar de tener hijos.
Para poder ser acreedores a la tierra prometida, los hombres con un hogar conformado debían, por obligación, practicarse la vasectomía y sus mujeres hacerse la ligadura de trompas. Deberían tener un mínimo de dos hijos. Lea también: Caprichos que solo pueden darse los millonarios.
A la fecha 106 familias de estos dos municipios han recibido el regalo y viven en la tierra que les prometieron a cambio de la operación.
Una de las casas de los campesinos beneficiados por Göggel.
Un empresario con mucho dinero, a cambio de ningún beneficio personal, compró cientos de hectáreas para regalársela a los campesinos de la zona, que estaban viviendo una mala época por cuenta de la pobreza, la falta de trabajo y los efectos del fenómeno del Niño en el 2002.
El empresario, a quien en la zona, debido a su excéntrica propuesta, empezaron a llamar el ‘Cachaco Loco’ o ‘Capador’, se llama Erwin Göggel, un millonario colombo-suizo que nació en Sopó, al norte de Bogotá, hace 66 años.
Erwin es economista de la Universidad de los Andes de Bogotá. En Suiza, tierra de sus padres, se graduó en puesta en escena en la Schauspiel Akademie de Zurich. El cine es una de sus grandes pasiones.
Göggel tiene una larga lista de créditos como actor, productor, director y fotógrafo en el cine colombiano. Ha trabajado en más de 20 largometrajes. Entre sus películas la más reconocida por el público es 'La Vendedora de Rosas' donde participó como productor ejecutivo y camarógrafo.
Los padres de Erwin llegaron a mediados de los años 40 del siglo XX a Colombia, huyendo de la Segunda Guerra Mundial, que tenía como campo de batalla gran parte del territorio europeo, y se establecieron en Sopó, muy cerca de la capital colombiana.
Según Erwin, ellos, al recorrer este país en vía de desarrollo, provenientes del primer mundo, no entendían por qué había tantos niños pobres en la calle y empezaron a destinar parte de su dinero en hacer obras benéficas en pro de la niñez.
Los padres de Erwin fundaron un orfanato en Sopó y apoyaron muchas otras obras de caridad. Él creció en un ambiente familiar donde ayudar y dar la mano al necesitado era un asunto muy importante.
Una de las familias beneficiadas por el proyectos del cineasta colombo-suizo
Hacia finales de los años 80, en medio del desarrollo de su trabajo como cineasta, Erwin visitó el municipio de Córdoba y regresó a su casa siendo el propietario de casi una montaña en la vereda El Pantano, del municipio Puerto Escondido.
Las cientos de hectáreas de tierra estaban en su mayoría quemadas por el sol, deforestadas y medio abandonadas, Göggel las compró a buen precio. Con un trabajo arduo de reforestación podría crear un bosque donde tendría especies de animales y vegetación en vía de extinción, según él, para ayudarle un poquito al planeta.
Al cabo de unos años Erwin se dio cuenta de problemáticas sociales que afectaban a los vecinos del bosque y que no eran atendidas por ninguna entidad del Estado: pobreza y niños abandonados. Niños y niñas corriendo por la vereda, descalzos y a medio vestir, generaron en el empresario un choque emocional e ira social.
Erwin, apelando a la filantropía de sus padres y sin desechar el proyecto del bosque, cultivó una idea excéntrica: a los pobres les daría parte de su tierra a cambió de operaciones para controlar la natalidad. Pensó que así detendría el crecimiento poblacional en la región, una situación que a su juicio es la consecuencia de la pobreza extrema de los pueblos.
“La tierra que se les entregó a los campesinos es y será para los hijos que ya tienen y no para que se reproduzcan más. Tener más hijos de los que se puede mantener es una irresponsabilidad. Es más, tener más de dos hijos es un acto irresponsable con el planeta, donde ya casi ni cabemos”, asegura Erwin en diálogo con KienyKe.com desde su casa en Suiza.
Un campesino mira uno de los terrenos donados por Göggel.
Göggel, quien se hizo la vasectomía después del nacimiento de su segunda hija, hace preguntas que parecen ajustadas al contexto colombiano:
"¿Qué futuro tuvieron los hijos sin padre, los hijos abandonados de las zonas rurales de Colombia? ¿No se metieron de guerrilleros y paramilitares? ¿Acaso no era mejor estar en el monte, con la comida asegurada, que en la calle o en sus casas aguantando hambre? El abandono de niños es la violencia más grande y el generador de toda violencia que hay en el mundo entero”, dice Erwin.
Cuando Erwin empezó con la propuesta recibió negativas, insultos y hasta malos tratos por parte de algunos campesinos y campesinas. Lo tildaron de loco. La vasectomía era un término desconocido para ellos y por varios meses nadie le puso cuidado a su propuesta. La insistencia de Erwin, acompañada de campañas que empezó a realizar a través de una fundación que creó, trajo frutos ocho meses después.
