Nuestra delincuencia económica

Lun, 22/10/2012 - 01:00
Una vez que los Nule se entregaron al CTI y empezado el proceso judicial en su contra donde se les juzgaría por X cantidad de delitos relacionados con la corrupción económica dentro de la administr
Una vez que los Nule se entregaron al CTI y empezado el proceso judicial en su contra donde se les juzgaría por X cantidad de delitos relacionados con la corrupción económica dentro de la administración pública, se quiso generar por parte de los medios la impresión de que con la captura, juzgamiento y posterior condena de estos señores, se había acabado con la realización de este tipo de conductas reprochables por todos, pero me temo que no es así. Cuando se realiza un análisis histórico sobre los principales hechos notorios de la humanidad, se llega a un punto en donde encontramos dos cosas en común, el poder y el dinero. Estas dos “trágicas” palabras, que llevan consigo un profundo significado, son los mejores descriptores que encontramos para diferenciar o marcar la denominada por Sutherland en 1939, delincuencia económica. Esta delincuencia de la que habló este reconocido criminólogo norteamericano, el cual le dio un nuevo rumbo al estudio del derecho penal económico, manifestaba que en todas las esferas sociales existe el fenómeno de la delincuencia, pero que hay uno en especial que sólo puede ser cometido por ciertas personas, los criminales de cuello blanco. Estos se identificaban, porque hacían parte de las altas esferas de la sociedad, no eran propensos a cometer clásicos delitos como el homicidio, ellos tenían una debilidad diferente, podían cometer delitos de índole económica y en este sentido menoscabar el patrimonio privado de ciertas personas o el fisco estatal. Para nadie es un secreto que en Colombia este tipo de delincuencia sobreabunda, pero tampoco es un secreto que lo que no sobreabunda son las investigaciones penales por la comisión de estos delitos. Cuando se estudian libros como el de Klaus Tiedemann llamado “poder económico” y el cual fue publicado en 1985, se puede mirar con detenimiento como la comisión de este tipo de delitos es tan alta en Alemania como aquí;  ya para el año 1975 se habían impuesto multas por valor de 35 millones de marcos alemanes a más de 350 empresas de la construcción a quienes se les encontró responsabilidad por la realización de delitos sobre precios y licitaciones en donde apareció una ganancia mayor a 160 millones de marcos, es decir, el Estado encontró que estos se beneficiaron de manera estrambótica con el otorgamiento de contratos estatales. Esta situación que se vivió en Alemania es la que tenemos los colombianos a diario, contratos de millones de pesos entregados mediante licitaciones compradas, con pliegos de condiciones y estudios previos mediocres que no dan la transparencia necesaria al proceso de adjudicación y que facilitan la delincuencia económica y  como dice Tiedemann “el especial atractivo de los carteles para las licitaciones radica en la falta de transparencia de ese mercado, en la ausencia de un precio autentico y en la posición casi monolítica del sector público respecto de la demanda” todo esto junto permite en gran manera este fenómeno. Pero además de esto tengo que anexarle otro factor, el conflicto colombiano, este último es la gran cortina de humo que tienen los contratistas. La distracción mediática que generan los delitos de lesa humanidad permite crear una visión diferente en el ciudadano dirigido hacia otro problema social y nos oculta aquellas que también tienen una connotación grave y que en cierta medida son las que nos llevan al estancamiento y la pobreza. Hoy en pleno 2012 y siendo Colombia una potencia en materia de regulación de conductas criminal-económica, podemos ver como se hace notoria la corrupción en nuestro país y también como hasta el momento solo unas cuantas personas han asumido responsabilidad penal por esto. La gran causa de la escasa persecución a estos delincuentes radica en el mediocre trabajo de los entes de “control” ellos son los principales cómplices de estos delitos por la omisión en la realización de sus funciones, ¿Por qué detener a los contratistas cuando ya se han robado el dinero? ¿Por qué no hacer un acompañamiento efectivo a todos los procesos de adjudicación? Son las preguntas que nos podemos hacer, porque al igual que en Alemania un control eficiente depende no tanto de una buena legislación como de la vigilancia efectiva por parte de autoridades eficientes. Twitter:@davidleogo Blog:Locura Colombiana
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