Mataron a Miguel. Ese debería ser el titular de este escrito y el de todos los medios que publican este horror. Miguel no se murió; lo asesinaron; mataron a Miguel Uribe Turbay. Ahora no es que salgan con el cuentico ese de la izquierda mentirosa, de “desescalar el lenguaje “y decir que se murió, en busca de la cochina impunidad, tal y como han hecho con otros crímenes; incluso de Lesa Humanidad. Las cosas son como son: a Miguel Uribe lo mataron, punto. Las consecuencias judiciales por este homicidio deben ser las más severas, no acepto contemplación alguna ni intervención ideológica, ni consideración de ninguna clase con el rigor de la justicia y la pena, que en Derecho deben aplicarse, por causarle la muerte a esta joven promesa exponente de la política digna de este país. Y como digo las cosas a cazón quitao, estas son consecuencias de montar en el poder a los bandidos, ¿o es que esperaban otra cosa al abrirle la puerta a la criminalidad? Y no se rasguen las vestiduras leyendo estas líneas. No podemos seguir tapando la realidad dándole matices y bregando a catalizar lo inocultable e insostenible; esto es parte de la herencia maldita del premio Nobel de paz y su turbio y espurio Acuerdo del Colón, también conocido como Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera. Suena risible y es nauseabundo.
Dije en mi editorial de la semana pasada que para mí el costo de la resurrección y la credibilidad de la clase política del entonces atentado contra Miguel Uribe era un precio muy alto que estábamos pagando…en ese momento aún respiraba. Hoy, el precio es impagable. La flama de Miguel se apagó; la apagaron desalmadamente. Una vez más se ha demostrado que en este país la vida, honra y bienes de quienes trabajan honestamente y en procura de un mejor mañana, dista mucho del valor de la vida de los bandidos que se regodean y relamen entre la corrupción, la coca, la amoralidad y la depravación estatal. En Colombia en crimen paga. No me dan ganas hoy ni de traer a colación las frases esas tristemente célebres de Echandía, Londoño y Sting, entre otros, que están sobre la mesa. Hoy es un día muy triste y doloroso para esta acongojada nación. Y lo más duro de escribir esto, a parte de la rabia y la profunda decepción y tristeza que me embargan, mientras lloro, es saber que esto lo llevamos escribiendo, gritando, rogando, cantando y reclamado, muchísimos años. Parece que vamos de mal en peor.
En 1989 las víctimas nos preguntábamos ¿cuántos muertos más tenemos que poner para lograr vivir medianamente tranquilos en este país? Hoy me pregunto, luego de centenares de miles de muertos; cuántos decesos más nos faltan por aportar en esta ensangrentada nación, que parece estar llamada a la desgracia y que hoy se sume en un escalofriante luto de desgarradora tristeza e indignación, por el homicidio de otro mártir de Colombia.
Como fácilmente se siente, hoy mi corazón está lleno de todo menos de inspiración. Inspirarse, si es que si quiera cabe el vocablo, en estas horas de oscuridad tenebrosa, en un momento de luto mundial por este homicidio aleve y rastrero, es prácticamente imposible. Sin embargo, de la lección de vida que me dejó Miguel, sacaré fuerzas como las del búfalo, como decía mi madre en su lecho de muerte, para poder escribir algo medianamente inteligible.
Me quedo con la luz de la mirada de un joven soñador huérfano gracias a que su madre también fue asesinada cuando él apenas era un niño de 5 años, pero que, sin duda, como lo decía, era su mayor fuente de amor e inspiración. Me llevo su sencillez y carisma, porque era un maravilloso cautivador de corazones, su don de gentes y su amor por los suyos hacían de Miguel un muchacho muy especial. Su calidad humana era manifiesta y generosa y su talento para el arte y la Cosa Pública, saltaban a la vista. Un contendor político que se caracterizaba por la altura de sus maneras; respetuoso, pero contundente, diplomático, pero sin rodeos, amoroso, pero sin flaquezas, con denuedo, pero sin atropellos. Era realmente un hombre amoroso, un caballero gallardo y valeroso; condiciones propias de un verdadero guerrero. Y lo demostró hasta el final de sus días luchando por su propia vida, para luego hacer respetar la nuestra si hubiera logrado una victoria en la primera batalla. Por eso, quiero dedicar una canción del buen Yury Buenaventura, que junto con su hermana Carolina, tuve el honor de oírle cantar al maestro en Medellín, con ocasión a una invitación que nos hicieron para presenciar el aplaudido desplome del Edificio Mónaco, de propiedad del asesino de Diana, quien hoy recibe a su hijo en la presencia Divina. Esta es una versión muy apropiada por el imponente y emotivo acompañamiento de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia: https://open.spotify.com/intl-es/track/0Fh7KVvC2TW4PDv99Pc0I7?si=283313db684245d8
También quiero despedir a Miguel mientras nos encontramos allá arriba para celebrar, una décima de un poeta natural a quien admiro mucho y de quien tengo el privilegio de ser su primo https://www.instagram.com/reel/DNNnqZeOpRq/?igsh=b3VybjFjZ3czdTQ5
Rindo este homenaje a Miguel con arte, pero con mucha tristeza, con ese nudo incomodo en la garganta que se desata en lágrimas llenas de muchas cosas; algunas ya las dije. Este es un sencillo, pero honesto tributo a esa sonrisa sincera que, junto con la luz de sus ojos, seguirá iluminando desde otra dimensión.
Es genuino el sentimiento Miguel. ¡Vuela alto crack! Nunca olvidaré el tiempo que compartimos en busca de nuestro sueño por una curul en el cabildo distrital para actuar con amor y entereza desde allí. Fuiste un gran candidato y contendor; no me cabe duda de que hubieras sido un gran presidente, porque has sido, eres y serás un gran ser humano.
Gracias, guerrero, duele la patria. Qué Dios bendiga y guarde a tu gran Alejandro.
A la familia, mi cariño, reconocimiento, respeto y solidaridad irrestricta. Mi oración con ustedes.
Abrazo cálido, seguimos trabajando.
@muiscabogado
#DueleLaPatria