En un bosque de la China, una chinita se perdió…

Vie, 29/08/2014 - 12:53
Pensar que el mundo se va acabar más que redundante es patético y más que patético es fatuo, vacuo y baladí. El mundo se va acabar, cómo no. Bien decía un amigo que la estupidez colectiva que s
Pensar que el mundo se va acabar más que redundante es patético y más que patético es fatuo, vacuo y baladí. El mundo se va acabar, cómo no. Bien decía un amigo que la estupidez colectiva que significó la pseudopredicción del mundo Maya para el 2012 lo único interesante que tenía era que, de acabarse, seríamos espectadores privilegiados de tan magno evento. La idea me gusta; sé que es traumática, pero ser capaz de ver la destrucción de la Tierra por una causa natural, llámese meteorito, terremoto o inundación es interesante. De ser así, toda mitología por fantasiosa que sea, tendría la validez de la verdad más absoluta y por lo tanto sería una de las invenciones más logradas por la humanidad. Pues bien, aunque no creo que el mundo se acabe en los próximos años –me refiero para todos -, si creo que estamos en un momento histórico. El imperio que significó Estados Unidos durante el siglo XX claudicó, y claudicó para ser exacto el pasado 11 de septiembre de 2001, por mano propia o ajena, eso no importa. Lo que sí importa es quién tomará ese lugar en los anales de la Historia, bajo qué características y con qué argumentos. Estados Unidos se globalizó con la moneda, con el idioma, con el cine, con la defensa de los derechos de los estadounidenses, con la información cifrada y la intervención en muchos mercados  y sectores de la economía. Compraron e hicieron empresas; de todo tipo, por todo el mundo, pusieron en la bolsa sus valores y los inflaron a su gusto. Es el turno de los chinos, intentan globalizarse y lo están logrando, es más, lo lograrán, serán los amos del mundo para dentro de cincuenta años, y así como el Imperio Romano tuvo bajo su dominación gran parte del orbe, los chinos se están abriendo paso codo a codo en muchas urbes. Los chinos no están logrando el éxito únicamente con marcas reconocidas, esa fue característica de los estadounidenses. Ya no importa ni se ve con desmedro que un producto sea de la China. Además de las empresas de renombre que están comprando, los chinos se están aventurando por ser la clase emergente del mundo; supermercados de barrio, tiendas de chucherías, ventas de fruta y comidas rápidas son ahora el emporio de esa clase emergente. En países como Argentina, Uruguay, Chile, Perú, España y Francia es común ver que esos mercados son dominados por los orientales. Trabajan horarios inclementes de más de dieciocho horas, desde la madrugada hasta la madrugada. Rebajan precios al mejor estilo de la producción en masa, aprenden lo básico de los idiomas con facilidad y llenan de móviles ojos de gatos nuestra cotidianidad. Sin dejar de lado el fenómeno turístico, llegan en manadas a los museos y a los lugares de interés, estorban con sus cámaras, arruinan cualquier intención de fotografía, le quitan la magia a una escultura o un lugar; compran colectivamente planes asaz económicos, no saben qué es comprar un recuerdo o artesanía, prefieren la incomodidad que el gasto… es el momento en el que uno piensa si verdaderamente es practicante de la xenofobia, y sí… irrita hasta su exagerada paralingüística.  En cierta ocasión escuché a una española que enojada se inquietaba por el estorbo que hacían en un aeropuerto. Son como una plaga, dijo. A Colombia no han llegado con mucho ímpetu, sin embargo, ya se les ve un poco más. Medellín ha empezado a verlos asiendo las tiendas de barrio que las grandes superficies no habían podido quebrar, en los vuelos nacionales ya es común verlos pedir comidas y bebidas desaforadamente a las azafatas y chicles a los demás pasajeros.  Llegan a Colombia, algunos para aventurarse, otros para trabajar en las nuevas  empresas compradas por chinos. Un comentario común es que ellos hacen lo que siete colombianos hacen, y así las empresas recientemente chinas han venido desgranando sus nóminas para darles paso a los orientales. Poner el grito en el cielo y señalar el problema ya no sirve de nada, el mal está causado y arraigado. Colombia no se ha visto tan afectada repito, pero se verá. Mi interrogante linda por el momento entre estas dos preguntas: ¿Así como el Imperio Romano fue proclive para la expansión del latín, este nuevo fenómeno mundial dará una nueva configuración lingüística? Trabajo para los filólogos. ¿Los chinos están huyendo de un modelo económico para prosperar en otro? Trabajo para ECOSOC. Ahí les dejo.
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