Tuve la oportunidad de compartir clases de portugués con unas estudiantes de intercambio de Polonia, confieso que era complicado mantener una charla coherente con ellas (en español), puesto que nuestro idioma se creó para ser maltratado burdamente; les explicaba que algunas palabras tenían muchos significados y que todo dependía del contexto, del momento, del estado de ánimo, de la situación, pero que en ultimas, uno de los patrimonios intangibles de la lengua castellana era la diversidad.
Sin más recovecos y con argumentos que justificaban lo mal que nos expresamos, pasé a los ejemplos, era tan simple que hasta me creí poder explicárselo a un extraterrestre sin llegar a sonar como un imbécil, así que les dije:
“Eleonora, Sylwia, si realmente quieren aprender español, no solo traten de entender las palabras, sino que desarrollen ese sexto sentido que se intuye del lenguaje corporal, a si las cosas, podrán entender una conversación sin que se sientan ofendidas o indignadas”.
Si por ejemplo están en medio del trancón de las 6:00 pm entrando a Bogotá por la Autopista Norte y escuchan a un honorable conductor decir con enojo: “la puta madre”, se refiere a un ambigüedad (insulta a la progenitora del receptor y la increpa de sus actitudes libertarias), pero si de lo contrario, dicho conductor lo hace con cara de admiración, se puede entender como un estado de felicidad o sorpresa, el emisor no esperaba algo y finalmente esboza una puteada a modo de catarsis, una especie de mantra para purificarse espiritualmente.
Si son invitadas a un evento en donde llevan un presente y el receptor responde: “está de puta madre”, no las quiso ofender, por el contrario, tiene que tomarlo como un halago, dado que el obsequio fue tan sublime, que rompió todas las expectativas.
Si van camino a la facultad y escuchan por los corredores del campus universitario a un grupo de jóvenes decir: “esa vieja es una puta”, se encontrarán frente a un adjetivo que describe peyorativamente la condición de una mujer, que goza de ciertos atributos y métodos de seducción, para generar vínculos con hombres sin llegar a enamorarse.
Si de repente en medio de la conversación del grupo de jóvenes, llega la mujer a la que se referían y les responde: “sí, soy puta y qué”, lo que les quiso aclarar es que no es necesario que difamen de ella a sus espaldas, porque aceptó su condición y la lleva con orgullo. Si una de las amigas de la que confeso con ira y llanto su condición, la abraza y le dice: “no le pongas cuidado, ese puto imbécil te está calumniando solo porque no quisiste salir con él”, lo que está queriendo decir la mejor amiga de la víctima, es que ese hombre no vale la pena y goza de una precaria dignidad.
Por último y si por desgracia llegan a escuchar en una emisora de música popular a un individuo cantando: “después nos vamos…pa' donde las putas… pa´ donde las putas patas compitas nos lleven”, siéntanse indignadas, porque a dicho señor no le basto con “beberse lo del mercado”, sino que además disfruta de una vida llena de "guaro, parranda y mujeres" que prestan su servicio sexual a cambio de dinero, y no solo eso, trata de disimular con su doble sentido, afirmando que sus “patas” (en el contexto de un animal), no le sirven a ésa bestia.
Tomé mi cerveza, las miré nuevamente y las noté tan confundidas que sentí compasión por ellas, les dije “Ele, Sylwia, no se preocupen, hablar con ustedes es del putas y creo que con el tiempo van a lograr entender éste idioma, no tienen que estudiar filología o antología, ni mucho menos anotar cada palabra que escuchan en la calle, mejor dicho, para ponerle un poco de alegría a éste lugar (porque me estoy durmiendo con Garzón y Collazos) voy a pedir lo más tradicional de mi país, un porro”.
Twitter: @david_aramendiz
Puta: más que un oficio y una palabra
Sáb, 27/07/2013 - 01:03
Tuve la oportunidad de compartir clases de portugués con unas estudiantes de intercambio de Polonia, confieso que era complicado mantener una charla coherente con ellas (en español), puesto que nues