Gustavo, un campesino sin casa, sin tierra y sin trabajo, al momento de nacer su segundo hijo contactó al ‘Cachaco Loco’ y tras pensarlo por otros cuantos meses, más desesperado que seguro, aceptó hacerse la vasectomía y no tener más hijos.
Tres meses después, tras comprobarse con un examen que había quedado completamente estéril, Gustavo recibió 3,5 hectáreas de tierra dentro de la propiedad de Erwin Göggel. En ellas podía cosechar, construir su casa y vivir durante toda su vida y la de sus descendientes. Sin embargo tiene que cumplir dos condiciones: no puede vender la tierra que le dieron y tampoco puede arrendarla.
Los hombres y las mujeres de la zona empezaron a ver a Gustavo como un hombre extraño por hacerse la operación que, según ellos, les quitaba la virilidad y la potencia viril. Varios lo tildaron de marica y otros tantos le aseguraron que ya no iba a servir para los oficios del amor.
Seis meses después, al ver que Gustavo tenía tierra, casa, comida y tranquilidad y, que según los comentarios de su mujer, no quedó flojo para la cama y no se volvió marica, otros 18 campesinos le tocaron la puerta a Erwin para que los capara, como dicen ellos.
Familia beneficiada por el programa de Göggel.
A todos los que se hacían la operación los llamaron ‘los capados’, muchos de ellos dejaron de ir a veredas vecinas porque los señalaban con el dedo, los miraban raro y hasta los insultaban. Esa estigmatización no fue fácil de superar por parte de los campesinos. Las operaciones las llevó a cabo Profamilia, el centro de planificación más experimentado del país. Los gastos operatorios y postoperatorios los asumió Erwin, quien ha invertido gran parte de la fortuna que le dejaron sus padres y la multiplicación de la misma en este proyecto.
Cuando Erwin vio que más campesinos querían practicarse la operación y que la tierra se le estaba acabando, creó una fundación que llamó Tierra y Casa a través de la cual recibió donaciones. Con ellas compró y entregó más tierra.
Después de las críticas, las mujeres se unieron al proyecto y a ellas se les regaló la ligadura de trompas. Hoy en día 1.763 personas, entre hombres y mujeres, se han practicado las operaciones para controlar la natalidad en la región.
En las veredas El Pantano y Moñitos, gracias a Erwin, han dejado de nacer en promedio unos 4000 niños y niñas, que según Göggel "no tenían otro futuro que ser pelaos y pelaitas mal alimentados, mal vestidos, mal educados o ser abandonados a su triste y mísera suerte. Niños y niñas que no tendrían un mejor futuro que ser delincuentes, guerrilleros o paracos".
“Los niños que crecen en esta condición de pobreza, son niños mutilados, desnutridos, con déficit de atención y sus cerebros no se desarrollan bien por falta de nutrientes y de estimulación. Eso lo dicen estudios muy serios”, asegura Erwin, quien dice que el objetivo último de su programa es lograr que los niños crezcan protegidos y tengan un desarrollo normal.
Erwin Göggel.
Hoy en día el ‘Cachaco Loco’ es considerado por los campesinos beneficiados como un padre. “Es el papá de todos nosotros. ¿Quién le da a uno su tierra pa’ trabajar? Eso no lo hicieron ni mis papás, eso no lo hace nadie y menos un rico de por acá. Ese hombre es la bendición de Dios”, le dijo a KienyKe.com Ariel Montes, quien después de seis años de haber recibido su pedazo de tierra siembra maíz, ñame, plátano, productos que vende y con los que mantiene a su mujer a sus dos hijos.
Al lado de los terrenos de los campesinos, el otro sueño de Erwin, el bosque nativo, se levanta en 90 hectáreas donde se han sembrado especies nativas, muchas de ellas estaban extintas en la región.
La fundación ha podido comprar 180 hectáreas más, las cuales están en recuperación orgánica, y que al igual que las anteriores les será entregada a familias pobres que entiendan que la sobrepoblación es una “enfermedad mundial” que genera pobreza y esta, a su vez, violencia.
Erwin se ha convertido en el hombre más buscado por los pobres de la región. Muchos están dispuestos a operarse por un pedazo de tierra, pero en este momento no hay y la que hay no está lista, ya que está maltratada por la ganadería y la deforestación.
Göggel, mientras adelanta otra película de cine junto al director Victor Gaviria, acerca del maltrato a la mujer y niños en las comunas de Medellín, espera que gente y organizaciones, con plata o tierra, se unan a su proyecto para poder seguir ayudándole a los más necesitados a salir de la pobreza.
Hacienda La Laguna, incautada por el Estado.
Erwin dice que el Gobierno, los mafiosos, los terratenientes, los paramilitares y las FARC son dueños de tierra inutilizada, que si llegara a sus manos, él la repartiría. Por ejemplo a escasos metros de la tierra entregada por Erwin, el Estado tiene confiscada, desde hace varios años, la hacienda La Laguna, de 450 hectáreas, que le incautó al narcotráfico.





