Ofrezco disculpas de antemano. Toda comparación por buena que sea es odiosa, pero aquí es necesaria para distinguir entre lo aconsejable que es la humildad y lo detestable que es la prepotencia.
Luis Carlos Vélez, de fama ególatra y magnánima, dijo en Kienyke hace poco una gran verdad del selecto club de los periodistas.
– ¿Conoces la diferencia entre ego y autoestima? – le preguntaron-.
Y él no dudó en responder: “Seguro, pero todos los periodistas somos antipáticos. Todos creemos que tenemos la verdad absoluta. Todos creemos que hacemos nuestro trabajo súper bien. Yo no hago mi trabajo súper bien, yo hago lo mejor que puedo y seguramente cometo muchísimos errores”.
Lo peor de todo es que esas palabras son ciertas. Muchos periodistas no solo somos engreídos sino soberbios y déspotas.
“Yo no estaba convencido de irme (a Noticias Caracol) porque vivía en New York City, en Trump City, y presentaba para CNN International. ¿Para qué me voy a devolver a Colombia? ¿A hacer qué putas?”, contó Vélez en la misma entrevista.
Sin embargo, la generalidad acerca de que todos los periodistas somos antipáticos no debe aceptarse así no más; no se puede dejar como una verdad irrefutable
Gay Talese tiene una visión muy diferente del periodista. Él dice: “Presto atención a la gente común, porque yo soy común. Mi padre no era el alcalde de la ciudad, el director de un centro universitario o el dueño de un periódico. Era un simple trabajador. Yo soy un simple trabajador. Mi perspectiva es la de un intruso, de un luchador, de un advenedizo, de alguien que procede de una clase inferior. Y creo que la gente más común también es interesante y se merece que se informe sobre ellos. A un periodista más tradicional solo le importa contar lo que hace la gente importante”.
Hay otra sentencia de Gay Talese sobre el “Periodismo de clase alta”: “Hoy los periodistas no son gente normal y corriente. Han sido educados en las mismas universidades de elite que las personas que controlan el poder en el Gobierno. Los periodistas se mueven con ellos. Van a los mismos clubes, sus hijos van a las mismas clases, nadan en la misma piscina. Y por eso no se cuestionan los unos a los otros, porque están todos unidos”.
Tremendo lío. Desde la orilla de la humildad y a kilómetros de distancia, pregunto por qué un periodista como Vélez tiene que cuestionar a los demás así: “Yo sí me le paro a cualquiera y le pregunto, ¿cuántos huracanes ha cubierto usted? ¿Cuántos terremotos ha cubierto usted? ¿Cuántas veces han presentado en un canal internacional? ¿Cuántos presidentes ha entrevistado en los últimos 18 meses?”.
El caso no es Vélez, que quede claro. Porque son muchos los colegas periodistas que se creen intocables incluso entre su propia cofradía y a la vez son incapaces de tocar al pueblo. Algunos suenan muy cordiales al aire, pero en persona levitan. No importa que trabajen en política, farándula o deportes. Pero de eso no se trata. Un periodista que crea que se las sabe todas no puede ser una redundancia y ahora se está volviendo un lugar común. En una sentencia romántica, hay que aclarar que es más preciada la persona que el rating.
En Twitter: @javieraborda
Vea también El nerd de 35 que se echó al hombro Caracol Noticias, un perfil de Luis Carlos Vélez.
Ser periodista según Luis Carlos Vélez y Gay Talese
Jue, 22/08/2013 - 01:06
Ofrezco disculpas de antemano. Toda comparación por buena que sea es odiosa, pero aquí es necesaria para distinguir entre lo aconsejable que es la humildad y lo detestable que es la prepotencia.