¿A quién la cabe en la cabeza que una persona que invierte miles de millones de pesos para hacerse elegir como concejal de Bogotá con la expectativa y añoranzas de un pasado feliz, quiera o por lo menos permita que la ciudad tenga cambios que generen una transformación que lleven a la ciudadanía en general a defender lo público?
Es evidente que es un improvisador aquel que piense que la cultura de la mafia se erradicará mientras estén en el cabildo personajes inescrupulosos, investigados por corrupción y por estar en procesos de contratación estatal de forma irregular; pues la Fiscalía que ha sido tan eficiente para tantos casos, como para entrevistar a los funcionarios de la administración Distrital por “posibles” fallas ambientales en el fatídico 18, después de más de más de dieciocho meses no tiene consecuencia alguna sobre una investigación donde el resultado es de lo más evidente, blanco es, gallina lo pone y frito se come.
Es claro que a un cabildante que ha estado metido hasta los tuétanos "haciendo un control eficiente" a una empresa pública y ve que cae por culpa de un usurpador del capital (que hasta chavista será) pues se opondrá de forma mezquina y hasta pendenciera a las transformaciones que según este honorable concejal se le ocurren como un sueño divino a ese burgomaestre.
Esta ciudad y sus cabildantes, en su mayoría deben estar acostumbrados a la ley del canje, yo lo apoyo y usted me da, yo le voto este proyecto y usted que entidad me da, yo no hago control político pero con cuántos contratos me beneficio. Y esa cultura ha permeado hasta a los que deben vigilar que ese tipo de cosas no pase.
Ahora bien, no contentos con lanzar improperios y pretender convertir el recinto del Concejo (con mayúscula por obligación lingüística, no por respeto) con actitudes pendencieras y bajas en un campo de batalla, ahora también la toma contra aquellos que creen y defienden un proyecto político, que aunque tenga muchos reparos para algunos, es una apuesta que muchos miles de bogotanos defienden.
A mi me parece que si uno quiere defender algo, está en todo su derecho, por ejemplo: por más que el Procurador no quiera yo tengo derecho a morirme dignamente; pero volviendo al caso, ahora resulta que los fervientes twitteros deben pedir permiso al señor concejal para que él en su majestuosidad y reconocido conocimiento en el ámbito académico le diga a esta ciudadanía activa que puede y que no puede escribir en esos 140 caracteres.
Utiliza un espacio virtual para atacar y comienza su texto arremetiendo contra sus opositores virtuales como personas que tienen una “pasión exacerbada e irracional”, desconociendo su propia actitud y procedencia evidentemente religiosa, que convirtió el discurso del púlpito en la lucha por la revolución. Y sigue lanzando argumentos al vacío y sin sentido, creyéndose el cuento que por bailar con el diablo ya está más allá del bien y del mal.
Con epítetos y prejuzgamientos sobre un sentir bogotano, equiparando este con un supuesto desmedido fervor presente en lo que el denomina “barras bravas” pretende insultar a una ciudadanía que contrario a lo que él argumenta, debate y reflexiona a la altura del señor concejal. Como dicen los mayores: “a la tierra que fueres has lo que vieres”.
Intenta generar una ambigüedad entre lo que debe hacer la derecha y lo que debe hacer la izquierda, y claro es entendible que pretenda transmitir este sentimiento de culpa que tiene, pues en la actualidad no debe saber si su corazón godo le afloró de viejo, o que eso que pensó era un corazón pero descubrimos que era un bofe nunca ha defendido las libertades.
Insisto en las libertades, que él siga perdiéndose en el camino del caso perdido y que las nuevas ciudadanías se abran y se tracen los nuevos caminos y derroteros a seguir, sin esperar que un converso les preste la brújula.
Y sigan tweeteando carajo!!!
Alias terrorista @gabobenavidesb
Gabriel.benavides@etb.net.co