
El viajero desconocido fue conocido inicialmente en la ciudad de Bogotá, en una tarde, para variar, en las que caía un aguacero de los 1300 demonios.
Salvo una cerveza ideológica ese día y una rasca que en ese folclórico país (Colombia, guepajé!), se puede realizar justo en la noche previa a una jornada electoral y cuando hay ley seca, tuvo contacto con un grupo de desconocidos hasta el momento, que sellaron su escaso conocimiento mutuo con una “hangover”, el intercambio de correos electrónicos y un par de fotos en ese exótico paradero sobre la faz de la tierra.
Se tiene entendido que es lo que se llama un gringo, con algo de ascendencia caribeña y que a punta del traductor de Google, logra escribir algunas palabras en español.
Y sabe Dios en que desconocido paradero de su cerebro, se le ocurrió la idea de armar un viaje al Perú al que quizá nadie nunca le iba a agarrar la caña, pero finalmente logra que la hippie wanabe y la documentalista, hagan uso de sus respectivas tarjetas de crédito y decidan largarse doce días, tres extranjeros en tierra extranjera, con el consecuente “entre el diablo y escoja”.
Todo fluye, a veces pesado, a veces leve. Ya hay tiquetes comprados, itinerarios medianamente cuadrados, el pensamiento en los detalles de equipaje, hoteles, ideas y viajeros desconocidos.