A finales de los noventas, en medio de la neblina de frías noches, entre los pasillos del Parque del Oeste en Madrid, se abría paso ‘La Veneno’, una mujer con una figura estoica merecedora de cualquier epopeya griega, mirada de fiera salvaje en búsqueda de su próxima presa, y una personalidad tan enigmática como arrolladora.
Cristina Ortiz era su nombre verdadero y era una de las vedettes más espectaculares y provocativas en la historia de la cultura popular española y probablemente en el mundo, aunque en realidad cuesta un poco referirse a ella en tiempo pasado porque su imagen en estos momentos está prácticamente más viva que nunca.
Esto porque los llamados ‘Javis’, Javier Ambrossi y Javier Calvo, una pareja de cineastas ibéricos, decidieron traer a la Veneno de vuelta en boca de las personas a partir de una serie de ocho capítulos, 'Veneno', que fue transmitida a lo largo del 2020.
A pesar de que sus grabaciones se vieron interrumpidas por la pandemia del coronavirus, esta producción se ha vuelto una de las más comentadas, incluso en algunos casos catalogada como la mejor del año, a pesar de que se acaba de estrenar la cuarta temporada de la exitosa ‘The Crown’ de Netflix.
Esta pareja quiso dar un homenaje a una de las figuras más potentes del colectivo LGBT+, especialmente al hablar de la comunidad trans, como lo es Cristina, a través de narrar su historia, a pesar de haber gozado las mieles de ser una potente celebridad de televisión local, también sufrió de la constante humillación e injusticia que suelen vivir las personas que solo quieren vivir como la versión más real de sí mismas, las y los trans.
Cristina Ortiz, nacida un 19 de marzo de 1964 en Adra, una pequeña localidad en Almería, al sur de España, vivió sus primeros años de vida con una familia humilde, con sus padres y seis hermanos, pero como pasa con muchas personas de la comunidad LGBT+, fue hostigada constantemente por no actuar de la manera que espera una sociedad costumbrista y normalizadora.
Tras años de aguantar violencia física y verbal, Ortiz huyó en búsqueda de una vida mejor a Málaga, después de defenderse con varios empleos pequeños, decidió mudarse a Madrid, donde finalmente tomó la decisión más importante de su vida, empezar la transición de sexo.
Las cosas no fueron fáciles y a pesar de tener un trabajo fijo como enfermera en un hospital, al empezar a dejar atrás su versión masculina (Joselito Ortiz) y abrazar a Cristina, no fue apoyada y fue echada.
A pesar de empezar la aventura de su vida, Ortiz se vio obligada a recurrir a la prostitución y ganarse su propio lugar entre la comunidad de trabajadoras sexuales que se ganaba el pan de cada día en el Parque del Oeste.
Según la Veneno allí trabajaban miles de prostitutas, por lo que ser aceptada tampoco fue una tarea sencilla, de hecho, entre sus fantasías, ella dice que una noche, en la que cayó tremendo aguacero, le arrancó el pezón a una compañera que la hostigaba de un mordisco.
Pero Cristina Ortiz estaba hecha para cosas más grandes y brillar por lo alto, pronto fue descubierta por la televisión nacional y 1997 se convirtió en una personalidad recurrente en programas como ‘Esta Noche Cruzamos el Mississippi’ o ‘La Sonrisa del Pelícano’, todo gracias a su exuberante físico, carisma y elocuencia.
En plena televisión incluso enfrentó a su madre, María Jesús Rodríguez Rivera, con quien asistió al plató un par de veces, alegando la hipocresía de la sociedad, poniendo como ejemplo a Adra, exponiendo todo el sufrimiento que pasó simplemente por ser quien es.
La Veneno fácilmente se convirtió en uno de los nombres más comentados en España, y con sus jocosas frases pudo haber incluso sacado una muñeca de juguete que repitiera las más populares, pero claro, todo era contenido no apto para el horario familiar, “Soy de Adra, donde la que no es puta, ladra”, “Soy una mujer polaca, con el coño atrás como las vacas” y muchas más.
- Le puede interesar: Contar sonrisas y no calorías: el secreto del peso ideal
El éxito de Cristina Ortiz fue tan tremendo que incluso sacó varias canciones, como 'Veneno pa' tu piel' o 'El Rap de La Veneno'. La televisión no pudo ser una constante fuerte de ingresos y ella se vio obligada a recurrir a otros proyectos, incluso se vio obligada a incursionar en la industria del cine para adultos.
