Ser distinto no es delito

Vie, 12/10/2012 - 07:43
Buscando a Ana encontré a Katy.  La relación incestuosa de Ana con su hermano Miguel siempre me ha fascinando: no por la morbosidad del hecho en sí, sino por el bello tratamiento que del amor hace
Buscando a Ana encontré a Katy.  La relación incestuosa de Ana con su hermano Miguel siempre me ha fascinando: no por la morbosidad del hecho en sí, sino por el bello tratamiento que del amor hace la inigualable Marguerite Yourcenar en ese cuento titulado Ana, soror.  Recorrer las setenta y nueve páginas  en las que la autora sublima las tentaciones carnales y las del espíritu frente al sombrío medio en que se desenvuelve la trama, es devolverle al alma la capacidad de tolerar y comprender lo inentendible. Un cliente- siempre es gracias a uno-, hizo que me reencontrara con la belga, tan injustamente no premiada por la Academia Sueca, y con su obra. Ana, soror carece de ese carácter filosófico y antropológico y de una exhaustiva terminología descriptiva, tan propia de otras historias de Yourcenar, y de una manera sencilla nos  muestra, de manera perfecta, las relaciones sociales, de gobierno y amorosas de una época- la Nápoles española de finales del siglo XVI- en que todo acto estaba enmarcado dentro de la culpabilidad del pecado. Un tiempo  en que ser diferente  y amar lo prohibido no solo era un tabú, sino que acarreaba hasta la muerte. Una era pasada, mala o buena, pero pasada. O eso pensaba yo: Que aquella época en que los seres humanos terminaban siendo víctimas  de las represiones  de la familia, el gobierno, la política y de Dios o de sus muy admirables representantes, solo  quedaba en la memoria del arte (escritura, fotografía, música, pintura, etc.).   “Une societe amnesique ne serait plus societe”, Una sociedad amnésica, desmemoriada, olvidada o desconocedora de su pasado se encuentra o disuelta o en vía de disolverse y deja de ser sociedad.  Porque, parece, que Colombia no ha dejado atrás su historia de vivir en el silencio terrible del miedo que imponen la tortura y muerte  por ser, pensar o actuar diferente-no mejor ni peor, solo diferente- a  la mayoría de los compatriotas . La incomprensión es el drama de la Colombia de siempre. A katy la conocí a través de un folleto, que contaba su historia, distribuido en una muy respetable librería de la calle 45 a la que entré buscando a Ana. Y su  caso me impactó. Al igual que Ana, Katy ha sufrido la persecución de los hombres por ser  y amar distinto, con la gran diferencia que Katy es de carne y hueso. Su nombre verdadero es  Arles Yesid Mejía, es transgenero y está en la cárcel desde hace cuatro años juzgada por el delito de constreñimiento. Ella-al igual que tantas prisioneras- se ratifica en su inocencia  sobre el cargo y ser víctima de un montaje judicial; como lo dice  el blog defensor de su causa http://grupobifurcacion.wordpress.com/2012/08/22/katy/:no por su condición de género ni  por llegar a vivir a un sitio vigilado por la policía dentro de un caso de corrupción de menores,  practicaba  la prostitución o inducia a alguien a hacerlo;  pero nadie le crédito ni a su versión ni a los abusos sufridos  ahora en su reclusión:  por su índole sexual ha debido soportar ignominias, dolor, violaciones y otros atropellos físicos y morales por parte de caciques, presos y demás personajes  dentro de la cárcel La Picota  y con base en las marcas dejadas por tantas agresiones sufridas ha denunciado, ha pedido ayuda, solidaridad, pero ninguna entidad penitencial ha hecho eco de sus peticiones, demandas y menos de los beneficios que por ley tiene derecho. El problema fundamental de  Katy, como el de Ana, soror, es  que la sociedad  donde viven se mantiene dentro de un ambiente  excluyente, influenciado por las creencias, las leyendas y el misticismo religioso, que no acepta ni asume que  aquel otro ,diferente y contrario, también puede acceder al cielo tanto en la tierra como al de los dioses. Ese otro que también es recto, vertical, altivo, cálido y franco. En el cuento de la autora europea el final no es feliz a pesar de la defensa que se le hace a la libertad individual del ser humano: los hermanos ceden a la presión del entorno y para no contrariar unas reglas pesadas, confusas, arbitrarias y doctrineras  mueren amándose alejados uno del otro.  Y ya en el punto final me mente vuelve a Katy y me pregunto ¿Merece  morir en vida, a tantos siglos de distancia de la obra de Yourcenar, solo por ser transgenero? Alberto Salazar C      
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