'Irresponsablemente alegres'

Mié, 13/04/2011 - 14:50
Hace unos años, con unos compañeros de la universidad realizamos un documental basado en un estudio que afirmaba que Colombia era el segundo país más feliz del mundo. Lo controvertimos, por supuesto, y llegamos a la conclusión de que más allá de si somos felices o no, lo que somos es ‘Irresponsablemente alegres’.  Hoy, años después, lo seguimos siendo.   Hacemos marchas por la paz un día, y al otro, no solo nos olvidamos de los secuestrados y de la violencia que ha afectado al país, sino que tenemos el descaro de generarla: peleamos con el de al lado por un puesto en el Transmilenio, le contestamos mal a quien nos dijo que no botáramos papeles a la calle, o nos enojamos con nuestra pareja porque después de un día de mucho trabajo en la oficina, descargamos todo nuestro cansancio y fatiga en ella. Y para reforzar nuestra hipótesis en el documental, entrevistamos a comediantes, políticos, gente del común y periodistas, entre ellos, a Hernán Peláez, quien además de darnos la razón, afirmó que los colombianos somos conformistas y que lo que hoy pasa en el país, es el resultado de esa actitud mediocre. Y seguimos en las mismas, y lo peor, es que ahí no termina. Actualmente los noticieros y la prensa están escandalizando a los ciudadanos con los casos de intolerancia que se están presentando en el país. Los principales titulares ya no los protagonizan el conflicto armado, y no necesariamente porque haya dejado de existir, así como tampoco ha dejado de existir el mundo intolerante en el que vivimos. Las noticias de intolerancia en Colombia no son de hoy, han sido de siempre, y para la muestra, muchos botones: la violencia bipartidista, la delincuencia común, la izquierda, la derecha, la violencia de género (y no solo de hombres contra mujeres) las Farc, el Eln, la política, la parapolítica… Pero esto tampoco termina aquí. Lo peor de esa intolerancia es que consciente o inconscientemente la hemos justificado, siempre. Y lo seguimos haciendo. Si quienes comenzaron a militar en las Farc no hubiesen justificado sus actos de violencia y de crueldad, con la excusa de que esa era la “única” manera de combatir la desigualdad y la pobreza, hoy el país tendría otra historia qué contar. Sin querer, o queriendo, y de alguna u otra manera, desde nuestras casas estamos repitiendo la historia de las Farc, de los ‘paras’, y de esa política corrupta que tanto criticamos pero que tanto imitamos. He oído a mucha gente decir: “si los políticos roban, yo por qué no puedo robar”;  “si muchos no pagan impuestos, yo por qué tengo que hacerlo”. ¡Y lo peor es que nos creemos el cuento! Nos hemos acostumbrado a justificar nuestros actos, a no asumir nuestra culpa y a echarle la culpa al otro. Es la salida más fácil pero no la correcta. Le echamos la culpa al Estado por tanta violencia, pero peleamos con nuestras parejas sin medir nuestras palabras ni consecuencias;  le contestamos mal a nuestros padres, profesores o compañeros y amigos; o castigamos violentamente a nuestros hijos. Y eso también es violencia. Y entonces, ¿cómo exigir la ausencia de ésta, cuando nosotros mismos la generamos y la justificamos? Con qué criterio juzgamos y nos escandalizamos con las interceptaciones ilegales del DAS, cuando irrespetamos la privacidad de nuestra pareja, por ejemplo: le revisamos las llamadas del celular, la cuenta de correo, de Facebook, de Twitter y hasta la factura del celular. “Pero es que todo es por la seguridad del Presidente y del Estado”, dijo la defensa. “Pero es que lo hago porque soy la novia, tengo derecho y quiero saber si me está siendo infiel”, dijo la otra defensa. Sí, son dos hechos con consecuencias de diferente gravedad pero que a su vez,  representan el  mismo delito, el mismo error: violar la privacidad.  En cifras y en repercusiones no es lo mismo robar miles de millones de pesos, como lo hicieron los Nule, que robar una manzana en un supermercado, pero eso no significa que lo segundo no sea grave porque implica el mismo delito, el mismo error: robar. En la medida en que sigamos justificando nuestros errores individuales, será cada vez más difícil la generación de un cambio positivo para nuestra sociedad. Soy una convencida de que el cambio comienza por uno mismo, comienza en casa. Creo en el cambio y en los intentos por hacerlo, porque eso demuestra voluntad. Pero no nos podemos quedar en los intentos. Con su cambio, seguramente los Nule no nos van a devolver los miles de millones que nos robaron; con su cambio  tampoco vamos a recuperar a los miles de muertos que ha generado la violencia, así como tampoco se va a limpiar la corrupción que ha infiltrado a nuestro Estado. Pero con su cambio y con el mío, daremos ejemplo a nuestros padres, a nuestros hijos. Con su cambio y con el mío nos sentiremos mejor con nosotros mismos, seremos felices y haremos felices a las personas que nos rodean. Con su cambio y con el mío, construiremos una ciudad mejor, un país mejor y un Estado respetable. Esta es una invitación a no seguir repitiendo nuestra historia, a no seguir justificando nuestros errores, sino mejor, a asumirlos. A no actuar con mediocridad. A cambiar para ser mejores personas. Créalo, el cambio comienza en casa, el cambio lo comienza usted.  PD: Afortunada, o desafortunadamente, en este país siempre hay noticia, así que habrá material de sobra para contar y mucho, mucho por cambiar. Imagen tomada de: http://3.bp.blogspot.com/_Pt06NgWwkfI/SIo4leVpjpI/AAAAAAAAACA/JDdLoxXL3c0/s400/colombiano.jpg
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