La empleada doméstica de Hitler cuenta su historia

Jue, 01/05/2014 - 10:08
En 1943 la alemana Elisabeth Kalhammer, de 22 años, encontró un aviso clasificado que decía: "Se busca empleada doméstica. Lugar de trabajo: Berghof en Obersalzberg, en la Baviera Berchtesgaden".
En 1943 la alemana Elisabeth Kalhammer, de 22 años, encontró un aviso clasificado que decía: "Se busca empleada doméstica. Lugar de trabajo: Berghof en Obersalzberg, en la Baviera Berchtesgaden". La joven, falta de oportunidades laborales, decidió aplicar a la oferta. La oficina de empleo de la localidad escogió a Kalhammer de entre varias aspirantes. Hoy, 70 años después, cuenta quién fue su empleador: Aldolfo Hitler. Lejos de sentirse feliz por la oportunidad, la mujer, ahora de 94 años, reconoce que tuvo miedo, sobre todo el día que llegó al que sería su lugar de trabajo, por casi dos años hasta el final de segunda guerra mundial. Cuenta que su madre le había dicho que no aceptara el empleo, pero la encargada de  la oficina de empleo le aseguró “que debía estar agradecida por una oportunidad por la que miles de jovencitas estarían encantadas”, reveló Infobae.  Luego de preparar las  maletas y  pasar por dos puestos de control de las SS, llegó a la casa de Hitler. "La casa estaba llena de invitados y el 'Führer" estaba allí", recordó sobre su primer día de labor. Inmediatamente le notificaron las reglas de la casa: "Lo que se hable en la casa, no puede salir bajo ningún concepto de ella. Las faltas serán castigadas con la prohibición de poder salir de casa". Kalhammer  se percató rápido del funcionamiento de la casa de descanso de Hitler. Sólo empleados con años a su servicio tenían permitido el acceso a las consideradas "salas privadas" del dictador nazi.  Ella dejó de llamarse Elizabeth y empezó a ser conocida como "Lisbeth". Dentro de sus labores, debía cocinar exquisitos platos, mantener la casa impecable, como si el polvo no existiera y lavar la ropa de Hitler y su esposa, Eva Braun. Respecto a la compañera sentimental del 'Führer",  Kalhammer  se acuerda de ella como una "mujer elegante", con trajes al último grito de la moda, que disfrutaba de la visita de sus amigos y que era "un gran amor". En Berghof, Braun se comportaba como la señora de la casa, aunque no estaba casada con Hitler. La antigua empleada doméstica debía vestir siempre delantal blanco por orden Braun.  En una navidad recibió lana de Eva para que  tejiera calcetines para los hombres del SS. Kalhammer contó también la pasión de Braun por la actriz austriaco-alemana Marika Rkk. "En Berghof había una sala de cine. La novia del 'Führer' se preocupaba porque las jóvenes tuvieran algún sitio donde sentarse cuando proyectaban una película de Rkk", reveló Infobae. "Por suerte nunca me encontré con Hitler y no tuve que hablar con él", afirmó la mujer que nunca quiso contar a nadie sus experiencias durante la época del Tercer Reich. Sin embargo, aunque la joven no hablara con él, debía estar al tanto de todas sus manías. "Seguía una estricta dieta para la que tenía a su propia cocinera y sólo bebía agua caliente. Pero bien entrada la noche, Hitler se escabullía a la cocina donde debía haber uno de los conocidos como 'pasteles del Führer': un pastel de varias capas de manzana con nueces y pasas", reveló. "Cuando Hitler salía en alguna ocasión a pasear fuera, estaba prohibido observarlo. Sólo podíamos verlo a través de las cortinas", asegura. El 14 de julio de 1944 fue la última vez que vieron a Hitler en Berghof, seis días antes de un atentado del que salió ligeramente herido. "A partir de ese momento, creció el nerviosismo en Berghof y los trabajadores debían comenzar a llevar los tesoros de Hitler al bunker para el que había que bajar 95 escalones", indicó. Entre las cosas que había que trasladar al bunker había un "enorme" número de libros, cuadros y espejos. Cuando los soldados de países aliados comenzaron a acercarse a la zona, se prohibió a las jóvenes abandonar la casa. Para ello les contaron todo tipo de historias horribles de los que les iba a pasar: "Nos contaban que los negros venían a cortarnos el pelo y a violarnos". Sin embargo, ella desobedeció la orden y huyó. Con ayuda de una amiga llegó dos días antes del final de la guerra a casa de su madre y actualmente vive en la ciudad de Salzburgo (Austria) donde pasa su vejez.
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