Un hijo de Dios.

El que sabe hacer lo bueno y no lo hace le es pecado... El evangelio según San Juan capítulo 1 expresa que el Señor Jesús vino a lo suyo pero los suyos no le recibieron, pero a los que le recibieron, a los que creen en su nombre les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Un hijo de Dios escucha su palabra, el Espíritu Santo sensibiliza sus sentidos, Dios le habla de manera contundente a través de la Biblia, de las circunstancias y le fortalece en medio de las crisis. Dios le delega autoridad y le ubica en posiciones de liderazgo por amor de su nombre. También expresa el evangelio refiriéndose al Señor Jesús mismo cuando dice el Hijo del Hombre no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. Un hijo de Dios ejerce un verdadero liderazgo cuando esta atento a la voz de Dios, y en obediencia actúa en la toma de decisiones, cuando sabe hacer lo bueno y lo pone en acción el resultado redunda en la fluidez armónica, concentrada y coherente de lo que se ha programado. Un hijo de Dios preside, diseña estrategias, las transmite y da apoyo al grupo de trabajo, esta en constante comunicación, confía pero verifica el accionár que debe conducir al cumplimiento de los objetivos. Cuando el conflicto se presenta al interior del grupo busca consensos y media en la solución. Busca que su grupo de trabajo se transforme en equipo, pero como los equipos son temporales busca elementos que den sentido de pertenencia para transformar las relaciones en relaciones de tipo tribal. Un hombre de Dios es un atalaya, esta siempre sobrio, alerta, se proyecta y tiene la capacidad de visualizar de manera retrospectiva, determina rutas criticas y toma decisiones. Un hijo de Dios Tiene paz en su corazón. Lleva una vida transparente, mira a los ojos de su interlocutor cuando transmite ideas o instrucciones, escucha atentamente y es consciente que trata con personas, se interesa por ellas y les muestra afecto. Quiere ser un hijo de Dios? Crea en Jesucristo y recibale en su corazón.