Con varios de mis amigos nos preguntábamos, qué estarían pensando los cuatro candidatos a la Presidencia de Colombia que casi se quedan vestidos para un debate en Manizales, y alborotados por culpa de un grupo de inconformes que por poco no los dejaron sentarse a hablar del país.
Para las redes sociales, después del incidente, la cereza del pastel fue la foto en la que De La Calle, Duque, Petro y Vargas Lleras aparecen más aburridos que un caballo en un balcón (como dicen los paisas). La imagen, para ser sinceros, da para todo.
Tras el concienzudo análisis hecho con mis panas, decidí navegar en el mar de los recuerdos y traer a este texto varias preguntas y respuestas que me han dejado bien acongojado por decisión del destino, el dinero, las mujeres y una que otra decisión mal tomada.
¿Qué es el aburrimiento? Según el pequeño Larousse no ilustrado, edición práctica para Colombia y América Latina, es "la sensación de fastidio provocada por la falta de diversión o de interés por algo".
Y es por esa falta, la de diversión, que el tedio ha surgido en varias situaciones de mi vida. La primera, narrada por mi mamá, sucedió cuando con ínfulas de gourmet quise darle fin a la superficie de una de las matas de mi casa. La pregunta, con berrido y todo; y con la cara pintada de negro, fue: ¿por qué no puedo comer tierra? La respuesta: un chancletazo.
Otra que dejó recuerdo non grato fue la de asistir al primer concierto Gomoso de la música de los 80. Quise irme cual adolescente a un toque de la banda Miami Sound Machine, cuando la cantante era Gloria Estefan y el timbalero era Emilio Estefan. El magno evento, al que asistieron mis primos y yo no, fue patrocinado por una marca de crema dental; y el acceso a la boletería fue fácil. Tras la negativa de mi mamá surgió nuevamente la pregunta, en tono de berrinche: ¿por qué no puedo ir al concierto? La respuesta: otro chancletazo.
Y las negativas siguieron llegando:
—¿Papá, me puedes regalar una bicicleta para hacer free style?
—¿Cuánto vale?
—Dos millones de pesos.
—No.
—Papá, me prometiste una batería y baquetas, de grado de bachiller.
—Cómprala, cuando trabajes.
—¿Quieres ser mi novia?
—No. (Sin chancletazo).
En esta etapa la música protesta, las baladas del rock en español, el acné y los poemas de Baudelaire fueron la constante: mi vida de trascendencia quinceañera se había convertido en ¡un oasis de horror en un desierto de tedio! ¿Era menester partir? ¿Quedarse? Pues me quedé; aburrido, pero lo hice.
Mártir de la adolescencia, bachiller salvado del ejército y universitario de poca plata, rebusqué la fórmula para ser feliz.
¿Qué es ser feliz? Para muchos, depende de obtener algo externo; vivir en concordancia con los valores culturales; o tener mucho dinero. Pues a mí me tocó estudiar, para ser feliz; trabajar, para ser feliz; arrejuntarme, tener hijas y separarme, para ser feliz; y volverme a casar, para seguir siendo feliz (me tocaba escribirlo así, porque mi esposa lee estos textos…).
¿Qué hace feliz a los protagonistas de la foto de los aburridos? La imagen resume un montón de intolerancia, tristeza, preocupación, afán, desconsuelo, angustia, zozobra, intranquilidad y ansiedad. Me da pie para pensar que son los seres vivos más amargados.
Pero también da paso a un kilómetro de mamadera de gallo, que hace parte de la autopista de la burla, construida en las redes sociales; y del mundo de la sátira, creado a imagen y semejanza de los sentimientos de miles.
La respuesta a la pregunta la tienen, en sus cabezas, De La Calle, Duque, Petro y Vargas Lleras. Las otras posibles respuestas podrán estar en manos de los memes, los gifs, el inconformismo de los que no querían el debate y un millar de Community Managers, expertos en Photoshop y en alegrarle la vida a incautos, como yo, que nos reímos de momentos muy bien capturados a través de la lente de algo.
Por la felicidad de todos, estos 4 personajes y Fajardo, quien fue el que tomó la foto, deberían ponerse de acuerdo y sacar a este país, adelante. Trabajar por su gente, por quienes votan por ellos, por quienes los acompañan en sus jornadas y por quienes los vitorean en salones de centros de convenciones, cuando el registrador nacional del estado civil presenta el último boletín de la jornada electoral.
O convenir como yo lo hice, con mis amigos del colegio, para ir al concierto que darán los Hombres G, Los Enanitos Verdes y La Mosca. Todos acordamos asistir, con las esposas, al evento. Pero una jugada del destino nos dejó por fuera: vendieron las localidades que teníamos separadas. En ese momento recordé, nuevamente, a Baudelaire y a la chancleta de mi mamá. ¡Qué dolor!
@HernanLopezAya
