
Hace 56 años se escribió esta obra de Fernando Soto Aparicio, que desde Timbilí, un pueblo ficticio aparentemente ubicado en Boyacá (Colombia), se rebela contra el sistema opresor de las multinacionales y del Estado que los tenía explotados y a punto de una crisis social.
No imaginaría este escritor boyancense que medio siglo después estuviéramos viendo una crisis similar, producto de la corrupción y de la explotación, ya no solo de las multinacionales, sino principalmente por el gobierno regente, quien en lugar de pensar en el pueblo agobiado, su mayor preocupación al parecer, son justamente, el estamento y los emporios económicos.
Nunca antes, se había visto tan cercana una crisis como la que estamos experimentando en nuestro país, a tan pocos meses de iniciado un nuevo gobierno, hemos presenciado una reforma tributaria disfrazada de ley de financiamiento que se va lanza en ristre contra el bolsillo de las clases menos favorecidas, un fiscal general envuelto en el peor escándalo de corrupción del continente, dudosos nombramientos, sumado a un gobierno que se distancia del pueblo, entre canciones y balones, mientras la crisis social se avecina.
Por otra parte, vemos cómo la corrupción pareciera estar ganándole la batalla a la moral, cuando quienes deberían garantizar la custodia del erario público como bien sagrado, los vemos gozando de la protección estatal, atornillados en sus puestos, mientras con su risa socarrona miran a quienes les reclamamos, con desprecio y con la mirada tranquila de saber que en este país de ratas, nada les va a pasar. Y no hablo de las ratas lanzadas el pasado martes en el congreso, las cuales, valga decirlo seguramente estaban más preocupadas que los mismos honorables representantes.
Sin embargo, al parecer no han sido suficientes las más de sesenta marchas que se han dado en todo el país, desde que se posesionó el nuevo gobierno, para enviar un mensaje de exigencia de transformación de la situación actual del país, pero tampoco han sido suficientes los más de 70 puntos de desaprobación que muestra el Presidente, según las últimas mediciones ni el mismo hecho de que más de once millones de personas hayan votado en contra de la corrupción.
El gobierno pareciera estar haciendo oídos sordos a la exigencia del pueblo, de que no queremos más corrupción en las altas esferas del poder, que exigimos una transformación de fondo de la manera en la que los ricos y poderosos de este país se siguen saliendo con la suya, mientras que los más de veintidós millones de Colombianos en edad activa y aportantes, seguimos asumiendo la mayor carga económica del país.
Del incidente en el congreso con la ratas (me refiero a los animales lanzados), lamento que se haya hecho uso de animales vivos para este acto simbólico, pero creo que es un mensaje más que se está enviando a la clase dirigente colombiana y sin que suene a “mensaje incendiario”, pero no podemos seguir siendo gobernados por quienes nos explotan, los corruptos no pueden seguir liderando este país como a bien les parece, ante la mirada pasiva de los colombianos, que prefieren hacer como si acá no pasara nada, aunque hay maneras democráticas de manifestarlo, cada vez más se hace inevitable hacerlo, el cambio es urgente y depende de todos que se dé.
@prometeo214