Aunque esta historia no es sobre una víctima, es importante hablar sobre los crímenes que tuvo que experimentar. A raíz de una vida en la que el amor y el afecto siempre le fue negado, fácilmente entraba en relaciones románticas altamente tormentosas, y como se ve en uno de los episodios de su serie, uno de sus novios se atrevió a matar a su perro en un microondas mientras abusaba físicamente de ella.
Tras varios enredos, en 2003 La Veneno terminó en una cárcel para hombres, allí pasó tres años, los peores de su vida según cuenta ella, abusada física y sexualmente, ella sale transformada, y como muchos se atrevieron a decir, acabada.
Al salir de la cárcel se refugió en casa de su mejor amiga, Paca la Piraña, e hizo una que otra aparición en televisión. Sin embargo, ella se volvió a meter en problemas y en 2014 volvió a la cárcel, pero esta vez fue a una de mujeres, una experiencia menos traumática.
Cristina Ortiz fue valiente y a los años volvió a aparecer en programas de televisión con su tan esperado carisma, pero fue en 2016 cuando llegó una nueva oportunidad gracias a la publicación de sus memorias escritas por la periodista trans, Valeria Vega, ‘¡Digo! Ni puta ni santa: Las memorias de La Veneno’, un éxito en estanterías.
Lastimosamente, ese mismo año la comunidad LGBT+ perdió una de sus más grandes guerreras, el 9 de noviembre falleció a los 52 años de edad. La razón fue un traumatismo craneoencefálico, pero muchos alegaban que se trató de un homicidio. En sus memorias ella hablaba de haber tenido encuentros íntimos con importantes figuras nacionales e internacionales, pero no se revelaron sus nombres y fueron cambiados por iniciales. Cristina fue encontrada tumbada por su novio de entonces, muy golpeada y con grandes cantidades de sangre sobre ella, algo que no parecía ser un simple accidente.
Aunque no se pudo investigar más en el caso, su memoria sigue siendo honrada por su propia comunidad. Ahora su nombre no es sinónimo de videos gracias en YouTube, gracias a la serie de los Javis es posible reivindicar su imagen como una constante lucha.
KienyKe.com conversó con Ficheraz, el primer colectivo dedicado al patrimonio y legado de las vedettes en América Latina, para detallar la importancia de su personaje:
"Muchos le dan el crédito como la primera vedette trans. No lo fue. Antes que ella desfiló una pléyade de vedettes no binarias que cautivaron al público en distintas partes del mundo. Hispanas estuvieron Bibi Andersen en España, Jessica Muriel y Terry Holiday en México, y Vanessa Show en Argentina, por mencionar algunas. Todas anteriores a Cristina".
Sin embargo, 'La Veneno' se distingue de entre todas ellas, y sus colegas cis, por ser la única vedette que genuinamente era ella y punto. Algo que hasta ese entonces no se había visto en ninguna otra artista del género.
Parte esencial del concepto de vedette radica en la fantasía. No son personas, son personajes que encarnan el epitome de la femineidad. Es por eso que su éxito no radica en su virtuosismo, sino en su habilidad de crear una ilusión, ‘la mujer perfecta’, ‘la más erótica’, ‘la más carismática’. Y una vez que salen de escena, sin las plumas y las lentejuelas, se convierten en mujeres promedio.
Cristina era todo lo contrario. Vivía su vida común como si fuera la estrella del Lido de París, irradiaba erotismo y tenía una personalidad avasalladora. Por eso, se convirtió en una estrella desde su primera aparición televisiva en 1996.
Sus detractores dirán que no es una verdadera vedette, ya que destaca moderadamente por su capacidad de actuación, además de no ser la mejor bailarina y ciertamente no la mejor cantante; sin embargo, la clave de su éxito no radica en su virtuosismo, sino en su carisma, belleza y sex-appeal, elementos sin los cuales no puede existir una vedette”.
La historia de a Veneno llevada a la televisión no se encasilla como una producción de nicho, es decir, algo que solo pueden ver o solo puede atraer a las personas trans o a las personas LGBT+, su historia atrae a cualquiera que ha sufrido en la vida, que ha sido rechazado por sus seres queridos, que le ha costado encontrar el amor y que persigue sus sueños a como dé lugar.
A cuatro años de su muerte, ver sus entrevistar, ver su serie, salir a las calles y alzar la voz para evitar que siga vulnerando a la población trans el objetivo imperativo para honrar la memoria de Cristina Ortiz, la Veneno.