La cita fue en el salón comunal del barrio la Granja, en la localidad de Engativá. Allí un grupo de bailarines muy peculiares practicaban parte de su repertorio como lo han hecho desde ese junio de 2008, cuando la fundación para el artista con y sin discapacidad Aznad, abrió sus puertas.
Lo que más llamó la atención de esta particular familia (porque más que un grupo de danza son esa unidad en la que cada pieza encaja a la perfección), es que la mayoría de sus integrantes bailan con sus sillas de ruedas. Ellos se entregan emocionados al baile en un acto de comunión.
Aznad demuestra que el anhelo de superación es más grande que cualquier adversidad, logrando ser pioneros a nivel nacional en incluir danzantes en condición de discapacidad, aspecto que pasa a un segundo plano. La danza es su revolución.
Ramón Briceño, bailarín desde hace cuatro años y director de la fundación desde hace tres, es uno de los más entusiastas y el rostro más visible de esta obra social. Él siempre está presto a brindar una palabra de aliento, guiar a quienes se arriesgan a mover su cuerpo sin ninguna restricción, darle una mano a quienes ingresan por primera vez a la fundación y esperan como él, construir su proyecto de vida.
Ramón recuerda que fue en el 2013 cuando quedó en condición de discapacidad por motivos que aún desconoce.
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“Me acosté y cuando al otro día desperté se me empezaron a dormir las piernas", manifestó este administrador de empresas y deportista paralímpico de tenis de mesa, para quien la discapacidad dejó de ser un límite y llegó a ser ese impulso que le ha permitido hacer sus sueños realidad.
Cuando conocimos personalmente a la fundación Aznad, observamos cómo bailar logra ser para ellos un soplo de vida. En ese momento, el grupo se preparaba para una importante audición en las instalaciones de una reconocida cadena televisiva.
Ensayaban desde muy temprano lo que presentarían en el espectáculo, toda una demostración de habilidad al unir bailarines utilizando sus pies y aquellos que empleaban la fricción de sus ruedas. Todo un desafío que gracias al trabajo en equipo se lograba llevar a cabo .
En el fondo, atravesando el eco de ese gran salón, sonaba la canción 'Mi Gente' del artista colombiano J Balvin, tema escogido para la coreografía de género urbano que presentarían más tarde.
La música parecía invadir los cuerpos y a los pocos espectadores que estaban en el recinto, quienes se dejaban irradiar de la energía positiva que genera verlos bailar. Una joven vestida de blanco y a quienes todos llamaban de forma especial "Dani" era quien daba algunas instrucciones a los bailarines.
Pero minutos después, llegó un joven de tez trigueña que tomó la vocería, Leonardo Mayorga, quien resultó ser el coreógrafo principal del grupo desde inicios de este año. Leonardo lleva más de 18 años de trayectoria en el mundo artístico, ha representado a Colombia en competencias internacionales de Break Dance y ha trabajado con artistas nacionales de la talla de Carlos Vives.
Este joven recuerda que llegó a la fundación de forma muy particular, la vida se encargó de ponerlo en el lugar donde debía estar. En 2017, Mayorga estaba viendo en su casa la Teletón cuando un grupo que se estaba presentando captó bastante su atención, era Aznad. Le dijo a su madre que le gustaría trabajar con ellos. Luego, gracias a una fotografía que el grupo subió a sus redes sociales pudo contactarse con los bailarines.
“Me respondieron muy interesados y coordinamos una cita, sin embargo, en ese momento no pudimos concretar nada. Desde este año empezamos a trabajar. Curiosamente el primer proyecto que hicimos juntos fue "Teletón”, recordó Leonardo muy orgulloso. Sin duda su destino era hacer parte del grupo.
El ensayo a medida que corría el reloj se iba volviendo más intenso, ahora eran dos las coreografías que ensayaban una y otra vez. A pesar del arduo trabajo los rostros de satisfacción eran más visibles que el cansancio, nada les borraba esa sonrisa que desde el principio logramos percibir.
¡Que mejor forma de celebrar la vida que bailando!Tocaron la puerta, y de repente entró un chico en silla de ruedas de unos 16 o 17 años que los demás llevaban esperando desde hace unas horas. Es el bailarín más joven, quien luego de unos pocos movimientos fallidos logró acoplarse fácilmente al baile. El joven es el encargado de las acrobacias en uno de los bailes donde todos dan un paso atrás y él se convierte en el centro de la coreografía. En ese mínimo instante, su silla se eleva en el aire mientras con todas sus fuerzas apoya su brazo en el piso. Es un corto segundo lleno de espectacularidad.