Caracol y RCN: razones por las cuales no vemos sus noticieros

Mar, 12/11/2013 - 09:16
¿Por qué muchos colombianos decidieron no mirar las emisiones de los dos noticieros de la televisión colombiana? Salvo, claro, cuando se produce una noticia extraordinaria o un hecho del interés n
¿Por qué muchos colombianos decidieron no mirar las emisiones de los dos noticieros de la televisión colombiana? Salvo, claro, cuando se produce una noticia extraordinaria o un hecho del interés nacional o internacional que amerita hacerlo. No me refiero al rating, que según IBOPE y demás agencias de medición está muy bien, o al menos en los datos de referencia que se toman del número de hogares con televisión encendida en los dos canales en la mañana, al medio día y la noche, la franja prime time. Ignoro si esos datos contemplan el hecho de que en este país todos sus habitantes tienen acceso a la televisión nacional y los que aún no lo tienen, saben que el MINTIC realiza esfuerzos para hacerlo y que en el 2014 estará totalmente cubierto el territorio colombiano. No sé si las mediciones también llegan a veredas, centros poblados y municipios pequeños. Hablo de los miles de personas que desde las redes sociales manifiestan su descontento con las emisiones de noticias de los dos canales privados, que los califican de “vendidos” o “paracos” por ejemplo, que los ridiculizan y desestiman como informadores de la realidad nacional. ¿Por qué lo hacen? Miremos algunos puntos:  
  1. Justicia mediática: los noticieros televisivos realizan, cada tanto, extensos informes acerca de un tema preocupante, por ejemplo la violencia hacia menores o conductores ebrios, en ellos se pide aumento de condenas a borrachos y agresores infantiles, se insta a la comunidad a levantarse y a pronunciarse sobre los hechos. Si bien todos estos actos constituyen delitos graves, no corresponde a los medios de comunicación realizar juicios sobre sus protagonistas, pedir condenas o instar a los habitantes a tomar medidas que, en no pocas ocasiones, llevaron al casi linchamiento de los supuestos culpables. Olvidan los medios los derechos de los ebrios, los asesinos o violadores, los cuales también deben se respetados y procesados en juicios justos, no en los noticieros o en las calles.
  2. La frívola ignorancia: cuando estos dos medios asumen la tarea, por ejemplo, de informar acerca del Hay Festival, olvidan invitar como reportero  a un buen escritor-periodista que logre transmitir la trascendencia de dicho evento. En su lugar, la misma presentadora-modelo de la franja de frivolidad asume esta tarea con penosos e ignorantes informes que sacan de quicio a cualquier televidente más o menos letrado. Igual puede decirse de las entrevistas a científicos, escritores, filósofos, músicos o artistas plásticos, realizadas regularmente en la franja farandulera por quienes no conocen al personaje, su obra y realizaciones. Zapatero a tus  zapatos.
  3. La violencia genera rating: Si bien es cierto que los noticieros no pueden contar con reporteros en cada unos de los 1.075 municipios colombianos, también lo es que para estos informativos solamente existe esa otra Colombia cuando sucede un hecho de violencia o del llamado “orden público”. Es así como Guacarí, Mesetas, Tierralta o Villanueva por ejemplo, aparecen cada tanto en sus emisiones, porque un drama, accidente o hecho violento ocurrió en ese lugar. Si nos atenemos a los dos noticieros, en lugares como estos jamás suceden cosas buenas, realizaciones de sus habitantes hechos relevantes que merezcan – según este rasero- el interés nacional.
  4. El país invisible: Como consecuencia del punto anterior, todo parece indicar que Colombia solamente cuenta con diez ciudades y una veintena de municipios donde sucede todo el país. El resto del territorio es solamente “un hecho de orden público” que se mira de vez en cuando. Bueno, también se mira cuando desde el llamado departamento de responsabilidad social, dichos canales logran venderle a una entidad privada o pública sus servicios informativos y entonces acuden camarógrafo y reportero hasta la “apartada región del país” para contar, en minuto y medio, la noticia negociada o convenida. Y en el final del informativo, es decir, después de las 8 a.m. o sobre las dos de la tarde cuando la audiencia baja y los anunciantes ídem.
  5. Demasiado locales: Es increíble que contando con la audiencia nacional, los dos informativos en cuestión decidan abrir sus diarias emisiones con noticias de accidentes viales, robos a locales comerciales, huecos en las calles o inseguridad en barrios de Bogotá. Su primera franja, los quince minutos iniciales antes del corte comercial, regularmente se copan con noticias sobre la capital del país, como si se tratara del noticiero local de Bogotá. El resto de Colombia, donde también asaltan viviendas, roban en centros comerciales y se accidentan busetas, no les importa. Estas noticias “de barrio” son brindadas con gran trascendencia porque acontecieron en Bogotá. ¿No es posible contar con reporteros por fuera de los barrios bogotanos? Entonces hablen con las universidades regionales y sus facultades de comunicación que estarían felices de enviar informes de sus estudiantes, con los requisitos del informativo por supuesto, lo que sería una buena práctica comunicativa para ellos y menos “localidad” en lo que se muestra como nacional.
  6. Cultura igual a farándula: Todo parece indicar que un reinado equivale a una presentación artística, que la conferencia de Llinás es igual a la presentación de una orquesta vallenata, por eso merecen estar todos en la franja de farándula. Y con las presentadoras de la misma como entrevistadoras o, en el peor de los casos, comentaristas culturales. ¿A quién se le ocurrió esta extraña mezcla? En la que la actividad cultural, científica o artística sale perdiendo, por supuesto. Como en el punto anterior, la cultura también sucede en Bogotá, todo lo que se realiza desde las casas de la cultura regionales, sus grupos artísticos, sus gestores, escuelas, etc. puede llegar a ser emitido si se habla con el fulano de responsabilidad social que evalúa sus méritos para lograrlo. Y ya saben el resultado.
No imagino cómo será posible trabajar el posconflicto desde estos medios noticiosos, de manera incluyente, amplia y democrática, con participación de “esos otros”  donde nunca se han dignado a mirar y menos a mostrar. Los grupos ilegales, guerrillas, paras, bacrim, etc., si cuentan con audiencia nacional, más por sus fechorías que por cometer sus atrocidades en las poblaciones olvidadas; son sus habitantes los invisibles de la información llamada nacional. Y son ellos, los que viven en el 80% de los municipios colombianos, quienes merecen visibilidad, respeto y un periodismo serio que logre, algún día, contribuir a cerrar la dolorosa brecha de desigualdades en la que los hemos sumido desde el Estado, los demás colombianos y ustedes, señores de los noticieros televisivos. No importa si lo hacen solamente por ganar rating.
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