A Aníbal, más que su falta de gerencia y mano dura contra los criminales, lo está matando su exceso de lobby.
Entre más uno conoce a Aníbal Gaviria menos le gusta. Él la tiene clara. Sabe a la perfección qué es ser un político y cómo utilizar el poder. Él sabe que si la ciudad queda bien, su gestión como alcalde queda bien y será recordado como el alcalde innovador. Infortunadamente, lo único que hace es posar frente a la cámara. Un pantallero como decimos.
A Aníbal, más que su falta de gerencia y mano dura contra los criminales, lo está matando su exceso de lobby. Calcula a quien debe traer a la ciudad para que seamos noticia, pero noticia para bien.
Calcula cómo debe manejar la imagen de la ciudad para bien. Le huye a las problemáticas, le gasta tiempo al invitado internacional, lo presenta como su trofeo, se toma foto con él y chao. De recuerdo. Para el álbum.
Todo para alimentar el ego de una ciudad que, por cierto, no tiene nada de innovadora. Es una ciudad en desarrollo, con uno que otro edificio nuevo, como cualquier otra ciudad que lucha por eliminar su estigma de inseguridad. Miren el río Medellín a ver qué tan innovador es. Les recuerdo que Medellín quedó entre las ciudades más contaminadas de América Latina, junto con Cali y Bogotá, según el último reporte de la Organización Mundial de la Salud.
Cuando tuve la oportunidad de hablar con él hace unos meses, le pregunté que si no cree que la seguridad de Medellín se le está saliendo de las manos. Gagueó y me dijo que no. Me respondió argumentándome con las cifras en cuanto a la disminución de los homicidios, pero no consideró la percepción de seguridad.
Este alcalde, un neoliberal con todas las de la ley, piensa que Medellín es una ciudad escandinava en la que no sucede nada. La Estocolmo de América Latina. Muy insolente de su parte. Y no. Medellín es una ciudad que se está cayendo bajo las sombras de los pequeños grupos armados ilegales, cosa que la administración de Gaviria no ha querido entender.
No ha diseñado un plan de choque que logre coger el toro por los cuernos. En saber cuál es la estructura criminal y económica de las bandas criminales. En saber cuál es su modus operandi y su campo de acción. En saber quiénes son los que están extorsionando en barrios donde nunca habían sucedido esos casos.
La masacre del 31 de diciembre en Envigado, en donde, por cierto, fue asesinada una compañera de mi pregrado, es una clara muestra de que, como lo dijo el decano de la Escuela de Humanidades de la Universidad EAFIT Jorge Giraldo: “Masacres como esa reflejan una paradoja: se ha logrado bajar la tasa de homicidios pero una nueva violencia difusa se resiste, alimentada por el desplazamiento, la fragmentación social y las rivalidades políticas”.
Si bien es cierto que en 2012 disminuyeron en un 25% los homicidios en la ciudad: 1.247 frente a 1.657 de 2011, es indudable que la percepción de inseguridad es muy alta por cuenta, entre otras cosas, del asesinato de dos niños en la comuna 13 hace un par de semanas, las extorsiones y las balaceras en la 8 y la 16.
El alcalde, más que gobernar bajo cámaras, fotos y espectáculo, está obligado a tomar decisiones y salir a la luz pública para hablar de los enfrentamientos entre combos delictivos, paros de buses, fronteras invisibles y extorsiones: de la seguridad de la ciudad.
Enhorabuena le aceptó la renuncia a Eduardo Rojas, secretario de seguridad de Medellín, un Ingeniero de Sistemas de EAFIT que tenía perfil de todo menos de secretario de seguridad.
Si Aníbal Gaviria no articula soluciones concretas a la inseguridad de la ciudad, no elimina la estructura burocrática de la Secretaría de Seguridad y no se le mete de lleno a la confrontación de bandas criminales, va a seguir bajando en las encuestas, que ya va en un 54 por ciento de favorabilidad, según la nueva encuesta de Gallup.
Twitter: @sebastiandiazlo
Aníbal Gaviria, el insolente
Vie, 08/03/2013 - 07:48
A Aníbal, más que su falta de gerencia y mano dura contra los criminales, lo está matando su exceso de lobby.
Entre más uno conoce a Aníbal Gaviria menos le gusta. Él la tiene clara.
Entre más uno conoce a Aníbal Gaviria menos le gusta. Él la tiene clara.