Los colombianos somos más

Lun, 31/10/2011 - 14:52
“Los buenos somos más” decimos los colombianos, casi como un slogan, para decirle al mundo y a nosotros mismos que los terroristas, ladrones, atracadores, guerrilleros, paramilitares, narcotrafic
“Los buenos somos más” decimos los colombianos, casi como un slogan, para decirle al mundo y a nosotros mismos que los terroristas, ladrones, atracadores, guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, asesinos, violadores y corruptos son apenas una minoría. Se lo decimos a los extranjeros, orgullosos, para demostrarles que a diferencia de otros estados como el Vaticano, acá los malos podrán hacer mucho pero son pocos. Lo vendemos como el superpoder de nuestro pueblo, tener un cáncer eterno que nos tiene enfermos pero que nunca dejamos que haga metástasis. Pero tenemos que entender que ese no es nuestro superpoder. Eso sería como decir que lo que diferencia a Superman de todos los demás superhéroes es que es hombre. Eso no nos hace especiales. Pero si miramos bien, si nos detenemos un momento para ver las pistas ocultas en los medios, veremos claramente que tenemos un poder que nos diferencia del resto del mundo: Los colombianos somos más. Me refiero a que a pesar de que el censo dice que somos alrededor de 46 millones de personas, tenemos la increíble capacidad de aumentar en número cuando el país más lo necesita, para luego desaparecer una vez cumplida la tarea. Colombianos invisibles aparecen una y otra vez, como llamados por un poder superior, para ayudar en las causas más importantes de este país. Tenemos un ejército de colombianos inexistentes que nos ayuda a salir adelante, que nos defiende y nos muestra el camino, como una democracia mezclada con necrocracia. Estoy seguro de que todos hemos visto o escuchado acerca de la existencia de estos colombianos, sin embargo, vale la pena mostrar algunos ejemplos. El más claro, común y reconocido son los “muertos votantes” y la trashumancia electoral, multiplicación de colombianos que, aunque invisible, se dio ayer mismo. Frente al deber democrático de votar, de elegir a nuestro líderes y representantes, miles de colombianos se levantan de sus tumbas y acuden a las urnas, discretos, a apoyar a todos aquellos candidatos por los cuales uno no votaría ni muerto. Muchos denuncian estos votos, pero no se dan cuenta de que la responsabilidad de elegir a los líderes más idóneos es algo que supera la muerte. Esta responsabilidad también afecta a los vivos, que reunidos en una ciudad o municipio, mágicamente se multiplican en número para votar por determinados candidatos, elegidos finalmente por colombianos que ni siquiera residen en esas comunidades. Los cínicos le llaman trashumancia, pero yo le llamo trasdemocracia. Pero estos metacolombianos no sólo aparecen en elecciones. Basta recordar también la multiplicación colombiana en la guerra, como los miles de guerrilleros dados de baja en sitios donde la guerrilla no existe, los frentes desarticulados una y otra vez, y los cientos de jefes de finanzas y cabecillas muertos cada día a manos de las fuerzas armadas. En realidad no existen tantos guerrilleros, pero una y otra vez aparecen estos héroes invisibles, estos colombianos inexistentes, que entienden que es su deber ser dados de baja como guerrilleros porque de esos números depende el éxito del ejército y la sensación de seguridad de los colombianos reales. Y no sólo la guerrilla se multiplica. Recordemos también a los paramilitares, desmovilizados en el gobierno anterior bajo el tutelaje del comisionado de paz Luis Carlos Restrepo. De nuevo, los colombianos invisibles entendieron la importancia histórica de este proceso de paz y acudieron a las espectaculares desmovilizaciones, a las que no solo acudieron campesinos, obreros y empleadas del servicio estrenando camuflado, botas y fusiles, sino que también cientos de fantasmas patriotas entregaron sus armas de palo y sus caletas de billetes falsos. Muchos critican al gobierno anterior por decir que habían acabado el paramilitarismo tras las desmovilizaciones masivas y el nacimiento de las bacrim, llamándolos mentirosos y manipuladores, pero lo que pasó fue que el gobierno no reconoció el aporte de los paramilitares recién reclutados y los paramilitares invisibles, que sumados con los reales, daban la impresión de la desmovilización total de las AUC. Los más recientes héroes invisibles aparecieron en la masacre de Mapiripán, sucedida en 1997, cuando paramilitares asesinaron a 37 personas. Ahora ponemos el grito en el cielo porque resulta que las víctimas mortales no fueron 37 sino 13, es decir que el estado reparó 24 víctimas inexistentes. Lo que muchos no logran entender es que ésta fue otra movida de los héroes invisibles, que como lo demuestran las voces que dudan de la existencia de la masacre, se vieron obligados a aparecer de nuevo y hacerse matar, porque una masacre sólo es reconocida como tal y es repudiable si mueren más de 30 personas, y un asesinato sólo es grave si se hace al por mayor. Ojalá aquellos que critican al Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo reconozcan su valor al defender a estos colombianos fantasma, y que también reconozcan el heroísmo del estado, que seguramente revisó los datos de muertos y se dio cuenta de que habían fallecido 13 colombianos reales y 24 invisibles pero igual decidió repararlos a todos. Tenemos que reconocerlo, ambas partes tienen responsabilidad en este bellísimo homenaje a estos colombianos imaginarios. Así que les pido que nos tomemos un momento y reconozcamos el valor y el patriotismo de estos colombianos de mentiras. Agradezcamos el sacrificio que hacen estos hombres, mujeres y niños, que dejan la oscuridad de la inexistencia para darle una mano a sus compatriotas cuando más lo necesitan. Yo ya empecé. Hace unos días, sentado en Transmilenio, tenía a mi lado la única silla desocupada del bus. Tal vez iba sentado allí uno de estos colombianos, posiblemente a cobrar su pensión, así que lo miré, con una sonrisa llena de gratitud, mientras revisaba mi bolsillo para asegurarme de que mi celular todavía estuviera ahí. @viboramistica
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