La Conquista de América, ¿un debate cultural para el siglo XXI?

Mié, 07/08/2019 - 13:18
En una solicitud pública, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, pidió mediante carta al rey de España y al papa Francisco que se haga un relato de agravios y que se pida perdón a l
En una solicitud pública, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, pidió mediante carta al rey de España y al papa Francisco que se haga un relato de agravios y que se pida perdón a los pueblos originarios por matanzas e imposiciones y por las violaciones a lo que hoy se conoce como los derechos humanos, acaecidos durante la llamada “Conquista”. Las excusas parecen estar en el orden del día. Entre muchos otros casos:
  • El papa Juan Pablo II pidió perdón por los horrores de la Inquisición “que usó métodos que no tienen nada que ver con el Evangelio”, y pidió perdón a los africanos en 1992;
  • Alemania pide perdón a Israel y al pueblo judío por los horrores del Holocausto; y
  • Francia ha anunciado que retornará a los países africanos miles de bienes culturales expoliados durante la colonización francesa, que Emmanuel Macron calificó como un crimen contra la humanidad.
Lea también: Río Pato: un campo de batalla que hoy se navega en paz Lea aquí: La desmesurada historia de un asesino a sueldo Le puede interesar: Mi vida en las peleas ilegales Aunque en general esas excusas son simbólicas, no se pueden considerar como una mera expresión de lo “políticamente correcto” sino como como muestra de “civilidades” progresivas en las relaciones internacionales, para el acercamiento entre pueblos y naciones, e incluso para el perdón. En todo caso para la preservación de la memoria histórica. El diálogo y la documentación histórica estarán siempre presentes en esos reconocimientos. Genocidio y etnocidio son negación del otro La iniciativa de López Obrador lleva implícito el planteamiento de un debate de muchos años. Es vino nuevo en odres viejos, ¿cuál fue el rol de España y del catolicismo en la “Conquista” –si conquista hubo– de América? O ¿cuáles fueron las implicaciones y consecuencias? En 1552, el fraile dominico Bartolomé de las Casas escribe su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, dedicada a quien sería después Felipe II; en el texto hace una requisitoria contra España al exponer el catálogo de masacres, violaciones, injusticias, torturas, utilizaciones de perros de guerra y hogueras, trabajos forzados, esclavización, etc., y concluye: “Y con color [de la bandera] de que sirven al rey los españoles en América, deshonran a Dios y roban y destruyen al Rey”. El llamado “choque bacteriológico” y las epidemias (tuberculosis, tifo, paperas y sarampión, entre otras) contribuyeron a destruir una importante parte de la población originaria de América. La dificultad para sustentar la tesis del genocidio en América según los estándares consolidados a partir de 1948 –en particular la demostración del elemento de la intención de destruir– explica porque no está oficialmente censado entre los genocidios identificados por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, lo cual no excluye totalmente la tesis del genocidio. En la década de los sesenta los antropólogos Robert Jaulin y Pierre Clastres introdujeron un nuevo concepto, el de etnocidio, que expresa la destrucción de una etnia en el plano cultural sin eliminar físicamente a sus miembros. Este se relaciona con desculturización y destrucción de las comunidades tribales o, en palabras del etnólogo francés Clastres, la disolución de lo múltiple en el “uno”. Genocidio y etnocidio son negación del otro. “El genocidio mata a los pueblos en su cuerpo; el etnocidio los mata en su espíritu”. Es claro que el debate sigue abierto y es de interés para todos, incluyendo obviamente a las comunidades indígenas y afrodescendientes de hoy. [single-related post_id="549581"] La figura de Cristóbal Colón simboliza, por sí sola, la presencia española y europea en América, de los tiempos de la “Conquista”. Para el historiador francés Pierre Chaunu, Colón es el primer héroe de los “tiempos modernos” pero al mismo tiempo un hombre de la Edad Media, muy a pesar de la imagen que se ha querido construir de él. El poeta colombiano Luis Carlos López expresó muy bien esa paradoja entre lo moderno y lo