En un mundo en el que los desafíos sanitarios son cada vez más complejos, el bienestar físico y mental de las personas se ha convertido en una prioridad global.
En el anterior sentido, los ODS, particularmente el número 3 “Salud y Bienestar”, llaman a todos los actores —incluyendo al empresarial— para que contribuyan en la construcción de entornos más sanos, seguros y sostenibles para todos.
Las empresas como actores sociales tienen una capacidad de incidencia real, y la responsabilidad de generar entornos laborales protectores, impulsar programas de promoción y prevención en salud, y extender su impacto positivo a las comunidades donde operan, con énfasis en aquellas de alto riesgo.
En nuestro país ese compromiso es urgente, especialmente en las zonas rurales que enfrentan un déficit crítico en infraestructura y personal médico. Según el Índice de Salud Rural de 2024, el 37 % de los hospitales públicos rurales está en riesgo financiero, y en 116 municipios del país apenas hay un solo médico
Además, la telemedicina, una opción que se veía prometedora, sigue siendo inaccesible: el mismo informe asegura que el 37 % de municipios rurales tienen internet casi nulo.
Finalmente, la atención oportuna es una quimera. Las demoras administrativas y los costos asociados impiden el acceso eficaz a consultas, exámenes y medicamentos.
En el contexto previo, el cáncer de mama emerge con particular crudeza. Según la IARC (International Agency for Research on Cancer), en Colombia se reporta un promedio de casi 47 nuevos casos por cada 100.000 mujeres al año, cifra cercana al promedio global
Este fenómeno en el campo es más que complicado. Muchas de las mujeres rurales trabajan de manera informal o sin una afiliación completa al sistema de salud, lo que las obliga a enfrentar enormes dificultades para acceder a servicios de detección y tratamiento.
Los desplazamientos prolongados, los altos costos de transporte, los tiempos de espera y la escasa disponibilidad de servicios especializados hacen que, en muchos casos, el diagnóstico llegue tarde o nunca llegue. Esta realidad impacta de forma directa la salud, la dignidad y el derecho a una vida plena.
El cáncer de mama es la primera causa de muerte por cáncer en mujeres en Colombia. Las estadísticas internacionales señalan que una de cada ocho mujeres será diagnosticada con la enfermedad, y que la posibilidad de supervivencia supera el 90 % si se detecta en etapas tempranas.
Sin embargo, en las zonas rurales del país, la detección oportuna es la excepción y no la regla. Las condiciones geográficas, la escasa infraestructura, la falta de especialistas y la baja cobertura en programas de tamizaje hacen que muchas mujeres lleguen a consulta cuando la enfermedad ya está en fases avanzadas.
Frente a esta alarmante situación, el compromiso de la floricultura de exportación, reconocida nacional e internacionalmente por ofrecer 200 mil empleos, directos e indirectos, totalmente formales -de los cuales el 60% son mujeres- se convierte en un referente de acción e impacto social empresarial.
El “Programa de detección temprana de cáncer de mama”, implementado por Asocolflores desde 2023, ha demostrado que es posible asumir la prevención en salud como una responsabilidad ética, humana y estratégica.
Esta iniciativa, orientada principalmente a las trabajadoras de los cultivos en zonas rurales, -aunque algunos hombres también deciden sumarse-, ha demostrado la viabilidad de llevar atención médica especializada directamente al lugar de trabajo.
Para hacer realidad el programa Asocolflores emplea una prueba portátil, rápida y confiable llamada iBreastExam. Así se detectan señales tempranas de cáncer de mama directamente en los cultivos.
Gracias a esta tecnología, las trabajadoras no deben desplazarse y superan barreras geográficas, económicas y administrativas que históricamente los habitantes rurales han enfrentado ante los servicios de salud.
En solo dos años, los floricultores han realizado más de 1.500 pruebas. Más allá de la cifra, este modelo es una muestra concreta de cómo el compromiso empresarial puede traducirse en vidas protegidas y en un aporte real al desarrollo del país.
El compromiso de Asocolflores con la prevención del cáncer de mama demuestra que es posible actuar con propósito, incluso en entornos complejos como las zonas rurales. Otras organizaciones también siguen este camino con resultados loables en diferentes campos de la salud, demostrando que el país necesita empresarios comprometidos con la vida.
En definitiva, apostarle a la salud y el bienestar de los trabajadores es apostar por el desarrollo, la equidad y la sostenibilidad de Colombia.