Ni atribuladas, ni humilladas, ni decepcionadas.
Perder, para aprender, como decía el cineasta Tarantino, cuando empezaba su brillante carrera en Hollywood. “El estilo es el éxito que nace de las caídas”.
Aunque el final malogró uno de los objetivos, el título, y la tanda de penales dejó de lado la meritocracia, Colombia abrió el camino a lo largo del torneo, con fútbol deleito a sus hinchas, fue sensación en la copa y tiene tiquete a los olímpicos.
El pitazo final demostró que no siempre el balón toma el destino planeado, ni rueda como se quiere, ni llega donde se desea. El mundo, tantas veces grosero por lo injusto.
Nunca fue inferior al compromiso el combinado nacional, al contrario, fue igual o superior a los rivales, con partidos para recordar como el dramático del cierre ante Brasil y el vibrante frente a Argentina.
Con actuaciones memorables de algunas de sus jugadores, demostrando calidad, especialmente Mayra, Leicy y Linda, con sus exhibiciones desequilibrantes, batiéndose en duelo abierto con las rivales.
En el juego del título, la pelota fue de un lado a otros, refrescante por la búsqueda del triunfo, con indiscutible capacidad de lucha y resistencia por parte de Colombia. La selección dejó la vida en la cancha como una de las tantas fórmulas para jugar y entender el fútbol.
Martha, la eterna brasileña, cercana a los 40 años, tantas veces la mejor del mundo, acudió al rescate de su equipo cuando Colombia lo dominaba, obsequió dos goles de su inagotable repertorio y falló su lanzamiento en el epílogo.
Como alguna vez lo hicieron Messi, o cristiano, o Baggio, el italiano, en el cierre de un mundial ante Brasil.
Si Brasil tiene a Martha, Colombia tiene a Linda. Pasado y presente con historia. Linda, destacada al máximo, se anunció como su relevo, por su influencia en el juego y en el resultado.
Leicy Santos no quiso ser protagonista de reparto y con un golazo salvó el partido en el cierre, pero falló su puntería en la tanda de penales.
Estuvimos tan cerca. Pero no más llantos. Este equipo tiene ritmo y clase, sin parar su crecimiento. Habrá que darle vida a un título. Un título que sea la felicidad plena del pueblo.