Fernando Botero prefiere morir antes que dejar de pintar, es el artista latinoamericano más costoso e importante del mundo.
Tiene más de 4mil obras de gordos y gordas, cantando, bailando y hasta haciendo el amor, colgadas en todos los rincones del planeta; es un grande entre los grandes y lo reciben hasta con calle de honor a donde quiera que llega.
Botero, sobrevivió al hambre de ser artista los primeros 38 años de su vida; su historia es similar a la de muchos que se arriesgan a incursionar en una industria que a veces es injusta. Pasó de vender cuadros de $10USD en las calles de Nueva York, de recorrer París en una moto Vespa y con una mochila al hombro, a vender un solo lienzo por hasta $2.000.000 USD.
Fue la Mona lisa pasada de kilos, la obra que le abrió para siempre las puertas de los museos más prestigiosos del mundo. El éxito no lo tomó por sorpresa, después de trabajar muchos años e ir en contra de la corriente se ganó el respeto del agreste mundo del arte. Mientras todos los artistas de su época le apostaron al arte abstracto, él se la jugó toda por la exageración y la deformación de esos paisajes y recuerdos de esa Medellín en la que soñó cuando tenía 20 años.
Con 9 dedos y medio, 11 colores y un lienzo en blanco, es capaz de crear universos de tallas gigantescas. Es un hombre millonario que no vive a la altura de su riqueza.
Su estudio es un templo de concentración, es habitado únicamente por cuadros y lienzos de su autoría. Tiene 5 espacios para pintar, uno de ellos está en su finca, en Medellín, lugares que lo transportan y lo inspiran a dibujar tal y como lo viene haciendo desde hace 85 años.
Su documental es una muestra valiosísima del trabajo que ha hecho a lo largo de su vida. Fernando Botero además ha dejado las puertas abiertas para otros artistas emergentes, ha llevado el nombre del país a lo más alto. En Colombia fue todo un éxito y ahora los mexicanos tienen el privilegio de apreciar esta obra de arte del artista paisa más destacado del planeta. Una muestra enriquecedora que pone en discusión el estado del arte en nuestro país, no es solo el apoyo que los entes gubernamentales brinden, ni la cantidad de escuelas que gradúen año tras año cientos de artistas; es más que eso, es la perseverancia. Sin disciplina no hay talento que sobresalga.
Ojalá que se alarguen los años y que se congelen las horas para que el maestro no pare de pintar.