Yo sólo me enteré de que el pasado domingo había consultas internas por los mensajes, llamadas, quejas y tuits de personas preocupadas por la ley seca. Y no era para menos. Iniciaba el sábado a las 6:00 pm, demasiado temprano, y la angustia se tomó al electorado. Iniciaron entonces las labores de logística, y ciudadanos precavidos salieron a las calles a comprar alcohol de antemano, legal y de contrabando, para no someterse a la terrible amenaza de un sábado de sobriedad. Afortunadamente las autoridades entraron en razón y movieron la hora de la ley seca, ahora a las 3:00 am del domingo. Así, las llamadas y chats dejaron atrás la angustia y pasaron a ser una oportunidad de mostrar qué tanto nos preocupaba la actualidad nacional, qué tanto ejercíamos nuestro deber democrático de estar informados. “No, la ley seca ya no empieza a las seis de la tarde, ignorante. Ahora empieza a las 3 de la mañana. ¿Deberías leer un poquito los periódicos, no crees? Internet no es sólo para pornografía, también es para leer”, decía yo, orgulloso de mi civismo.
Como la democracia es una cuestión de mayorías, el domingo me uní al 89% del electorado que no salió a votar. Y hoy me avergüenzo de ello. Debí haber asistido a las urnas, a votar por alguien, por alguno de los candidatos que no desertaron a última hora o que desertaron y nunca avisaron, o al menos a tachar con una cruz una de las caras impresas en el tarjetón y que ya no estaba en contienda, para usar mi parte de los 80 mil millones que costó la consulta. No importa. Debí haber ido, así ya no me interesen esos partidos. Y muy pocos lo hicieron. Bien lo dijo el Ministro Germán Vargas Lleras, la jornada fue un fracaso rotundo.
Este es sólo el más reciente fracaso de la democracia colombiana. No diría que es completamente disfuncional, pero en el mejor de los casos está funcionando apenas a medias. Pudimos elegir a Uribe, cosa que salió muy bien, pero también elegimos a Abadía y a los Moreno, entre otros. Elegimos un congreso plural, tolerante e incluyente, en el que hasta el honorable PIN tiene representación; pero también enviamos injustamente a la cárcel a ex congresistas como Mario Uribe y Luis Humberto Gómez Gallo, por alianzas legales y democráticas no se con quién. Pudimos reelegir a Uribe, pero no nos dejaron recontraelegirlo, cuando la mayoría lo exigía. Protegemos la separación de poderes, pero los fiscales y jueces lo aprovechan para manchar la reputación de los impolutos alfiles del gobierno. Tenemos democracia, pero la estamos desperdiciando, desaprovechando, despreciando. No sabemos lo que tenemos.
Para este panorama desolador de la democracia colombiana, sólo encuentro una solución posible. Somos como niños pequeños, caprichosos, que piden y piden un juguete y cuando lo obtienen nunca lo usan, o lo desprecian, o lo dejan olvidado en un cajón. Y como a los niños pequeños, nos tienen que castigar. ¿Y cómo nos enseñaban esa lección nuestros padres y maestros, cuando usábamos inadecuadamente un juguete o cualquier otra cosa? Nos lo decomisaban.
Por eso apoyo el trámite en la asamblea nacional constituyente, anunciado por el alfil uribista y senador Juan Carlos Vélez, para el regreso de Uribe al poder. Eso es lo que un papá tiene que hacer, así sea algo doloroso para él y para sus hijos. Que nos quite la democracia, para que aprendamos lo que es vivir sin ella. Que se declare monarca y nos gobierne a dedo, para que sepamos lo que es perder la voz, la libertad, la independencia. Que nos oprima y abuse de nosotros, por más que en realidad no quiera. Así, tal vez, mañana diremos no más, nos levantaremos todos y marcharemos, unidos, como lo vemos ahora en Libia, Yemen, Túnez, Egipto, Siria y España, por una nación democrática, por un gobierno de la gente y para la gente. Algunos tendrán que sacrificarse, pero el precio será justo. Y lo pagaremos gustosos, porque alguna vez conocimos lo lindo que era vivir en una democracia.
Twitter: @viboramistica
Que nos decomisen la democracia
Mié, 01/06/2011 - 08:53
Yo sólo me enteré de que el pasado domingo había consultas internas por los mensajes, llamadas, quejas y tuits de personas preocupadas por la ley seca. Y no era para menos. Iniciaba el sábado a la