La fanfarrona dignidad

Lun, 05/12/2011 - 03:53
Charlie Sheen estuvo de visita en Cartagena y conmocionó todo. Cada salida suya a cenar o a tomar unos tragos se convirtió en acontecimiento: que pidió esto, que dijo aquello, que acompañó la comida con vino rojo, que su puro era más oscuro que claro, que resultó ser muy amable y cordial, etc. Cartagena le quedó pequeña al ex-protagonista de la serie Two and a half men. Se rumoró que venía a indagar locaciones para una futura película o el rodaje de un programa propio. Por eso se le ofreció lo mejor de la ciudad, el mejor hotel, la mejor música, y puede que hasta la mejor compañía (el que es no deja de ser). Vino, se fue y dejó a todos hablando de él, unos haciendo cábalas sobre la fecha de su posible regresó a filmar el largometraje, otros sobre los pormenores tipo paparazzis de la honrosa visita. No hubo revista ni diario que no mencionara la estadía de Sheen. Y tampoco hubo publicación ni periódico ni sección de farándula que pasara por alto la emisión del canal TMZ y su burla sobre la visita de Sheen en Colombia, “Cartagena es arquitectura y cocaína, noche y cocaína, playas y…”. Se pegó el grito en el cielo, unánimemente todos se indignaron con la afrenta, con la burla descarnada y el chiste proas del programa. Aparecieron artilugios como la falta de cortesía, el sinsentido de la realidad o el ruin juego de palabras. Exactamente una: cocaína. Hasta algunos políticos (siempre oportunistas) se pronunciaron sobre este hecho, señalando que era injusto, que estamos trabajando para hacer de Colombia un lugar mejor, o que en la lucha contra el narcotráfico se deja siempre solo a nuestro país. La perorata de siempre, las frases consabidas y dichas mil veces. La acostumbrada indignación. La dignidad es un merecimiento y una cualidad, sustrato de la personalidad de un individuo o una nación. Es una muestra del talante de nuestro carácter, de nuestra forma de actuar. Nos indignamos ante un programa de chismes gringo (quienes se inventaron los canales y espacios dedicados exclusivamente a este asunto) que tiene en la burla y el amarillismo la directriz de su contenido, un espacio televisivo cuyo material es poco menos que bodrio. Héctor Abad lo explica: “no es que no se pueda hacer televisión inteligente, sino que no se necesita. Los guionistas saben que no necesitan esforzarse mucho, los productores saben que no requieren gastar demasiado”. TMZ es un canal hecho para personas que no buscan ni cultura ni buena música ni películas o series bien hechas. Está destinado al que se sienta frente a la pantalla pasivamente, presto a recibir toda la descarga de bazofia que le quieran dar. Oscar Wilde decía que “a mis amigos los escojo por su bondad, y a mis enemigos por su inteligencia. No hay ningún estúpido entre ellos”. La elegante claridad de pensamiento del irlandés contrasta con la reacción de medios y políticos colombianos, que se ofuscan con cualquier burla, se enfadan ante la primera diatriba, vituperan sin detenerse a pensar; pero no hacen un mínimo esfuerzo por ser sensatos y tener buen juicio para entender todo este embrollo. Simplemente se limitan a enarbolar hasta el cansancio la dignidad nacional. Que ni es digna, ni es nacional, es cosa de unos (la llamada gente de bien) la entelequia de creer que responder a una ofensa es sinónimo de altura y respeto. Pero los escándalos diarios y vergonzantes (grupo Nule, desempleo, asesinatos, secuestros, corrupción, violaciones) no suscitan un mínimo de crítica (sobretodo, de autocrítica) ni de indagación sobre lo que está pasando en Colombia. Se indignan por pendejadas. Hace un poco más de quinientos años escribió Pico de la Mirandola en su discurso sobre la dignidad del hombre: “el ser humano es racional y posee en sí mismo la capacidad para hallar la verdad y hacer el bien”. Cualidades y virtudes al parecer aquí no están bien repartidas o no se les conoce, y mucho menos conllevan a un bien colectivo. Se emplea la fórmula fácil, el consumo tonto de la televisión, de “Yo me llamo” o el partido de la semana o la seguidilla detectivesca a estrellas de visita en Cartagena. ¡Qué tontería! Lo que más me indigna es su pretendida indignación.
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