medieval, cuando cantó a su nativa Cartagena de Indias, “ciudad arcaica y futurista”, ironizando sobre “todos esos bienes y esos males que nos legó la hispánica conquista”. Reacciones La dureza de las reacciones a la carta del presidente López Obrador, sobre todo por parte de académicos españoles, denotan, además de un evidente malestar, la inconveniencia de la iniciativa para España, pues si ella no tiene en sí nada de nuevo, se produce en un nuevo contexto de reivindicaciones por parte de movimientos indígenas y de controversias por bienes culturales que trascienden las fronteras de los Estados. Signo de esos “nuevos” tiempos en materia cultural, en noviembre de 2018 el condado de Los Ángeles, en Estados Unidos, aprobó que se retirara una estatua de Cristóbal Colón de un parque del centro de esa ciudad. La señora Hilda Solís, autoridad del condado, expresó que con la retirada de la escultura “se empieza un nuevo capítulo en nuestra historia en el cual podamos aprender de los errores del pasado para no repetirlos”. En ese contexto de sensibilidad histórica y cultural, la virulencia y el sarcasmo, desde España, estuvieron en el centro de las reacciones en caliente a la iniciativa de López Obrador, como era de esperarse. La señora Carmen Sanz Ayán, catedrática de Historia de la Universidad Complutense de Madrid, califica o descalifica la propuesta como “ridícula”. El también catedrático español Carlos Martínez Shaw cuestiona que la propuesta no provenga de las comunidades indígenas sino de un jefe de Estado, lo cual vendría a ser, según él, “extemporáneo y anacrónico”. [single-related post_id="1111518"] Se podrá anotar que las reacciones informales no cuestionaron la pertinencia o no pertinencia histórica y cultural de la iniciativa respecto de un periodo sobre el cual quedan aún muchos capítulos por esclarecer, sino que critican la educación de la persona que la propone o su investidura de jefe de Estado, descalificándola al tacharla categóricamente de “ridícula”. Incidencias Aunque la propuesta de López Obrador presenta varias falencias y desatinos, no por ello sería desdeñable. Las excusas no se solicitan; deben surgir de unos procesos de reconocimiento del otro; de indagación y esclarecimientos históricos, y en algunos casos de la intención de pedir u otorgar el perdón. Para esos efectos, una carta solicitando excusas sería el medio menos indicado –y también el menos eficaz–, a no ser que haya sido ideada como etapa de una estrategia de más largo aliento con la intención de cerrar un periodo de la historia que, hay que reconocerlo, por definición estuvo plagado de violencias. No dejan de sorprender las reacciones soberbias a la iniciativa, sobre lo que ha sido una reivindicación de varios siglos por parte de los pueblos originarios de América, en la actualidad muy a la orden del día como mecanismo de “civilidad” en las relaciones internacionales, utilizado por varios jefes de Estado y de Gobierno en otros procesos históricos dolorosos e incluso de exterminio hacia otros pueblos. Más allá de las polarizaciones políticas, la iniciativa del presidente mexicano tiene el mérito de volver a traer a discusión, en los contextos de hoy, un debate de muchos años que podría tener incidencias en las disertaciones futuras sobre los bienes culturales internacionalizados. Tal vez se deban explorar otros mecanismos, como por ejemplo el diálogo intercultural. Estos son tiempos caracterizados por un impetuoso activismo diplomático de España en la agenda cultural, que llega al punto de anunciar oficialmente un acuerdo con Colombia para el rescate del galeón San José, desmentido pocas horas después por la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, algo inusual en la diplomacia, sin tomar en consideración la situación legal “laberíntica” en que se encuentra ese naufragio histórico. La cuestión no es de poca monta y supera el rígido marco de la “inmunidad soberana” otorgada a los buques de guerra: ¿en qué se puede basar la legitimidad histórica de España para reclamar sobre los naufragios de su bandera yacientes en los mares del planeta? ¿Cuál es la legitimidad de las culturas originarias, de los afrodescendientes y de las naciones de la América de hoy? Con información del Periódico UNal.
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