"Nos pusieron pistolas en la cabeza y nos despojaron", dijo el periodista alemán Hans Máximo Musielik, de Vice News, al relatar el atraco padecido junto con seis colegas en Guerrero, perpetrado por sicarios en la cobertura del conflictivo sur montañoso de México.
"Eran unos cien hombres bien armados y drogados, entre ellos había niños y adolescentes", recordó el corresponsal.
El grupo de siete periodistas regresaba en dos camionetas de una travesía de ocho horas, por la ruta de la espectacular montaña de ese estado del sur de México, tras cubrir un operativo de fuerzas federales combinadas.
El violento asalto ocurrió al atardecer del sábado pasado, a poco más de un kilómetro de un retén militar, en la misma carretera de regreso hacia la Ciudad de México.
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El grupo que bloqueaba la ruta federal, en una curva de la montaña, bajó a los periodistas de sus dos vehículos y se quedó con la mejor camioneta.
El botín del despojo perpetrado incluyó, además, cámaras profesionales, computadoras laptop, celulares, credenciales, tarjetas de crédito y dinero.
Cubriendo la guerra del narco
En un país donde 122 periodistas han sido asesinados desde el año 2000, y 32 de ellos en los últimos cuatro años, el miedo es parte del trabajo.
Los corresponsales habían recorrido sin problemas la ruta de ida a la zona conflictiva.
Cruzaron dos retenes de supuestos grupos de autodefensa; después retenes policiales y militares; otros bloqueos de grupos armados y, finalmente, se encontraron con un operativo militar masivo.
Eran unos 500 efectivos militares y policiales, que venían en sentido contrario, en ruta hacia la autopista que une a la Ciudad de México con Acapulco.
"Nos facilitaron la cobertura porque querían que reportáramos cómo retiraban los vehículos calcinados, atravesados unos tras otros en barricadas, en un escenario de guerra", recuerda Musielik.Es la región aislada de un pueblo asolado por la llamada Banda de El Tequilero. Días antes había ocurrido una incursión en La Gavia, comunidad del pueblo de Teloloapan. "Policías comunitarios" que apoyan al grupo del secuestrador se enfrentaron con sicarios de la narcotraficante Familia Michoacana. Fue un choque armado que dejó ocho muertos -cinco fueron calcinados porque los consideraron invasores- y cuatro más quedaron heridos de bala. "Fue una cosa muy sonada, con varios muertos, pero no podíamos ir a cubrir solos, era muy peligroso", admite Hans. Al día siguiente, fue desplegado un operativo de militares y policías de Guerrero, desde Arcelia. La misión era retirar unos 15 bloqueos carreteros en distintos puntos de la ruta federal que conecta con la ciudad de Iguala, cruzando la Sierra de Guerrero. Experiencia de guerrillas "He cubierto enfrenamientos en Michoacán, en Tamaulipas, en Nuevo León, conozco la táctica de atravesar camiones o todo tipo vehículos y quemarlos, son tácticas guerrilleras", dijo Musielik. Los otros colegas eran Sergio Ocampo de La Jornada y la agencia francesa AFP; Ángel Galeana, de Imagen TV Radio, Yahir Cabrera, fotógrafo de La Jornada. [single-related post_id="692988"] Se sumaron Jorge Alberto Martínez, de la agencia Quadratín, Pablo Pérez García, español de Hispano Post y César Alejandro Lorenzo, de diario Bajo Palabra y W Radio. "Salimos de madrugada desde la Ciudad de México, nos juntamos todos en Iguala (220 km al sur de la capital)". "El primer retén era de policía comunitaria, unos 60 km después encontramos otros dos retenes, no está claro si era La Familia Michoacana (narcotraficantes)". En esa zona gris, el cultivo de amapola para la producción de heroína y marihuana transformó en una década la región agreste de la montaña de Guerrero. "Es una región con gran presencia militar, con despliegue de inteligencia en las montañas, híper controlada por las fuerzas federales y por la policía de Guerrero", reflexiona el periodista, para retratar la complejidad del escenario. "Estoy convencido de que todos saben lo que pasa y por qué pasa, de un lado y de otro, sabían que estábamos allí", advierte. En la ruta de ida, por la mañana vieron varios retenes y controles, que de regreso entre las 6.00 y la 8.00 de la noche ya no estaban. Unos 30 vehículos quemados por la familia Michoacana, supuestamente, fueron filmados y fotografiados por los corresponsales. Llegaron a un punto en el que no se podía continuar sobre la carretera de asfalto, por las barricadas y a los civiles armados que estaban ahí, les pidieron permiso para caminar. Anduvieron en estado de alerta por unos ocho kilómetros. Caminar por la montaña Más adelante, tuvieron otra sorpresa en esa importante arteria comercial colapsada, entre Iguala y Arcelia, que llega hasta Ciudad Altamirano. En los ocho kilómetros encontraron cinco bloqueos más, realizados la noche anterior, con camionetas calcinadas, "tácticas de guerrillas para obstaculizar los grandes despliegues militares", explica. "La montaña es bellísima, imponente y en Palo Alto nos topamos con el operativo que venía en sentido contrario desde Arcelia", dijo Musielik.
El procedimiento fue de rutina, es decir de desconfianza: identificaciones, registros, fusiles en ristre, siempre apuntando."Era unos 500 efectivos, militares, policía estatal bien armada, respaldada por unos 10 vehículos militares, pertrechados con armas pesadas de apoyo empotradas y 30 unidades más". Una fuerza militar y policial completa en plena tensión. El comandante del operativo "un hombre cordial y muy profesional" era el director general de Seguridad del Estado de Guerrero, un general de cuatro estrellas. Durante unas dos horas, los periodistas fueron autorizados a cubrir el desalojo de la ruta estratégica. Las fuerzas combinadas avanzaban, retirando camiones, automóviles y autobuses quemados. "A medida que avanzaban, unos 200 metros adelante los grupos delictivos iban cruzando más autobuses, y lanzando cocteles molotov, era un caos", describe. Fotográficamente era un evento imperdible: "primer plano de soldados en acción, en segundo plano autobuses quemados, y en el fondo la montaña", describe el resultado del trabajo. Regreso incierto Atardecía y era hora del retorno, caminando. El temor era que quemaran las dos camionetas del convoy periodístico y quedar atrapados en la montaña. "Todo iba bien de regreso, en el primer retén de civiles nadie nos preguntó nada, nos saludaron y nos ofrecieron agua". [single-related post_id="693458"] Cerca de la Presa Vicente Guerrero vieron un bloqueo con llantas, y decenas de hombres enmascarados, veinteañeros. "Los niños parecían haber encontrado un camión de juguetes, al ver nuestros equipos; pero los jefes nos encañonaron con insultos y nos dijeron que eran órdenes de arriba". Estaban exaltados, hablaban a toda velocidad, con voz pastosa y a la vez tomaban cocaína a la vista de todos, recuerda Musielik. Vaciaron las camionetas y los dejaron partir en uno de los dos vehículos. "Nos advirtieron que tenían halcones (vigías), y que observarían si denunciábamos algo al reten militar que estaba más adelante". Los periodista regresaron aterrorizados: "Nos amenazaron con quemarnos vivos en la camioneta, si denunciábamos". "En los últimos diez años, he estado en situaciones así, en Guatemala, en Perú, en Colombia", reflexiona Hans. "He aprendido que la línea roja, es del tamaño del capricho de un hombre con un arma, y cuando quiere matar, mata", puntualizó. Con información de Sputnik Noticias.