
El gobernador de Antioquia, Andrés Julián Rendón, prendió una alarma: a la IV Brigada del Ejército, que protege más de 90 municipios, este año solo le giraron $32 millones de pesos. La cifra suena ridícula frente al tamaño de la tropa: unos 7.000 hombres en terreno. Si se hace la cuenta, son $4.500 pesos por soldado.
La seguridad en números rojos
En 2024 el presupuesto de operación había sido de $97.000 millones. El salto al vacío es evidente: de millones a centavos. Con ese dinero se supone que deben cubrirse gasolina, botas, chalecos, alimentación, papelería y hasta mantenimiento de vehículos. En la práctica, es condenar a la Brigada a moverse sin recursos frente a un crimen organizado que sí está bien financiado.
¿Qué hay detrás?
El Ministerio de Hacienda habla de recortes por restricciones fiscales. Pero no se trata de un rubro menor: es la columna vertebral del Ejército en Antioquia, un territorio marcado por la disputa de estructuras armadas ilegales. La contradicción es brutal: mientras se promete seguridad, en el terreno se desangran las capacidades.
La paradoja
Un país que gasta billones en programas sin resultados tangibles, pero que le entrega migajas a los soldados que enfrentan a diario a las bandas y al Clan del Golfo. La aritmética del abandono deja claro el mensaje: sin recursos no hay seguridad, y sin seguridad no hay Estado