La visita del ‘Charro de Huentitán’ a la ciudad boyacense se concretó el 30 de noviembre del 2001, hace 20 años exactamente, en el Estadio Cacique Tundama de Duitama, gracias a la gestión de Fanny Mickey y Ricardo Leiva.
Dicho concierto fue anunciado como el más importante de la historia de Duitama, y no era para menos; tener en su época espléndida a Vicente Fernández en un municipio poco concurrido, por encima de ciudades como Bogotá, Cali y Medellín, era un acontecimiento sin precedentes.
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El objetivo era reactivar la economía colombiana que había sido golpeada luego de una fuerte crisis económica a comienzos de siglo. Es por eso que los empresarios apostaron por Vicente Fernández, un músico adoptado en Colombia y quienes muchos consideran suyo, y más en los pueblos y veredas donde su música hace parte también de la idiosincrasia local.
Era una apuesta poco arriesgada, ‘Chente’, como comúnmente lo llamaban, llenaría en cualquier lugar de Colombia y más en una ciudad que pocas veces se da el lujo de tener artistas de talla internacional.
Según trascendió durante esa época, contratar a Fernández para tan esperado concierto costaría alrededor de unos 250 millones de pesos, por lo que las entradas no eran nada baratas, oscilaban entre 30 mil y 100 mil pesos.
Sin embargo, a pesar de lo costoso, un niño duitamense se convertiría en la estrella de aquella noche especial para el municipio y el departamento de Boyacá. Ni él, ni su familia se imaginaron lo que podía suceder.
Para ese entonces Jaime Benítez tenía 9 años de edad, creció en el seno de una familia llena de arte y por supuesto él también tendría su sello en ese sentido. Su prodigiosa voz lo llevaría a convertirse en uno de los cantantes de música ranchera más jóvenes de Duitama.
Ante semejante talento, su familia haría hasta lo imposible para que ese niño de 9 años tuviera una foto con Vicente Fernández. Para ello, su padre tendría que llegar al círculo más cercano del cantante mexicano y así obtener la tan deseada foto de su hijo con el artista mexicano.
Efectivamente así lo haría. Logró contactarse con el agente de la Policía encargado de la seguridad de ‘Chente’ en Duitama, le explicó sobre su hijo cantante y le pidió una sola cosa: la foto.
Y aunque el agente accedió sin problema, le exigió que para hacerlo tendrían que comprar entradas VIP del concierto en Duitama, un problema gigante para una familia de clase baja. No obstante, aun así consiguieron el dinero para comprar las entradas más caras del niño y sus padres.
Jimmy de la Perla, así era el nombre artístico de este niño de 9 años que llevaba en su seudónimo el amor por su pueblo, Duitama es conocida como La Perla de Boyacá.
“Mi hermano estaba vestido con su traje de charro, un traje profesional que trajimos desde Bogotá, y resulta que a Vicente Fernández desde el principio le causó curiosidad ese peladito que cantaba y se emocionaba”, señala Edgar Benítez, hermano de Jaime.
Finalmente, no fue necesaria la labor de la persona encargada de la seguridad de Fernández, el mismo menor de edad llamaría la atención del cantante de rancheras.
A mitad de concierto el mismo ‘Charro de Huentitán’ llamó a aquel niño y lo invitó a subirse al escenario con él.
“Lo subieron a la tarima y no solamente obtuvimos una foto, sino que obtuvimos la oportunidad de que mi hermano cantara una canción”, cuenta Edgar.
Esa noche en Duitama aquel niño se robaría el show al interpretar “Le cantó a la mujer de pelo blanco” de Pedrito Fernández. Hasta el mismo Vicente se sorprendió del talento del menor de los Benítez.
“Se emocionó Vicente Fernández y las palabras de él fueron: ‘si yo hubiera tenido ese mismo talento a la edad de este chamaco, mi vida, hubiese sido otra’”, relata el hermano mayor.
“Fue un boom impresionante, después de eso los contratos le llovían a mi hermano para muchos pueblos por ahí”, agrega.
Hoy 20 años después, Jaime es un fraile franciscano que se ha dedicado de lleno a llevar una vida devota. El recuerdo de haber cantado en frente del exponente musical más importante de la música ranchera lo llevará por siempre, aunque en ese momento no dimensionara la importancia de haber estado en tarima con el más grande.
