Venezuela viene jugando un partido en los últimos años que, de ganarlo, equivaldría a la clasificación a un mundial. Metáfora curiosa pero apropiada, teniendo en cuenta que este país es el único de Suramérica que nunca ha clasificado a la máxima competición de selecciones nacionales. Durante este siglo XXI hemos disfrutado de las generaciones más talentosas de futbolistas que ha tenido el país; Rafael Dúdamel, José Manuel Rey, Juan Arango, Tomás Rincón y Salomón Rondón, por nombrar algunos, estuvieron cerca de llevarnos a Brasil 2014 y debieron haber hecho más por Rusia 2018. Sin responsabilizarlo por completo, hay que decir que el factor político ha afectado tremendamente el desarrollo del balompié en mi país; una federación corrupta que lleva más años en el poder que el mismo chavismo, clubes que no le pagan a sus jugadores desde hace más de seis meses y pequeños que sueñan con calzarse los guayos como profesionales pero hoy en día no pueden entrenar de manera adecuada porque no tienen ni un pan para reponer sus energías. En fin, ese tema es para otro artículo.
Hace tres meses surgió un nuevo capitán que revivió nuestras esperanzas, Juan Guaidó es un jugador canterano que subieron al primer equipo debido a la lesión de varios jugadores que en realidad encarcelaron, se convirtieron en exiliados políticos o se resguardaron en embajadas dentro de la misma Venezuela. Como dijo el goleador del Mundial de Argentina 1978, Mario Alberto Kempes, “Guaidó es como ese jugador suplente que entra al campo al minuto 89 y mete un gol de chilena en presencia de los jugadores estrellas que no hicieron nada en todo el partido”. Su carácter y decisión en la cancha, sus atrevidas gambetas al rival, sus controversiales declaraciones en zona mixta y su gira por países latinoamericanos en búsqueda de nuevos talentos que apoyen al equipo, que desembocó en un recibimiento multitudinario en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, como si de traerse la Copa América después de vencer a Brasil en la final se tratara, ha ilusionado a la fanaticada vinotinto que nunca había visto nada igual.
Aunque para algunos los logros de los últimos meses pueden sonar predecibles y de poco reconocimiento, es importante aclarar que ser opositor en Venezuela es como jugar de visitante, con el arbitraje en contra, el balón del rival, la cancha inclinada y algunos de los jugadores de tu propio equipo comprados por el contrario. Lo hinchas venezolanos, envueltos en una sola bandera, con la cara pintada de tricolor y la vista puesta en el reloj, esperamos que los inusuales acontecimientos sucedidos el pasado martes 30 de abril de 2019, hayan marcado los tres minutos adicionales que le quedan a una dictadura que ha visto como sus gradas se vaciaron, los árbitros se fueron a los camerinos y sus jugadores se empezaron a cambiar las camisetas por las que el resto de los equipos están usando, las de la democracia.
La crisis de Venezuela: si te la explican con fútbol, es más fácil
Sáb, 04/05/2019 - 04:56
Venezuela viene jugando un partido en los últimos años que, de ganarlo, equivaldría a la clasificación a un mundial. Metáfora curiosa pero apropiada, teniendo en c